Opinión

Democracia amenazada

Democracia amenazada

Democracia amenazada

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La abierta intervención del Presidente de la República en el actual proceso electoral es una grave involución democrática que afecta a nuestro sistema político. Lo poco que hemos logrado avanzar en materia de un sistema electoral creíble y por lo tanto, legítimo se encuentra en peligro. Las intromisiones para incidir en los resultados de la contienda electoral no reparan en el uso de las instituciones para intimidar a candidatos y votantes. Las injerencias no son exclusivas del ámbito federal sino que, siguiendo el pernicioso ejemplo, también se reproducen en estados y municipios. A ello se añade una muy peculiar campaña electoral marcada por la zozobra que deriva de las agresiones, amenazas y secuestros contra candidatos opositores, de las abiertas intimidaciones del crimen organizado en diferentes regiones del país y de las persecuciones judiciales contra líderes políticos. Por si faltara algo, destaca el asedio permanente a nuestro sistema administrativo y jurisdiccional electoral, amagado de reforma o desaparición posteriormente a los comicios. El uso político del miedo resulta inaceptable para un sistema como el nuestro que quiere ser democrático.

Pero las amenazas contra la democracia no son nuevas, sus enemigos son antiguos. La democracia es el producto de un largo proceso evolutivo a través de los siglos y en este camino ha experimentado retrocesos y desafíos, originados desde el espectro de las fuerzas autocráticas, autoritarias, oligárquicas e incluso totalitarias que la rechazan. El historiador griego Tucídides rememora el primer golpe de Estado que sufrió la democracia ateniense, en el año 411 antes de Cristo, cuando demagogos y grupos antidemocráticos encabezados por el aristócrata Alcíbiades favorecieron su caída. Desde entonces, las amenazas al sistema democrático han sido permanentes. También han surgido de otras construcciones políticas que van desde los antiguos estados absolutistas y monárquicos típicos del orden medieval, hasta los modernos intentos por cancelarla encarnados por el nazismo y el fascismo con su intenso apetito de poder y exaltación del líder. Esto sin olvidar al sistema socialista que quiso ser una alternativa al liberalismo democrático y social. El último de los desafíos que enfrenta la democracia proviene de los populismos nacionalistas.

Hasta ahora la democracia ha logrado resistir este asedio permanente enfatizando la participación de sus ciudadanos. Las elecciones representan el momento cúspide -y quizá el único- donde las personas concretas toman la decisión sobre quién debe gobernar. En la vida de los países democráticos las elecciones son el momento más visible del proceso político y se les considera válidas, cuando son competitivas y el ciudadano puede escoger libremente entre diferentes alternativas. De aquí la importancia de la participación electoral como una actividad para seleccionar a los gobernantes. Ella es solo una modalidad de la participación política. Representa la manifestación del vínculo de los ciudadanos con el poder institucionalizado y con las políticas que desarrollan sus representantes en virtud del mandato electoral. Sin participación ciudadana la democracia muere.

El acto de sufragar es el momento clave de la expresión de la soberanía popular, sobre todo en su dimensión de igualdad política entre las personas. La evaluación que realizará el electorado el próximo 6 de junio, no será sobre la ideología o el programa de los partidos, sino sobre la eficacia del gobierno y sobre su capacidad para ofrecer respuestas a las necesidades cotidianas del ciudadano frente a la crisis sanitaria, económica y social. Actualmente, el elector tiene conciencia del valor de su voto y de la oportunidad para expresar su disenso. Ante ello, el voto útil por la coalición opositora “Va por México” es un valor y un fin en sí mismo, representado por la defensa de la democracia.