Opinión

Dos de mis maestros

Dos de mis maestros

Dos de mis maestros

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El pasado 26 de septiembre Julia Carabias y Rolando Cordera recibieron el mejor y mayor reconocimiento que la Universidad Nacional puede otorgar: el Doctorado Honoris Causa. Ocurrió en la misma ceremonia, al lado de otros personajes señeros, pero yo tengo la suerte de conocer a estos dos, me precio de ser su amigo y lo que es más, son mis maestros.

Pero no es sólo por ello que quiero escribir, lo hago porque se trata de dos trayectorias muy originales que han moldeado para bien la discusión pública académica y cultural de México, con un esmero y una obsesión extraordinarias.

Lo de Carabias es digno de un documental pues hablamos de la científica pionera y la activista más representativa de la protección al medio ambiente mexicano. Cuando nadie hablaba de estas cosas, cuando la sustentabilidad, la conservación o el cambio climático eran conceptos reservados para la literatura y la investigación especializada, Carabias comenzó un peregrinar tanto con la pluma como con su persona al entregarse en cuerpo y alma al estudio de los riesgos ambientales de México y de sus puntos críticos, que ya se asomaban siniestramente, al terminar los años ochenta.

Carabias fue la primer persona que supo elaborar una política y una institución para el medio ambiente mexicano y conformó al grupo de funcionarios más competente y comprometido para esa tarea inaugural. Su legado, que proviene de los año noventa, aún se deja sentir y la elaboración política que realizó esos años aún sigue produciendo escuela, ya bien entrado el siglo 21.

Pero es una mujer de acción. Su valentía la ha llevado a comprometerse de una manera completa en el cuidado del sistema acuífero de Montes Azules, principal surtidor de agua dulce en todo el país, entre otros ecosistemas cruciales.

Cada actividad por aparte ameritan ya un reconocimiento de gran calado, pero Julia Carabias reúne todos en una sola persona con singular devoción y mucha modestia.

Rolando Cordera es otra ave rara en el concierto político e intelectual mexicano. Denodado reformista uno de los primeros legisladores de la izquierda mexicana, cuyo papel en la tribuna y en la elaboración programática de su partido (el Socialista Unificado de México) todavía se recuerda.

Pero no hay ninguna otra voz en la academia mexicana que insista tanto y de tantas formas en subrayar a la desigualdad y la pobreza como los problemas económicos fundamentales de la nación.

Insisto en decir que, siendo problemas morales (inaceptables moralmente) son sobre todo, problemas económicos, asuntos que traban ellos mismos al crecimiento y al desarrollo, como no se cansa de decirlo el propio Cordera. Esa obsesión lo ha hecho una voz excepcional e imprescindible en el territorio que Humboldt bautizó como “el país de la desigualdad” y su intensa actividad en la UNAM, o en los medios de comunicación ha influenciado innumerables trabajos, investigaciones e iniciativas políticas, como por ejemplo, el debate de los salarios mínimos.

Medio ambiente y desarrollo, conservación y erradicación de la pobreza son dos de los temas que no podemos eludir en México, porque muy temprano, allá en los setentas y ochentas hubo dos mexicanos que consagraron trayectoria vital y energía intelectual a construir los edificios políticos, teóricos y argumentales que los tienen hoy en el centro inescapable de la modernidad mexicana y de su agenda.

La Doctora Carabias y el Doctor Cordera son además fundadores del Instituto de Estudios para la Transición Democrática que esta semana cumple 30 años y como se dice en su jerga, son además, muy amigos de sus amigos. Eso también había que constatarlo.

ricbec@prodigy.net.mx

@ricbecverdadero