Opinión

Comicios y lucha de clases

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Comicios y lucha de clases

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Sin otro denominador común más que la peregrina suposición de que el gobierno federal —de apenas 18 meses— es derrotable, aglutinada en un repugnante batiburrillo, la oposición ya chapalea en el barrizal electoral de 2021. Entró a la contienda sin nada que perder, con una audacia irreflexiva muy parecida al ánimo suicida.

Su motivación más intensa es la convicción de que las elecciones se darán en un ambiente de genuina lucha de clases. Y que esta confrontación entre las élites y los sectores populares constituye el único escenario que puede reportarle dividendos, pues de un lado estarán los pobres y del otro todos los demás, de la clase media baja para arriba.

Irrumpió en la arena electoral amaciada, flaca hasta los huesos, con líderes desprestigiados, sin discurso verosímil, con la amarga experiencia del rechazo popular a coaliciones oportunistas y con el peso aplastante de una realidad social desastrosa, labrada en casi cuatro décadas.

El dirigente del PRI, Alejandro Moreno, confirmó que ya hay negociaciones de su partido con el PAN, PRD y MC —“estamos construyendo alianzas, acuerdos o coaliciones parciales o totales’’— para ir por el carro completo, con “los mejores hombres y mujeres’’. Lo cual, de ser cierto, implica la autoexclusión de Alito, acusado de enriquecimiento ilícito en su paso por la gubernatura de Campeche y otros cargos públicos.

Los afanes de la totalidad de fuerzas contrarias a la 4T se orientan a conquistar los 28 mil cargos en disputa, de los cuales el premio gordo es la mayoría calificada en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.

Resta aún conocer cuáles nuevos partidos estarán en la pelea, cómo se coligarán las distintas formaciones, si finalmente regirán alianzas distritales y quiénes serán los cuatro nuevos consejeros electorales.

Para todos los efectos prácticos, sin embargo, los antagonistas del Presidente ya se calzaron los guantes.

Están entusiasmados por encuestas que indican una considerable caída en la aprobación del tabasqueño, producto del manejo de la pandemia y sus consecuencias económicas.

Parecen ajenos al hecho de que esas mismas mediciones señalan que 27% de los consultados opina que Morena es el partido que mejor representa sus intereses, frente a sólo 17% del PAN y 4% del PRI.

Ni percatarse de que Morena tiene 15% menos opiniones negativas que el PAN y hasta 50% menos que el PRI. O sea, 35 contra 50 y 70%, respectivamente.

Aunque, si de ganar se trata en una contienda polarizada entre ricos y pobres, ya tiene invencibles. Podría —por ejemplo— lanzar por el distrito de Putla, Oaxaca, a Jorge Castañeda, hiperclasista y confeso traficante de influencias.

“Mi hija Javiera, cuando terminó la Facultad de Medicina aquí en la UNAM, fue a un pueblo horroroso en Oaxaca, Putla si no me equivoco, y luego, gracias a Héctor (¿Aguilar Camín?) y su amistad con Diódoro (¿Carrasco?) fue que la pudimos mandar a otro pueblo un poquito menos horroroso’’. Así dijo el excanciller, al parecer tapándose las narices.

Los líderes opositores atienden las encuestas como si nada les hubiera enseñado la experiencia.

Por ejemplo, que estos ejercicios sirven únicamente para aportar municiones en ardorosos debates en los medios, pero entre el electorado a nadie le quitan el sueño. Los ciudadanos comunes se ríen de sus resultados.

Los dirigentes opositores actúan como si ignoraran que los sondeos únicamente engordan la cartera de los encuestadores. Los Roy Campos, los De la Peña, los Valdés y algunos más, únicos efectivos ganadores en cada proceso electoral.

La variopinta oposición va por 15 gubernaturas, 30 congresos locales e igual número de alcaldías, además de los 500 diputados federales.

Un reto descomunal desde el arranque y la postulación de candidatos. Habrá que ver si se echan al agua en busca de una curul los expresidentes Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, a cual más vulnerable por la parte alícuota que le corresponde en el desastre nacional.

O, si regresan al pugilato los Manlios, Gamboas, Chuchos y Moreiras, a falta de los Duarte —Javier y César—, Robles, Borge, Padrés o Rodrigo Medina, entre otros inmovilizados por la justicia.

Y está por verse también si retorna Diego Fernández de Cevallos, de quien ya vimos que no sirve ni pa’ estorbar, porque se quita. ¿O ya se olvidó su huida de la candidatura presidencial de 1994?

Hasta ahora el aspirante a jefe de jefes de la estrategia opositora es Calderón, lo que da idea de la carencia de líderes dignos de este sustantivo.

El expresidente busca fuero con desesperación ante el riesgo de que su nombre pueda pasar de la boleta electoral a los autos judiciales, la orden de aprehensión y los boletines de la Interpol, si Genaro García Luna decide soltar un do de pecho.

Se esmeran, asimismo, para capitanear a los opositores otros políticos que en los últimos años pasaron del anonimato al ridículo. Marko Cortés, Ángel Ávila y Damián Zepeda. Y Gustavo Madero y Miguel Ángel Mancera, que entre todos no hacen un sancocho de líder por más que a este último hubo despistados que llegaron a considerar “el Macron mexicano’’.

Con menos fortuna intentan darle respiración artificial a la oposición líderes de opinión aquejados por la maldición de Casandra, la sacerdotisa que poseía el don de la profecía, pero estaba condenada a que nadie le creyese.

A muchos de estos consejeros y voceros oficiosos ya no los toman en serio, al cabo de lustros de patológico antipejismo. Sus pronósticos de destrucción del país e irremediable instauración del comunismo mueven a risa.

Otros más se solazan en el disparate de que el Presidente “ha perdido consenso para gobernar’’, ignorantes de que este vocablo significa unanimidad. Algo que, en honor a la verdad, el de Macuspana nunca ha tenido.

A decir de estos prejuiciados analistas, las bases de apoyo de López Obrador se hallan en el nivel de 2006. Es decir, en el rango de cuando dizque fue vencido por Calderón, hazaña que —por lo mismo— ahora consideran factible reeditar.

A esos muy informados comunicadores, que de manera cotidiana les entregan a sus audiencias conjeturas, distorsiones, mentiras y voladas, funcionarios enteradazos ya les dijeron que el enroque de Rabindranath Salazar y Diana Álvarez Maury tuvo motivaciones electorales.

Que Salazar cayó para arriba porque era mejor tenerlo dentro y controlado, que fuera y suelto. “No podían mandarlo a la calle porque conoce todo el proyecto electoral’’ de la 4T. Más todavía —les dijeron sibilina y puerilmente—, porque Salazar “se sabe todos los secretitos del proyecto del 2021’’.

Mal anda la oposición con semejantes estrategas, consejeros y aspirantes a portaestandartes. Pero tiene su mérito el que, así y todo, abriga esperanzas de hacerse con la mayoría parlamentaria. Soñar no cuesta nada.

aureramos@cronica.com.mx