Opinión

Brexit: política, populismo y manipulación

Brexit: política, populismo y manipulación

Brexit: política, populismo y manipulación

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Tengo ya varias semanas posponiendo el tema del brexit para mi columna. Con la ayuda de mis colaboradores en la oficina, cada día registro nuevos datos y acontecimientos acerca de este entuerto en el que están atrapados los británicos, a partir del triunfo del sí en el referéndum organizado para decidir su permanencia o no en la Unión Europea. Y hasta el día de hoy, me asombra la forma en que todo se ha complicado, sin ninguna claridad respecto a lo que habrá de suceder, en definitiva. Hoy por hoy, no me siento aún con capacidad suficiente para aventurar un análisis de lo que puede venir en el futuro, como quien dice, un típico caso de pronóstico reservado.

Sin embargo, casualmente, me ha surgido el interés en analizar dicho evento, pero a partir de una de sus facetas más relevantes: la de un hecho producto del populismo que hoy parece dominarlo todo, utilizando para ello las más sofisticadas formas de manipulación del pueblo y específicamente de los votantes.

Resulta que, a propósito de esa tarea de investigación para dedicarle alguna reflexión a un tema tan importante para el mundo, y especialmente para el continente europeo, hace un par de días vi en la plataforma digital de HBO Brexit: The Uncivil War. Película dirigida por Toby Haynes, en la que se describe la forma en que, con el auxilio de la más sofisticada tecnología, la utilización de las redes sociales y la llamada minería de datos, se manipuló la voluntad de millones de personas para obtener el resultado que buscaban quienes lo orquestaron todo.

Dicho filme describe la historia de Dominic Cummings (personificado por Benedict Cumberbacht), en su rol de director de la campaña “Vote Leave” en favor del brexit. Durante la película, el personaje principal diseña una sofisticada estrategia para introducir el tema de la salida de Unión Europea y definirla como una necesidad ante el electorado. Para lograrlo, Cummings recurre a una retórica populista construida a partir de la información y las preferencias de usuarios de Facebook. El resultado es un lema que suena similar al “Make America Great Again” de Trump: “Take back control”.

La película describe una historia sobre la influencia del populismo en el discurso político a partir del efecto de la distorsión de la información y las fake news sobre la opinión pública. Los ciudadanos en esta película tienen una idea poco clara de qué implica la salida de la Unión Europea, pero son eficazmente influenciados por una narrativa diseñada mediante algoritmos para segmentar preferencias y la focalización de mensajes políticos. La campaña contó con la participación de Cambridge Analytica, empresa propiedad de Robert Mercer, multimillonario partidario de Donald Trump, que también parece haber sido un elemento importante en la campaña de este último.

Resulta interesante observar, a toro pasado, la forma en que una propuesta populista se presenta como alternativa a los partidos y a los políticos tradicionales, en este caso personificados por el gobierno del primer ministro Cameron, quien a la postre se ve obligado a renunciar ante los resultados del brexit. En la obtención del resultado final poco han importado los programas políticos o los argumentos de fondo ni las siglas de partidos o las diversas ideologías. Lo determinante ha sido saber encontrar a quien sea capaz de operar en ese mundo de las redes sociales, identificando con precisión lo que cada votante objetivo quiere escuchar, para decírselo y obtener así su apoyo.

Aun cuando después de la experiencia vivida en la campaña de Barack Obama, en donde, a través de las redes, su mensaje llegó hasta donde antes jamás nadie lo había hecho, lográndose una amplia red de apoyadores y hasta donadores, a nadie debiera ya sorprender este tipo de estrategias, no deja de alarmar lo que puede resultar de las mismas, como el caso del brexit, en el que, incluso miles de personas que apoyaron esa decisión se muestran ya arrepentidas y hasta proponiendo un nuevo referéndum.

Ahí están, exhibidos en el filme, los oscuros personajes interesados en un resultado como el obtenido, organizándose y haciendo lo necesario para lograr su objetivo, de la misma forma en la que lo hacen para colocar a sus piezas en el ajedrez político de todo el mundo; personajes, por cierto, de los que ahora, después del lío que se ha armado, poco se ha vuelto a saber. Ahí está exhibida la inmoralidad e ilegalidad en que puede llegar a incurrir una campaña política que se ha beneficiado de explotar los más deleznables sentimientos de la población, para moverla a actuar de determinada manera. Y ahí está, sugerida también por la habilidad del director Haynes, la comparecencia (por ahora ficticia) de Cummings ante la justicia, de la misma forma en que lo debió hacer Zuckerberg por los ilícitos en que incurrió Facebook.

Tampoco ha tenido desperdicio la escena en la que se confrontan Craig Oliver, el responsable de comunicación del gobierno, y Dominic Cummings, el día que la diputada Joe Cox es asesinada por un fanático ultranacionalista. Un hecho que refleja el grado de crispación que había conseguido Cummings en la multicitada campaña y respecto a lo que Craig le hace un sentido reclamo.

Ha valido mucho la pena ver esta película que, desde luego, recomiendo a mis lectores, aunque se remita solamente a decirnos qué fue lo que pasó y cómo se orquestó. Digo “solamente” pues, lamentablemente no aborda la complejidad que enfrenta ahora un país y un continente para instrumentar, de manera conveniente para todos, la decisión de aquel nefasto referéndum. Ya seguiremos nosotros hablando de ello en este espacio.

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