Opinión

Diarios de la epidemia del SARS, China 2003 (quinta y última parte)

Diarios de la epidemia del SARS, China 2003 (quinta y última parte)

Diarios de la epidemia del SARS, China 2003 (quinta y última parte)

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
5 de junio (jueves) Paisajes después de la batalla

Desde que a finales de abril arreció la crisis sanitaria en China y el gobierno admitió la magnitud de la potencial catástrofe a la que se podría enfrentar el país por el brote de la neumonía atípica, las autoridades reportan cada 24 horas del avance del virus. En las peores jornadas de principios de mayo los números se abultaban con un promedio de 150 nuevos casos diarios en todo el país, y en pocos días las cifras se elevaron a más de cinco mil contagiados y 300 decesos a consecuencia de la enfermedad, lo que puso a temblar al planeta.

Hoy jueves el cuadro estadístico que diariamente se publica en la página dos del China Daily, por segunda ocasión en menos de una semana mostraba un estimulante cúmulo de ceros en los 24 casilleros donde se registran los nuevos casos del día anterior en aquellas provincias y regiones autónomas del país que fueron azotadas por la enfermedad.

La República Popular China ocupa un territorio superior al de toda Europa y tiene una población que duplica al conjunto de los habitantes del continente americano, incluyendo por supuesto Estados Unidos y Canadá. Valgan estos dos indicadores para comprender la magnitud que reviste la noticia de que, por segundo día en el transcurso de una semana, en toda la extensión geográfica y humana de China no se registraron nuevos casos.

La lista de 24 lings (cero en chino) reconforta sin duda a la población; tranquiliza a las autoridades, y confirma los pronósticos de los expertos quienes anunciaban un descenso continuo de la enfermedad, en parte como resultado del ciclo biológico de expansión y descenso del virus, pero también ante el éxito de las medidas tomadas para contener el avance de la epidemia, en lo que representó una masiva y colosal operación sanitaria de emergencia, un despliegue sorprendente de la enorme maquinaria estatal del gobierno chino en todos su niveles.

29 de junio (domingo) Colofón

“Los más sabios y los más ignorantes son los únicos que no se espantan ni se alteran” escribió Confucio hace dos mil quinientos años en el libro XVII de las Analectas. La sabiduría milenaria del gran maestro chino de todos los tiempos una vez más se verificó puntual y elocuente durante los peores días del temor a quedar contagiado por el (SARS), un extraño mal sobrecargado de adjetivos que irrumpió en el imaginario aprehensivo y paranoico de la humanidad en los albores del siglo XXI.

Otra epidemia se desató con el SARS: la propagación irracional del miedo, una suerte de Síndrome de la Indefensión Colectiva (llamémosle a esto: SIC) y se esparció a través de una extensa e ingobernable red de contagio que se nutrió lo mismo de la desinformación y el silencio de las autoridades chinas en un principio, que de la sobreinformación y el catastrofismo de una prensa Occidental acostumbrada a barruntar apocalipsis a la vuelta de la esquina.

Los medios informativos mundiales pasaron del catastrofismo al silencio, y el SARS desapareció de las ocho columnas y de los noticiarios de la radio y la televisión cuando se hizo visible que el mal no habría de ser una peste de proporciones bíblicas, ni mucho menos.

Se puede decir entonces que sólo aquellos cobijados en el manto de la ilustración —médica o matemática—, o bien aquellos cientos de millones de campesinos chinos que no terminaron de enterarse de la magnitud del problema, han resultado ilesos a la doble enfermedad que azotó China y al mundo: una biológica y viral; el SARS; la otra social, psicológica y mediática: el miedo al SARS. Llamémosle a esto, siguiendo a Confucio: los ilustrados y los ignorantes.

A favor de los primeros, es decir, de los “sabios impasibles”, han jugado los números y las estadísticas. Baste pensar que poco más de 5 mil contagiados y 370 muertos en una nación de mil 300 millones de almas no es para desquiciar a nadie... y no obstante desquició dentro y fuera de China. Si a ello sumamos que del total de contagios es muy probable la recuperación total en más del 80 por ciento de los casos, la probabilidad de vivir en China y morir de SARS ha sido verdaderamente baja, algo así como una en 35 millones.

Siguiendo el parangón establecido entre los Estados Unidos y México, es justo decir que si China sufre un resfriado el resto del mundo se arriesga a una pulmonía, de ahí la importancia estratégica de que la epidemia no llegase a repercutir sustantivamente en la marcha global de la economía, un efecto prácticamente descartado.

Médicos y biólogos que se resistieron a la histeria colectiva alegaban, por ejemplo, la inutilidad del cubrebocas en los sitios abiertos, pues en la inmensa mayoría de los casos el virus se transmitió por intensa y continua exposición a un enfermo y no en un encuentro casual; alegaban también la falta de evidencia médica a que el SARS se pudiera contagiar durante el periodo de incubación del virus en el que no se presentan síntomas, lo que hubiera ahorrado maltratos y segregaciones masivas de miles de “sospechosos” que pagaron con su encierro el miedo desproporcionado que se respiraba en las calles; la inutilidad de las radiografías de pulmón que se les exigió a trabajadores, viajeros y “sospechosos” en toda China. Un dato más revela los alcances infructuosos del temor: se estima que en las últimas cuatro semanas se le tomó la temperatura a por lo menos 12 millones de personas en los aeropuertos, puentes carreteros y cruces fronterizos del país, esta operación colosal dejó como saldo tan sólo cuatro personas a las que se les detectó portadoras del virus del SARS.

Hay que considerar, por otra parte, la vastedad territorial y demográfica de China, pero sobre todo el hecho de que los 800 millones de habitantes en las zonas rurales se han mantenido más bien ajenos a un fenómeno que es en esencia urbano y mediático. Esa enorme masa que ignora los avatares que se viven en las ciudades y que continua su vida con entera normalidad, es el otro reverso de la moneda al que se refería Confucio y que no hay que olvidar, por más que la información global nos ofrezca un cuadro diferente. De manera que una inmensa parte de la población en China se mantuvo virtualmente ajena al tema de la epidemia, felizmente ignorante y alejada del temor, como lo sugiere la sentencia confuciana.

“En la primavera siembra un grano de arroz y en el otoño recogerás miles de granos”, reza un antiguo proverbio chino del siglo VII de nuestra era. Si las cifras que esta semana ofreció el gobierno de Pekín se consolidan, y el país logra encadenar 10 días consecutivos sin registrar nuevos casos de neumonía atípica como lo establece la OMS, el otoño chino se vislumbra mejor. Con todo, en los días venideros no se descarta la presentación de nuevos casos aislados de SARS, como ya ocurrió en Toronto y que mantendrán el nerviosismo y la inquietud por un tiempo más, pero en general expertos y autoridades coinciden en el hecho de que nos acercamos al final del túnel y que en cuestión de semanas, o en el peor de los casos, meses, la confianza internacional de viajar a China y hacer negocios con el gran gigante asiático se reestablecerá.

edbermejo@yahoo.com.mx
Twitter: @edbermejo