Conocernos a nosotros mismos es una labor titánica e inacabable, pero es la más apasionante y gratificante que podemos realizar. Es complicado, porque nosotros no somos un producto terminado. Siempre estamos cambiando, para bien o para mal. Hoy no somos lo mismo que ayer, ni mañana seremos lo mismo que hoy. Todo en nosotros cambia constantemente. Nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestro cuerpo, nuestro estado de ánimo. En realidad, somos multipolares pues en nosotros mismos habitan muchas facetas que nos desconciertan y, con mayor razón desconciertan a los demás.

Para conocernos, hay que estudiar nuestra conducta y nuestros impulsos. La finalidad de dicho estudio es la de poder ver con claridad, cuáles son nuestras creencias y hábitos, con el fin de acrecentar lo positivo en nosotros y corregir nuestras deficiencias.

Sería útil profundizar en nosotros mismos para determinar qué es lo que origina nuestras acciones, más que estar tratando de descifrar las de los demás. En realidad, si nos comprendemos a nosotros mismos, podremos comprender mejor al resto de las personas.

Amarnos a nosotros mismos debe ser una premisa y una promesa, ya que por lo general depositamos nuestros afectos en nuestros semejantes, como el amor, la dulzura, los halagos, la tolerancia, pero debemos hacer esto con nosotros mismos puesto que esto elevará nuestro auto-concepto y hará que nos apreciemos y amemos más, reconociendo que no sabemos todo, pero que podemos y debemos caminar con confianza en la vida.

Claro que hay que tener cuidado de no sobrepasarnos con el buen concepto que tenemos de nosotros mismos, porque entonces puede convertirse en vanidad y prepotencia.

Pero la auto-aceptación de nuestra persona con sus cualidades y defectos hará que dejemos de menospreciarnos, compararnos y hasta odiarnos a nosotros mismos y estar devaluándonos constantemente con ideas despectivas y de minusvalía, deseando siempre ser alguien diferente a quienes realmente somos.

Quien tiene confianza en sí mismo, se comporta con gallardía y dignidad y se le nota, en cambio el que no la posee tiene propensión a humillarse ante los demás.

Por lo tanto, confía más en ti mismo. Sabe que dentro de ti existe una sabiduría ancestral que tiene todas las respuestas a tus problemas. Busca en tu interior. La puerta del conocimiento se abre hacia adentro, no hacia afuera.

No pienses en qué dirán de ti, sino reflexiona qué es lo que dices tú de ti mismo. Deja que los demás piensen lo que quieran de ti, tus actos hablarán por ti mismo. Tu personalidad no es lo que tú eres, esa la has forjado, lo que tú eres realmente, sólo tú y Dios lo saben, porque nadie puede penetrar en tus pensamientos, tus intenciones y mucho menos en tu alma.

Tus actos hablarán de quién realmente eres, mucho más que tus palabras.

Nuestra vida es como un libro, en el cual escribimos a diario. Procuremos hoy y siempre, escribir solo páginas bellas y positivas en él.

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