Opinión

Conciliar el perdón y la justicia

Conciliar el perdón y la justicia

Conciliar el perdón y la justicia

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Desde la primera ocasión que escuché a AMLO hablar del perdón y la polémica sucesiva al respecto quedé sinceramente asombrado —y sirva comentar como antesala a este escrito que no pretendo redactar una columna de “guayabazo” al Presidente, sino que quisiera hacer hincapié en uno de los principios universales más sublimes llevados al ejercicio público.

Comienzo por recordar una columna publicada en este mismo espacio en el año 2013 con motivo de los cuarenta y cinco años de la matanza de 1968, titulada “2 de octubre no se olvida pero se perdona”, donde afirmaba que para que los mexicanos pudiéramos “reconciliarnos es necesario aprender a perdonar. Para perdonar es necesario primero comprender el hecho y sus consecuencias y que todo ser humano está imposibilitado para actuar siempre correctamente; todo crimen…es resultado de la ignorancia, superar la ignorancia es liberarse de toda condena, superar la ignorancia es actuar adecuadamente, de ahí la frase ya popular —perdónalos que no saben lo que hacen—” (http://www.cronica.com.mx/notas/2013/787558.html). Cinco años más tarde en el aniversario cincuenta del 2 de octubre, acudí a la Plaza de las Tres Culturas donde se realizaban danzas, actividades artísticas, ceremonias, etc., para agradecer alegremente el legado de una generación que luchó por una auténtica democracia y libertad. Al evento acudió como presidente electo Andrés Manuel López Obrador con varios integrantes de su gabinete como Miguel Torruco, Josefa González, Alejandra Frausto, Olga Sánchez y Marcelo Ebrard, conviviendo sin barreras con los allí presentes, por momentos a más de uno de los asistentes les salieron algunas lágrimas y poco antes de terminado el evento se fueron acercando los grupos que gritaban: “¡Ni perdón ni olvido!”.

Al terminar el acto protocolario y retirado AMLO y su gabinete, hubo un breve intercambio de opiniones entre los que abogaban por el perdón y quienes defendían la condena. Y si bien fueron muy enriquecedores los debates llegué a una conclusión; el perdón, se comprende desde el código cultural desde el que se interprete.

Por ejemplo, para quienes crecieron bajo un influjo principalmente católico, el perdón consiste en “confesarme, esperar a que alguien me perdone y después ya no pasa nada”; para quienes viven bajo el dogma protestante, el perdón se obtiene con trabajo que reivindique y con fe, mientras que para el budista “el perdón no es un simple mecanismo para liberar de culpa a quien nos ofendió, sino que es un mecanismo para que yo sea libre de la amargura que dejó esa acción en mi corazón”; para el totonaca el perdón consiste en desprenderse de temores internos y sentimientos más profundos para así lograr una verdadera conexión cósmica.

En ese sentido pongamos de ejemplo la disertación a la que el pueblo de México se encamina los próximos meses para emitir su voto en una consulta popular, en marzo, sobre si se enjuicia a los expresidentes del país. Sirva el caso de Carlos Salinas de Gortari quien estoy seguro se votará por que se le lleve tras las rejas, y en este sentido, cabe destacar que el perdón no es antónimo de la justicia, sino complemento. Entonces iría a la cárcel y se le incautarían todos sus bienes y serviría para fortalecer el estado de derecho en el país, sin embargo, la sociedad no debiera quedarse atada al pasado, dolida o resentida, sino que valdría la pena ejercer un perdón interno, como el de los totonacas o los budistas, para desprenderse de la amargura y temores consecuencia de haber sido agraviados. Son tiempos de renacer como mexicanos conciliando la justicia con la magnanimidad del perdón.

@CesarG_Madruga

madrugacesardaniel@gmail.com