Opinión

Coeducación, un aprendizaje de personas, no de sexos

Coeducación, un aprendizaje de personas, no de sexos

Coeducación, un aprendizaje de personas, no de sexos

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
La educación igualitaria y equitativa debe ser reflexión y acción de la mujer y el hombre sobre el mundo para transformarlo, y transformarse, lo que en estos tiempos de suma complejidad, de extensos cambios y profundas transformaciones, exige la máxima atención sobre métodos y modelos educativos relacionados con los derechos humanos, la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, y la no discriminación por razones de género, en los que se inscribe la denominada coeducación.

Aun cuando una parte de la población infantil y juvenil ha logrado el ingreso y permanencia en los niveles de educación formal, no está exenta de la marginación y la violencia (física o simbólica) por motivos de origen étnico, cultura, religión; por cuestiones físicas o intelectuales, y, por supuesto, por motivos de género, lo que por muchos años se ha mantenido como una constante en el sistema educativo mexicano.

Basta una mirada retrospectiva para encontrar en dicho sistema metamorfosis, continuidades, cambios y rupturas para entender cómo eran los procesos de enseñanza-aprendizaje hace cuatro o seis décadas, y que hoy encarna la herencia educativa en la que vive la población mexicana (y por la cual se comporta de determinada manera). Pero también debemos mirar hacia adelante, reflexionar en la educación que heredarán las generaciones en 10 o 50 años y que, dicho sea de paso, es responsabilidad conjunta de nuestra sociedad y de las autoridades.

Podemos decir que estudiosos en temas educativos coinciden que históricamente se ha transitado por periodos de exclusión, segregación e integración; en cada uno de ellos, destaca un componente para el debate: la mujer y su incorporación en los sistemas educativos, el respeto a su condición humana y la garantía de una vida sin violencia.

Antes del siglo XX, México vivió un periodo que excluyó a las mujeres del derecho a la educación formal, cumpliendo roles tradicionales para el trabajo doméstico y el cuidado de la familia.

En 1923, José Vasconcelos, con las Misiones Culturales, pretendía incorporar a los campesinos e indígenas a la educación, y, aunque era un proyecto de inclusión, contradictoriamente excluyó a las mujeres. Posteriormente vendría un periodo de segregación en el que los estereotipos determinaban el rol de la mujer y del hombre. La experiencia educativa para mujeres se reducía a pocos años de permanencia, en que los contenidos se limitaban a lectura, escritura y enseñanza de aritmética; frecuentemente interrumpían sus estudios porque debían ayudar en casa o al trabajo del campo. Luego se abrieron escuelas exclusivas para mujeres bajo el modelo de roles separados, instrucción diferenciada por sexos y la separación física. Los hombres cumplían su rol en la esfera pública y las mujeres en la privada.

Resultado de la lucha para que niñas y niños accedieran a la misma educación, llegó el periodo de integración donde se desarrolló la escuela mixta, misma que aún predomina desde la segunda mitad del siglo XX, y caracteriza al modelo educativo actual. Este paradigma logró que en el nivel básico, medio superior y superior, se hayan inscrito casi el mismo número de hombres y mujeres; que ellas incursionen en áreas tradicionalmente masculinas, y que sea mayor la participación y contribución femenina en muchos ámbitos de la vida nacional.

Sin embargo, las desigualdades aún permanecen e incluso se traducen en violencia; por ello, recientemente la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México propuso una educación “cultura y acciones para fortalecer a las niñas y a las mujeres en sus decisiones y formar a los niños y a los hombres en masculinidades alejadas del machismo”.

Precisamente, la coeducación tiene como principio la equidad entre todos los individuos y defiende la educación conjunta; es un paradigma con igualdad de oportunidades para alumnos y alumnas, donde reciban el mismo tipo de enseñanza, haya las mismas exigencias y responsabilidades y tengan evaluaciones idénticas. Además, reconoce las diferencias sociales y sexuales entre grupos e incorpora la diversidad de género y revalora a mujeres y hombres desde sus raíces culturales. De esta manera, la Escuela Coeducativa erradica estereotipos entre sexos, y busca eliminar desigualdades sociales y jerarquías culturales entre niños y niñas.Hoy, la escuela, si bien ha atendido las necesidades de las mujeres, aún le falta completar la tarea de transformar su androcentrismo para educar en la igualdad; en ello, la coeducación adquiere mayor trascendencia como un esfuerzo conjunto de sociedad, familia, escuela, autoridades y medios de comunicación.

Necesitamos intervenir coeducativamente en la cultura, el comportamiento, las relaciones interpersonales y en todos los ámbitos de la vida cotidiana y reforzar la responsabilidad de la familia como primera institución que forma y genera identidad en hijas e hijos. En este sentido, el programa ConstruyeT y Planteles por el Impacto Social de la SEP, son áreas de oportunidad para esta transformación educativa.

Contribuyamos, a través de la coeducación, a hacer del derecho humano a la educación una realidad y no un simple discurso político que busque el reconocimiento fácil.Twitter: @UlisesLaraCDMX