Metrópoli

Coronavirus, cerca de dar la puntilla a restaurantes y negocios de la CDMX

Dueños de establecimientos aseguran que no pueden parar, puesto que tienen que juntar para la renta y salarios de los empleados. Recuerdan que el AH1N1 fue una experiencia a la que sobrevivieron; ahora, con el COVID-19, lo dudan.

Coronavirus, cerca de dar la puntilla a restaurantes y negocios de la CDMX

Coronavirus, cerca de dar la puntilla a restaurantes y negocios de la CDMX

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

“No podemos parar, la renta y la luz no perdonan”, comenta Aarón Ochoa, encargado de uno de los restaurantes más concurridos del Centro Histórico: La Pagoda. Ante el creciente brote pandémico del coronavirus Covid-19, varios locatarios de la ciudad temen que el crecimiento desmedido del virus pueda ocasionar la bancarrota en sus negocios. “Me gustaría darles el día a todos y quedarnos en nuestras casas, pero lamentablemente los gastos siguen incrementando y tenemos que hacer todo lo posible para sobrevivir”.

El subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, anunció que en 15 días se podría estar pasando a una fase de transmisión comunitaria, es decir, el punto crítico, donde no es aconsejable asistir a lugares concurridos.

“Desde que comenzó la pandemia en la ciudad, las ventas han disminuido, no tenemos el mismo flujo de clientes que tenemos en un día normal”, menciona Aarón y explica lo que provocaría el cierre de una semana en el restaurante: “Actualmente son dos los restaurantes bajo mi cargo, una semana de cierre implica una derrama económica de medio millón de pesos”.

Aarón también dice cómo la pandemia de influenza, que vivió en el 2009, le ha ayudado a fortalecer la seguridad sanitaria implementando medidas de seguridad a sus empleados y aumentando el uso constante de gel antibacterial.

Con más de 20 años de trayectoria, la cafetería pasa por uno de los perores momentos en su historia, aunque siguen firmes en su postura de salir adelante pese a estas adversidades, por ahora esperan poder llegar a un acuerdo con los empleados, para establecer las horas de trabajo y las medidas que implementarán en los próximos días.

El panorama para los restaurantes, bares y cafeterías no pinta nada bien, para Audón Bonilla, encargado del Café La Blanca, esta realidad no es ajena, el principal síntoma de la pandemia es la escasez de comensales.

“En un día promedio recibimos alrededor de 300 personas; estas ultimas semanas no hemos corrido con esa suerte, cada vez son menos, los grupos de personas que entran al restaurante, comenta Audón.

La cafetería, que tiene un cupo máximo para 800 personas, ahora se encuentra casi vacía, en el lugar abundan más los empleados que los clientes.

“Siguiendo las normas sanitarias, implementamos medidas para prevenir el contagio, constantemente desinfectamos la entrada y las mesas buscando garantizar la salud de nuestros clientes”.

Otro de sus principales problemas, comenta Audón, es la falta de abastecimiento, aunque los proveedores no han aumentado sus tarifas, la poca clientela es el impedimento para abastecer el restaurante.

Aunque las autoridades no han emitido un comunicado específico con respecto a las acciones que tomarán con estos establecimientos, el encargado, al igual que los empleados, esperan que el Gobierno Capitalino muestre empatía y tome las decisiones prudentes para evitar un desplome en la economía.

La baja en el flujo de clientes para ambos restaurantes es una de sus principales problemáticas; las calles concurridas del centro pasaron a ser calles semivacías; las perfumerías y tiendas de ropa en la zona padecen este mismo problema.

No sólo para los dueños o encargados de los restaurantes esta pandemia representa una adversidad; Juan, mesero de 26 años y padre soltero de dos niñas de seis y ocho años, la situación es cada vez más complicada. “No sólo me puedo preocupar por mí, la salud y el bienestar de mis hijas es lo primordial, por eso mismo no puedo faltar al trabajo”.

Después de cinco años como mesero, ésta es una de las peores crisis que ha vivido, con la baja en clientes sus propinas disminuyen cada vez más, esto representa un 30 por ciento de su salario.

“Vivo al día, no tengo otros ingresos, lo único que me motiva a salir de la casa y exponerme a este virus, es saber que mis hijas estarán bien.

Éste es el preludio a la tempestad que están a punto de vivir los capitalinos, que sin importar la adversidad siguen con sus actividades diarias en espera de que todo esto quede en el pasado.