Escenario

“Decían que la cumbia era corriente, pero la bailaban”: Celso Piña

“¡Claro que suena diferente!” dijo a Crónica, Celso Piña, sobre la cumbia colombiana que tocó al estilo mexicano. Se enamoró del vallenato en los años 70 porque “le cantan al perrito, a las burritas, al cielo, a las estrellas… a todo”

“Decían que la cumbia era corriente, pero la bailaban”: Celso Piña

“Decían que la cumbia era corriente, pero la bailaban”: Celso Piña

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En México, escuchar cumbia colombiana en vivo fue  posible gracias a Celso Piña. Con un acordeón colgado a la altura del pecho y camisas coloridas, el llamado Rebelde del Acordeón se atrevió a mezclar sonidos populares con rock, son, ska y reggae.

La odisea de este artista inició en su barrio: la colonia Independencia, al sur del Cerro de la Campana, en Nuevo León. Ahí forjó su ­identi­dad con las canciones populares que sonaban en la radio y en los bailes callejeros de Monterrey.

Una vez entrenado el oído, Celso Piña compró un disco de Alfredo Gutiérrez – el llamado Rey del Vallenato en Colombia y cantante del grupo Los Corraleros del Majagual –, lo escuchó varias veces y pasó horas imitando los sonidos de cada tema.

“En los años 70 escuché a un grupo de nombre Los Corraleros del Majagual y de inmediato me cautivó su sonido, las trompetas, el ritmo, sus letras muy sencillas y bonitas porque le cantan al perrito, a las burritas, al cielo, a las estrellas… a todo. Me gustó tanto que no me conformé con poner un disco y escucharlo, sino que quise expresarlo”, platicó el cantante en entrevista, realizada cinco años atrás.

Fue en 2001 cuando Celso Piña grabó su disco Barrio bravo, del cual, cinco de sus once temas (“Aunque no sea conmigo”, “Cumbia sobre el río”, “Cumbia de la paz”, “Al pensar en ti” y “Cumbia del poder”) le permitieron salir de Monterrey y llegar a Saltillo, Matamoros y Laredo.

“Fui el primero en presentar la música colombiana en vivo hecha por mexicanos y ¡claro que suena diferente! Empecé a oír que me nombraban como el número uno del vallenato y entendí que el que pega una vez pega las veces que sean, siempre y cuando uno se lo proponga”, expresó Celso Piña.

—¿Por qué la idea de mezclar ritmos?

—Después de grabar Barrio bravo surgieron grupos que imitaron mi estilo. Entonces pensé ¿qué hacer para escucharme diferente? y la respuesta fue lo que hoy es mi música: fusiones de cumbia con rock, reggae y ska. Al principio la gente me decía ¿por qué te andas revolviendo con esos vatos locos? y ahora me preguntan ¿con quién vas a cantar? y hasta me dan recomendaciones.

FORMACIÓN. “Hay un morro de Estados Unidos que quiere música en vivo y quién mejor que tú Celso, ¿qué dices?”, le preguntó un amigo del cantante cuatro décadas atrás, antes de realizarse esta entrevista.

“Sí, yo nada más agarro el acordeón y ustedes la caja y la guacharaca”, esa fue la respuesta de Celso y desde entonces ésa formó parte de las anécdotas que el Rebelde del Acordeón platicaba como los primeros pasos de su formación musical. El cantante regiomontano nunca tomó clases de música, fue un autodidacta del acordeón. Su experiencia ofreciendo espectáculos en público inició cuando tenía 20 años, ya que era el encargado de llevar serenatas a las casas de la colonia Independencia, por petición de sus amigos y vecinos. “Que si era un cumpleaños, una boda; que si la chica o el chavo fulano”, recordó Celso.

Otro de los recuerdos más felices de Piña fue la vez que tocó en un entierro por petición del mismo muerto. “Antes de morir me comentó: ‘si me voy de esta vida tráeme a Celso para que toque mi despedida’”.

Con eso no te puedes echar para atrás. Hice sonar tres o cuatro canciones y ya, porque enseguida empezó la chilladera”.

ACORDEÓN. En el vallenato son indispensables tres instrumentos: el acordeón, la guacharaca —cilindro corrugado que se rasca con un palo de madera— y la caja.

—¿A qué edad compraste tu primer acordeón?

—A los 20 años y aún lo conservo. No lo puedo tocar porque se deshace. Lo conservo en mi oficina, le mandé hacer un cuadro especial de vidrio y ahí está. Si ese acordeón hablase… me recuerda mucho las peleas que se armaban en los lugares donde tocaba y no me pagaban porque todos salían corriendo y yo todavía preguntaba ¿no quieren otra?

Celso Piña compró en 1970 un acordeón chico de dos hileras de teclas, el cual cambió por uno de tres filas, es decir, el más apropiado para tocar música norteña por sus cuatro tonos: la, sol, fa y mi.

“Vendí el primero porque no podía generar todos los sonidos. Le pedí dinero a mi papá y compré un triple viejito que tiene todo el diapasón de madera porque las que hoy fabrican son de plástico. Ése es el que tengo enmarcado”, cuenta el regiomontano.

—¿Has impartido clases?

—He dejado una escuela con todos mis conocimientos de acordeonista. Me han pedido instituciones de Monterrey que dé clases, pero será hasta que me retire porque siempre me echo muchos compromisos. Quieren que esté de planta en un lugar, sólo espérenme a que me retire para dar clases.

El 2 de septiembre de 2003 en Monterrey, Nuevo León, México, en el Museo de Arte Contemporáneo, conoció a Gabriel García Márquez: “Yo estaba tocando, cuando se abre de repente la cortina mágica y se viene la bola de gente, y en medio, el maestro (…) Después de bailar, se sentó y me habló. Me tomó de las manos y me dijo: ‘Celso, gracias por poner muy en alto nuestro folclor musical, y procura ser siempre un buen hombre’”, recordó Piña en otra entrevista.

“Yo le debo mucho a la cumbia, en los 70 empecé a interpretar cumbia y mucha gente decía que era una música muy corriente, pero la bailan (…) Todo cambió hasta que le toqué a mi amigo García Márquez y desde ahí la gente amó la cumbia”, recordó en uno de sus últimos encuentros con la prensa.

Celso Piña falleció el pasado 21 de agosto. Posiblemente ahora debe estar haciendo bailar a Gabo con el tema “Reina de cumbias”, que le pedía especialmente.