Opinión

Clases medias y la educación como símbolo de movilidad transformante

Clases medias y la educación como símbolo de movilidad transformante

Clases medias y la educación como símbolo de movilidad transformante

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

A partir de las pasadas elecciones intermedias y en particular de los resultados obtenidos en la ciudad de México, el tema de la Clase Media se ha colocado en el horizonte de los debates que deben ir más allá de la excepcional ocasión. Si bien no existe una definición consensuada sobre su concepto, bien vale la pena acercarnos a ella para entender de qué estamos hablando.

Hay una visión muy difundida de que México es un país de clase media, a partir de que en las ciudades vive cerca del 70 % de la población que asume pertenecer a ella al tener un ingreso suficiente para vivir y una actitud que engloba expectativas de mayor bienestar y disposición para lograrlo, mientras que, en el medio rural, sólo el 30% de la población considera pertenecer a este estrato social.

En este sentido, el Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP) consideró que la clase media tiene un ingreso mensual de 15,757 pesos, sin embargo, únicamente el 12.7 % alcanzó esa cifra en 2018, información que habría que comparar con estudios recientes sobre el crecimiento de la pobreza, para conocer cómo ha impactado en la disminución de este porcentaje y, en su caso, de la posibilidad de ser revertido.

La definición de clase media incluye también un espíritu de época (zeitgeist), en la que la expectativa de mejora económica está orienta a tratar de disfrutar la vida más allá de lo ordinario y común, por efímero que esto sea.

Este factor de volatilidad es aprovechado por los publicistas que promueven una identidad aspiracional, pero claramente diferenciada por hábitos y capacidad de consumo, es decir, que en el mercado global somos una clase media que comparte y puede alcanzar deseos comunes a pesar de la diversidad cultural, de las formas distintas de ingresos, de la ubicación en la estructura productiva, y del grado de escolaridad alcanzado.

La educación para la clase media representa una oportunidad de movilidad, pero también de estabilidad en un estatus que le de identidad y permanencia, lo que, aunado al uso de la tecnología y a las redes sociales, potencia su capacidad de incidir en la transformación de la sociedad, al ser ésta la oportunidad de aprender lo más significativo de un mundo complejo y cambiante, y de encontrar ahí nuevas formas de coexistencia.

En este proceso, la educación que promueva el Estado deberá propiciar el emprendimiento para una existencia productiva que permita el desarrollo laboral y una mejor calidad de vida de las familias, así como la sensibilización para poder asumir la competencia leal como algo inherente a nuestro progreso personal y colectivo.

Esa educación tendrá que fomentar, con sentido crítico y autocrítico, los más altos valores para una ciudadanía consciente, participativa e informada de sus obligaciones, y para la exigibilidad de sus derechos, en una equilibrada interacción social y en busca de la consolidación democrática, donde no quepan, en cualquier estrato de la clase media, la injusticia, la corrupción y las relaciones deshumanizantes.

De esta manera estamos obligados a la implementación de políticas que eliminen las barreras del crecimiento y la productividad. Nada debe ser más importante que el porvenir de un país, sobre todo ante los nuevos escenarios que se tejen con la participación transformadora de la clase media, aunque por muchos políticos y analistas sea paradójicamente desestimada.