Opinión

Diarios de la epidemia del SARS, China 2003

Diarios de la epidemia del SARS, China 2003

Diarios de la epidemia del SARS, China 2003

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
(Tercera Parte)24 de abril (jueves)

Suena el teléfono a las 7 de la mañana. “¿Ya te enteraste de las noticias?” —me pregunta la señora Lee al otro lado de la línea— “No” —le respondo— “¿Qué pasa?”. “Anoche se murió la sobrecargo de tu vuelo. Hay otros cuatro contagiados en el mismo avión, todos ya hospitalizados pero ninguno con síntomas graves”.

Por primera vez me preocupo. Ya para el desayuno Pilar y yo sentimos un ligero ardor de garganta que nos pone los pelos de punta. Los alcances de la sugestión, hay que reconocerlo, son incalculables. Nos arde la garganta, nos sentimos mareados, nos duele el cuerpo, nos tomamos la temperatura cada quince minutos a lo largo de toda la mañana, e ingerimos, ya casi delirantes, litros de té y de todos los menjurjes chinos a nuestro alcance en el afán febril de protegernos. Pero, a todo esto, “febril” es el adjetivo equivocado, en realidad no tenemos ni el menor asomo de fiebre.

Nos pegamos a la pantalla del televisor el resto de la tarde. Zapeamos con impaciencia de CNN, a la cadena de noticias de Hong-Kong, de la señal internacional de la televisión española, a la francesa, a la alemana, y al resto de canales de la televisión local.

Escenas de la vida cotidiana vistas a través de una tarde de televisión en tiempos del SARS. Curiosamente los pekineses estaban ya familiarizados con el uso de los cubrebocas, porque cada año, hacia el final de la primavera, la arena del desierto del Gobi empujada por los vientos del norte cubren a la ciudad con una capa de fino polvo amarillo que produce toda suerte de malestares respiratorios y representa una molesta presencia para los capitalinos.

Por ello en estos días es posible ver a personas portando mascarillas de la temporada arenosa anterior, menos ortodoxas que las actuales de color azul. Las hay de todo tipo: de color negro estampadas con la calavera pirata, o bien rosas y con la imagen de Pokemon, e incluso pasan en el reportaje que vemos por la televisión local un cubrebocas con el emblema de los Rolling Stones, la banda británica que ha sido la primera víctima en ausencia de la epidemia: hoy se anunció la cancelación de dos históricos conciertos que debían dar en China, programados a mediados de mayo.

Mas televisión y más té. En estos días se ha popularizado la venta de un té con una mezcla de hierbas medicinales chinas que se anuncia como remedio efectivo para prevenir la infección y fortalecer el sistema inmunológico. Se llama Ban-lan-gen, y se han vendido casi un millón de cajas según los reportes de la industria farmacéutica local. Otro más, llamado Wa-Bao, de un regusto amargo insufrible y un alto poder laxante, provocó toda suerte de exabruptos intestinales entre los alumnos de una universidad de Pekín, luego de que se vieron obligados a tomarlo por instrucción de sus autoridades. De esto y más nos enteramos viendo la tele, o leyendo la prensa, o tomando las llamadas de amigos y colegas que no cesan de procurarnos.

La comunidad de extranjeros también ha tomado sus providencias y ya ha comenzado el éxodo, principalmente de familiares de los altos ejecutivos de las compañías multinacionales y de la comunidad diplomática acreditada en Pekín.

En los últimos días darse la mano o saludar con un beso en la mejilla comienza ser visto como una imprudencia que raya en el mal gusto, y todo aquel que estornuda o tosa en público, así se cubra la boca, será objeto de escarnio, burlas y bromas tras de las cuales se esconde un temor casi patológico, pero disimulado con risas. Por las dudas, nadie invita a sus casas, mientras que el Redoxon, los termómetros electrónicos y los comprimidos vitamínicos, han ingresado a la canasta básica de los extranjeros.

Hoy se escucharon rumores de que cerrarán el aeropuerto internacional de la ciudad por tiempo indefinido, circularon también versiones de que se prepara un desalojo masivo de la ciudad, pero me siguen pareciendo especies sin fundamento, hijas naturales del miedo y la paranoia.

En lo que son peras o manzanas, mi madre me acaba de llamar preocupadísima desde México. Estamos bien, le aseguro, no tenemos nada, tú tranquila, que para penetrar las defensas de un chilango crecido entre la contaminación de la ciudad y los tacos callejeros, se requiere mucho más.

25 de abril (viernes)

Hoy amanecimos con un problema mayor. Carmelo, que tampoco ha salido, no ha hecho caca en dos días y apenas orina unas gotas en los rincones de la casa. Acostumbrado a pasear por el barrio de Sanlitun todos los días dos y hasta tres veces, el encierro y la falta de movimiento le han producido un terrible estreñimiento a nuestro pequeño poodle mini toy. Desde ayer ya no camina ni quiere comer, se echa en su camita y gime a ratos. Una nueva llamada a la gran señora Lee nos permite encontrar la solución. Por la mañana nos han subido por la cuerda una caja con un laxante para perros prescrito por un veterinario.

Lidiamos toda la mañana para que se tomara la pastilla escondida entre un pedazo de pollo que se empeña en escupir, le dimos vueltas y vueltas en el departamento atado a su correa, le sobamos la panza, y por fin dio resultado el laxante, aunque pagaron las consecuencias los tapetes tibetanos de la sala y el comedor.

26 de abril (sábado)

¡Vaya fin de semana que nos espera! Estamos hartos y cansados. No hay nada de épico en esta clausura monacal. Pilar y yo discutimos esta mañana. Ella sugiere que debemos aceptar la oferta que nos hacen para ir a hacernos estudios de sangre a un laboratorio y descartar de una buena vez toda sospecha. Yo le digo que, sin síntoma alguno, no tiene caso salir y arriesgarnos a ir a un hospital chino, que ya faltan dos días, que nos aguantemos un poco más.

Leo en el China Daily que en medio de esta epidemia una vieja costumbre china ha entrado en crisis: escupir en la vía publica acudiendo para ello al auxilio de los más estruendosos y grotescos recursos guturales, lo que se comprenderá que resulta casi un acto de terrorismo bacteriológico en situaciones como la que presenta en Pekín.

Una narración breve de Lie Yi Zhuan, escritor que se remonta al siglo II de nuestra era, nos ofrece alguna pista del origen de esta costumbre ancestral. Según este cuento clásico, la práctica china de escupir con tal desparpajo estaría vinculada a la vieja creencia popular de que resultaba un método efectivo para mantener alejados a los fantasmas, toda vez que se creía que la saliva de los mortales era temida por los espectros. Otros curiosos han acudido a toda suerte de teorías para explicar esta práctica, y hay quienes lo atribuyen a la ingestión desmedida de té de los chinos, que estimula la salivación.

Sea como sea, escupir por medio de un carraspido sobrecogedor es hoy por hoy una práctica no sólo deleznable sino penalizada por la policía de Pekín, que impone multas del equivalente a mil pesos mexicanos a los flemáticos infractores. En los vagones del metro, los autobuses y los andenes del tren se han multiplicado los anuncios con la prohibición expresa y es, en su modestia, una señal de alivio para todos.

edbermejo@yahoo.com.mx
Twitter: @edbermejo