Opinión

De la alimentación emocional a una nutrición cognitiva

De la alimentación emocional a una nutrición cognitiva

De la alimentación emocional a una nutrición cognitiva

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La salud, hoy en día y a raíz de la pandemia por Covid-19, es uno de los temas vitales que ha dejado de ser objeto de especial atención únicamente para las ciencias de la salud. Como un estado de bienestar no sólo físico, sino mental y social, la salud resulta ser actualmente un asunto de transversalidad que incluso ha venido a modificar hábitos, costumbres y podemos afirmar que hasta tradiciones.

En este proceso, a escala mundial y en nuestro país en particular, muchos esfuerzos se han enfocado a consolidar una cultura de la prevención, tanto individual como colectiva, lo que ha permitido aminorar las afectaciones a la salud y poder dar solución a otros grandes retos en materia de salud pública, como son el sobrepeso y la obesidad que han alcanzado proporciones epidémicas, y la desnutrición con sus efectos negativos sobre los sistemas inmunitario y motor, y en las capacidades cognitivas.

Ambos problemas, si bien afectan a la población en general, particularmente han crecido en las niñas, niños, adolescentes y jóvenes en edad escolar, quienes son potenciales consumidores de productos chatarra, lo que representa un vínculo vicioso en el hogar, la escuela y la comunidad al estar formando malos hábitos alimenticios, que, a la postre, cuando sean adultos, generarán mayores demandas de recursos para la atención de su salud.

De acuerdo a datos estadísticos, en México, al inicio del Gobierno de la Cuarta Trasformación, más del 70% de la población adulta tenía algún problema de exceso de peso; para el caso de la población infantil, según UNICEF, 1 de cada 20 niñas y niños menores de 5 años, y 1 de cada 3 entre los 6 y 19 años, padece sobrepeso u obesidad, colocando a nuestro país entre los primeros lugares en obesidad infantil a nivel mundial.

Se estima que la obesidad es responsable del 1 al 3 % del total de los gastos de atención médica en la mayoría de los países; en México, tiene un costo anual aproximado de 3 mil 500 millones de dólares, por lo que se requiere, ante este gran problema de salud pública, urgentes estrategias y líneas de acción efectivas, sin detallar en la cantidad de recursos económicos dirigidos para la prevención y su control.

Con la finalidad de atender estas necesidades, requerimientos y exigencias de salud, el Gobierno Federal implementó la Estrategia de Educación Nutricional que, entre sus objetivos principales, busca promover en el ámbito individual, familiar y colectivo el consumo de alimentos naturales y propios de la canasta básica, sin dejar de tomar en cuenta el contexto económico y sociocultural. Esta estrategia resulta ser también una orientación alimentaria con información básica, científicamente validada y sistematizada para generar y desarrollar habilidades, actitudes y prácticas que favorecen la adopción de una dieta correcta, accesible y saludable.

Así mismo, la Educación Nutricional implica procesos de empoderamiento no sólo para las personas, sino también para las sociedades, ya que la atención a una problemática multifactorial, es una responsabilidad tanto gubernamental como ciudadana, a fin de adoptar hábitos alimentarios y estilos de vida saludables, respetuosos con las costumbres alimentarias locales y con el medio ambiente, favoreciendo así la diversidad de la dieta y la adecuada nutrición de la población.

En un sentido más amplio, esta educación mejora los hábitos alimentarios de las familias, incluyendo la selección, compra, preparación, distribución y uso de los alimentos en el hogar. Además de ello, puede contribuir a la diversificación de cultivos, a promover el uso de alimentos autóctonos y a proteger la biodiversidad y la cultura alimentaria.

Por ello, resulta necesario, de igual manera, resaltar la trascendencia de la Alimentación Emocional, del estrecho vínculo entre las emociones y la alimentación, ya que repercute en la salud de cada persona y en cualquier etapa de su vida. La alimentación emocional no nace de una necesidad fisiológica (como el hambre), sino de la situación emocional (ansiedad, miedo, tristeza, etcétera) y que es atendida-satisfecha por medio de comida.

Esta situación, a lo largo del confinamiento por la pandemia que originó el coronavirus, ha sido cada vez más latente y ha incrementado el peso y la masa corporal no solo de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, sino de adultos y adultos mayores, donde ha sido un factor de mayor vulnerabilidad.

De acuerdo a especialistas, se ha incrementado aquella experiencia donde el hambre real no es la que hace ingerir alimentos, sino, muchas veces, es el hambre emocional; ello, es resultado de recurrir a la comida para manejar nuestras emociones o para sentir un poco de confort o un poco de tranquilidad, es decir, se recurre a la comida para manejar el estrés o alguna emoción negativa como la tristeza, la soledad o el aburrimiento. El problema con este comportamiento es que, por lo regular, después de comer aquello que, supuestamente, haría sentir mejoría, en realidad incrementa un sentimiento de culpa a la emoción previa de recurrir a la comida.

Considerando que la necesidad de comer está directamente relacionada con alimentación y el estado de salud de las personas, la Educación Nutricional se convierte en una asignatura indispensable en nuestros aprendizajes, en una tarea fundamental para padres y madres de familia, profesores, profesionales de la salud, y para la industria alimentaria, que fomente en la infancia, adolescencia y juventud, conocimientos y habilidades que sean la base de hábitos y estilo de vida que contrarresten los problemas de salud pública.

Educar para una adecuada alimentación que preserve la salud física y mental, es contribuir a una nueva cultura de la prevención para la salud; es crear conciencia, generar nuevas conductas y fomentar una actitud responsable y de respeto hacia las presentes y futuras generaciones.