Opinión

Cuestión de fe

Cuestión de fe

Cuestión de fe

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Si el crimen pertenece a la naturaleza humana,

la ley no pretende imitar tal naturaleza.

Está hecha para corregirla

Albert Camus

El panorama ante el fenómeno delictivo es desalentador, los años pasan y poco o nada se ha logrado en su contención. Suena trillado referir educación, salud, vivienda, esparcimiento, deporte, entre otros, como mecanismos de prevención, pero es que no hay otros, son esos o esos.

Al revés de lo que debería y no es, a algunos notables le ha parecido políticamente redituable volver a poner en la palestra una supuesta “necesidad” de reinstaurar la pena de muerte como sanción.

Amnistía Internacional la define como la negación más extrema de los derechos humanos… un homicidio premeditado, a sangre fría, de un ser humano a manos del Estado y en nombre de la justicia.

Concuerdo, porque no implica únicamente la privación de la vida a cargo del aparato público, sino que va más allá. Transgrede todo derecho fundamental de la persona y con independencia de la forma (silla eléctrica, inyección letal, etc.), es un castigo sencillamente inhumano.

Hoy la sanción más grave en nuestros códigos penales es la pena privativa de la libertad, unas por cierto ridículas, con cuya materialización no sólo se impide el ejercicio de la libertad personal y deambulatoria, sino que, indirecta e indebidamente, se conculcan más derechos fundamentales de los que se pretenden y es que, desafortunadamente, nuestras cárceles carecen de condiciones óptimas para lograr la ansiada pero inalcanzada reinserción social de las personas privadas de su libertad. Con esas sanciones tendría que bastar, si aún así seguimos fallando, entonces la debilidad es mucho más profunda y no puede superarse sólo parchando las consecuencias y no las causas.

Si en algo ha sido consistente el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), es en su incongruencia. Defienden la vida de las especies, de los animales no humanos, pero no de la de los humanos. Desde 2009 fue fiel impulsor de la pena de muerte para quienes cometan delitos como el secuestro.

Trágico que esa perversa idea de venganza sea contagiosa. Ahora el PAN y Morena, quieren discutir esa ocurrencia y lo mejor es que lo hacen movidos por una creencia. Así es. Según se lee en la iniciativa presentada apenas ayer, los delincuentes encuentran un refugio seguro en la ineficacia del sistema penal y para abatir esa ineficacia estiman que lo mejor es ir a la segura aniquilando a las personas en conflicto con la ley penal. Pedazo de joya la que nos regalan. Ellos creen que “la pena de muerte representa un castigo que podría ayudar a reducir la magnitud y frecuencia de crímenes…” Flamante certidumbre jurídica la que nos obsequian. Pongo el acento en creen y en podría ¿Acaso será la vida, algo con lo que estos personajes pueden jugar a especular? Lo que nos dicen es casi que tienen una corazonada.

¡No, hoy menos que nunca! Cierto, es innegable que nos encontramos al límite frente al aumento en la comisión de delitos e impunidad, pero ¿vengarnos de los agresores es el camino? Esa, es una ruta ya explorada. ¿Qué ganamos con la pena de muerte? Cuando una persona con intención delictiva sepa que hay pena de muerte para el delito que pretende cometer ¿dejará de ejecutarlo o sólo perfeccionará su estrategia para acogerse al amplísimo margen de impunidad que reina en México?

La sanción no es en realidad un obstáculo para que los individuos se abstengan de cometer delitos, no es una acción preventiva sino reactiva, prevista como consecuencia que debe dejar de usarse como eje rector de nuestra política criminal.

Hace más de 250 años, en su Tratado de los Delitos y de las Penas, Cesare Bonnesana, Marqués de Beccaria, precursor del Derecho Penal Humanizador refería ¿Qué derecho pueden atribuirse los hombres para despedazar a sus semejantes?, hoy tenemos que repetirnos la misma pregunta.

Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

@capastranac