La primera visita oficial del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, a un país latinoamericano no pudo haber empezado peor. Nada más llegar a Santiago, el líder ultraderechista fue cuestionado por las palabras de su secretario de Gobierno, Onyx Lorenzoni, dichas a una emisora horas antes, en las que justificó el “baño de sangre” tras el golpe del general Pinochet, ya que encarriló la economía y la salvó del estatismo comunista.

“No vengo aquí a hablar de Pinochet”, dijo Bolsonaro, aunque, a renglón seguido, elogió el papel “pacificador del régimen militar chileno, que fue muy parecido al de Brasil”, aseguró y añadió: “Y sobre el tema de la dictadura en el Cono Sur debe arrojarse luz sobre la verdad. Nosotros (los militares) llegamos a una conclusión y pacificamos. No podemos seguir dando voz a la izquierda, que siempre señala que estaba del lado cierto y no del lado equivocado”.

En respuesta, la diputada chilena comunista se negó a asistir a la comida que mañana sábado ofrece el presidente Sebastián Piñera a su homólogo brasileño. “Es como asistir a un almuerzo con Hitler en 1936”. Los presidentes del Senado y la Cámara de Diputados, Jaime Quintana e Iván Flores, respectivamente, también declinaron la invitación.