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Cómo la tensión de la Guerra Fría llevó a la humanidad a la Luna

Aunque la URSS tomó la delantera y envió al primer hombre al espacio (Yuri Gagarin, en 1961), John F. Kennedy impulsó el programa espacial de EU y logró que un estadunidense pusiera un pie en la Luna

Aunque la URSS tomó la delantera y envió al primer hombre al espacio (Yuri Gagarin, en 1961), John F. Kennedy impulsó el programa espacial de EU y logró que un estadunidense pusiera un pie en la Luna

Cómo la tensión de la Guerra Fría llevó a la humanidad a la Luna

Cómo la tensión de la Guerra Fría llevó a la humanidad a la Luna

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En la retina de la humanidad quedarán para siempre las imágenes de Neil Armstrong pisando la luna, y para el recuerdo su frase célebre: “Este es un gran paso para un hombre, y un gran salto para la humanidad”. Era 20 de julio de 1969, y terminaba una carrera espacial que se había iniciado algo menos de doce años antes. Una carrera plagada de rivalidad, emoción y mucho, mucho dinero gastado.

Tras concluir la II Guerra Mundial, Estados Unidos logró “firmar” al ingeniero alemán Wernher von Braun, y con él en cabeza de su programa espacial, el país se propuso liderar no sólo la fuerza militar en la Tierra, sino ser pionero más allá de la atmósfera. Muestra de ello fue una serie de artículos que Von Braun publicó en 1952, titulados “¡El hombre conquistará pronto el espacio!”.

Sin embargo, del otro lado se encontraba Serguéi Koroliov, su némesis, o cuanto menos, homólogo en la Unión Soviética. Con él, Moscú se dispuso a rebasar a ­Washington, y el hecho es que lo logró: Para sorpresa de EU y del mundo, la URSS lograba poner en órbita el Sputnik 1 (Satélite 1) el 4 de octubre de 1957.

El aparato tenía apenas el tamaño de un balón de futbol, pero era suficiente para tomar la delantera en la carrera espacial que acababa de arrancar. Antes de que EU pudiera contraatacar, el programa espacial soviético envió el Sputnik 2 a la estratosfera, con la icónica Laika a bordo. Laika, una perrita callejera, fue el primer ser vivo que orbitó la Tierra, pero poco le duró el privilegio, porque murió unas seis horas después del despegue, carbonizada por el exceso de calor en el aparato.

Aunque EU fundó la NASA en 1958 y logró ponerse al día y lanzar sus propios bólidos al espacio, la URSS de nuevo logró el hito, y el 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin se convirtió en el primer hombre en el espacio, en un vuelo orbital que duró 108 minutos. 23 días más tarde, Alan Shepard trató de replicar el vuelo de los soviéticos, pero su ruta fue suborbital, por lo que el entonces líder de la URSS, Nikita Jruschóv, se mofó de EU y dijo que aquello había sido un “salto de pulga”.

Para colmo de la humillación para la Casa Blanca, cinco días después del vuelo de Gagarin llegó el fiasco de la fallida invasión de la Bahía de Cochinos, en Cuba, para echar al dictador comunista Fidel Castro.

Aquella conjunción de factores presionó enormemente al presidente John F. Kennedy, investido tres meses antes, y le motivó a lanzarse de lleno a conquistar la Luna. En un discurso al Congreso en mayo, el líder demócrata adelantó sus intenciones, y manifestó un afán competitivo que se concretó algo más de un año después, cuando, el 12 de septiembre de 1962, el mandatario lanzó el gran órdago durante un discurso ante 40 mil personas reunidas en el estadio de la Universidad Rice. “Elegimos ir a la Luna en esta década no porque sea fácil, sino porque es difícil”, dijo Kennedy, y sus palabras pasaron a la historia.

En aquel momento, la declaración de Kennedy agarró a contrapié a Moscú, y en realidad Jruschóv no mostró demasiado interés en enviar un hombre a la luna. Ello, pese a que un mes después de las palabras de Kennedy se desató la crisis de los misiles de Cuba, que durante dos semanas situó al mundo al borde de una guerra nuclear entre EU y la URS.

Entre tanto, la Casa Blanca se preparaba para un esfuerzo financiero sin parangón para alcanzar la Luna; para entender la magnitud del gasto, entre 1960 y 1973, la NASA destinó a su programa espacial 28 mil millones de dólares, que, según un reciente artículo de CBS, equivaldrían a unos 288 mil 100 millones de dólares actuales, una vez ajustada la inflación.

La obsesión estadunidense estimuló a los rusos, que trataron de acelerar al verse en desventaja ante el nuevo gran objetivo. ­Jrsuchóv, ahora sí convencido, pisó a fondo y puso a Koroliov al frente del desarrollo de nuevos cohetes, como el N1, para llevar a un soviético a la Luna. Sin embargo, el estado de salud de Koroliov llevaba años deteriorándose, y el ingeniero murió el 14 de enero de 1966. La pérdida para Moscú fue irreparable, y aunque la construcción del N1 y el programa espacial prosiguieron, ya no tuvieron cómo atrapar a EU, que tras el asesinato de Kennedy en 1963, estaba comandado por Lyndon B. Johnson.

Algo más de tres años después, el nuevo presidente, Richard Nixon, recogería los frutos de más de 10 años de trabajo a destajo con el alunizaje del Apollo 1. De hecho, quizás ese éxito le llegó a sorprender, porque Nixon había mandado a su escritor de discursos, William Safire, preparar un texto de condolencias por si la nave no podía despegar de regreso y Armstrong y Buzz Aldrin quedaban atrapados, abandonados y muertos en la superficie lunar.

Nixon hizo bolita aquel papel cuando los cosmonautas regresaron vivos a la Tierra, convertidos en héroes, y aunque la URS trató en hasta tres ocasiones de alcanzar la Luna en los años siguientes, EU retuvo toda la gloria, e incluso regresó con éxito cinco veces más a nuestro satélite; la última, el 14 de diciembre de 1972, cuando el Apollo 17 abandonó la Luna para que la humanidad no regresara nunca… ¿O sí?