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Clases medidas y la educación como símbolo de movilidad transformante, un texto de Ulises Lara López

México es en gran medida un país de clase media, un grupo ambiguo y flexible que estará continuamente aspirando a más

Clases medidas y la educación como símbolo de movilidad transformante, un texto de Ulises Lara López

Clases medidas y la educación como símbolo de movilidad transformante, un texto de Ulises Lara López

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

A partir de las pasadas elecciones intermedias y en particular de los resultados obtenidos en la ciudad de México, el tema de la Clase Media se ha colocado en el horizonte de las reflexiones, los debates y los análisis que deben ir más allá de la excepcional ocasión; es tocar, además, fibras muy sensibles que para muchos denota incomodidad al ahondar en la estratificación y sobre las desigualdades sociales, que incluso se dan entre el estatus superior e inferior de esta clase media, conocidos más ampliamente como media baja ascendente, y media alta tradicional. Lo cierto es que no existe una definición consensuada sobre el tema, pero bien vale la pena acercarnos a ella para entender de qué estamos hablando.

Hay una visión muy sesgada y difundida de que México es un país de clase media, a partir de que en las ciudades vive cerca del 70 % de la población que asume pertenecer a ella, entre profesionales, comerciantes, burócratas, empleados y académicos, quienes tienen un ingreso suficiente para vivir y una actitud que engloba expectativas de mayor bienestar y disposición para lograrlo, mientras que, en el medio rural, sólo el 30% de la población considera pertenecer a este estrato social

Sin embargo, más allá de las percepciones, el Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP) consideró como pertenecientes a la clase media a aquellas personas que tiene un ingreso mensual de 15,757 pesos, cuyo porcentaje del 12.7 % únicamente alcanzó esas cifras en 2018. Por su parte el INEGI en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2010, señaló que el 42.4% de los hogares en donde vive 39.2% de la población total del país, fueron de clase media, lo que habría que comparar con estudios recientes sobre el crecimiento de la pobreza, que nos permita conocer cómo ha impactado en la disminución de este porcentaje y, en su caso, de la posibilidad de ser revertido.

La definición de clase media incluye también un espíritu de época (zeitgeist), en la que la expectativa de mejora económica está orienta a tratar de disfrutar la vida más allá de lo ordinario y común que, como dijera Zygmunt Bauman, al estar individualizada y no socializada, el desarrollo es lo que cada uno aspire a creer, así sea efímero.

Este factor de volatilidad es aprovechado y explotado, principalmente, por los publicistas que tienden a promover una identidad genérica y aspiracional, pero claramente diferenciada por hábitos y capacidad de consumo, es decir, que en el mercado global somos una clase media que comparte y puede alcanzar deseos comunes a pesar de la diversidad cultural, de la manera de abordar los conflictos, capacidades y tipos de consumo, de las formas distintas de ingresos, de la ubicación en la estructura productiva, y del grado de escolaridad alcanzado.

Para la clase media ascendente la educación no deja de representar un elemento clave e indispensable para lograr la igualdad de oportunidades que le permita su movilidad; para la clase media tradicional, además, simboliza la estabilidad en un estatus que le de identidad y permanencia. Así mismo, con el acceso a los avances tecnológicos y a las redes sociales, el potencial consciente de la clase media, para incidir en la transformación de la sociedad, se ha hecho más evidente, lo que ha implicado la oportunidad de aprender lo más significativo de un mundo complejo y cambiante, y de encontrar ahí nuevas formas de coexistencia.

En este proceso, sin duda, la educación que promueva el Estado en armonización con la sociedad, deberá propiciar el emprendimiento para una vida productiva y socialmente útil que permita el desarrollo laboral y una mejor calidad de vida de las familias, así como la sensibilización para poder asumir la competencia leal como inherente a nuestro progreso personal y colectivo.

Pero también esa educación tendrá necesariamente que fomentar, con sentido crítico y autocritico, los más altos valores para una ciudadanía consciente, participativa e informada de sus obligaciones, y para la exigibilidad de sus derechos, en una equilibrada interacción social dentro de la legalidad y en búsqueda constante de la consolidación democrática, donde no quepan, en cualquier estrato de la clase media, la injsuticia, la corrupción y las relaciones deshumanizantes.

De esta manera estamos obligados a la implementación de políticas que eliminen los límites al crecimiento y la productividad para una determinada clase social. Nada debe ser más importante que el porvenir de un país, sobre todo ante los nuevos escenarios que se tejen con la participación transformadora de la clase media, aunque por muchos políticos y analistas sea paradójicamente desestimada.