Opinión

Economía y semáforo rojo

Economía y semáforo rojo

Economía y semáforo rojo

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El presidente López Obrador cree, quien sabe por qué magias, que la economía mexicana llegará en pocos meses a los niveles de producción y empleo que tenía antes de la pandemia. Los datos indican que eso no será hasta 2024 o 2025… siempre y cuando no haya otro frenón derivado de una situación de emergencia mundial.

¿Por qué tanto tiempo? En primer lugar, porque en el cierre económico de esta primavera se perdieron de manera absoluta 12 millones de empleos, y la recuperación de los mismos va a ser paulatina.

¿Por qué será paulatina? Porque muchas empresas, sobre todo pequeñas y medianas, cerraron definitivamente y otras redujeron a su personal. El proceso de re creación de empresas y de recontratación en aquellas que disminuyeron su tamaño no es en automático, sino que depende de cómo se vaya desarrollando la demanda por los bienes y servicios que producen, y también de cómo puedan las personas ir juntando su capital.

Como casi no hubo apoyos del gobierno a los trabajadores que dejaron de producir durante el cierre y tampoco existe un seguro de desempleo digno de ese nombre, el consumo de los hogares se ha desplomado y varias pequeñas empresas perdieron totalmente su capital. Los apoyos sociales que han sido bandera del gobierno federal son insuficientes, por mucho, para resarcir esas pérdidas en la demanda de bienes y servicios. Y los estímulos de política monetaria, a través de la baja en las tasas de interés, sí sirven, pero sólo funcionan en la medida en que haya inversiones rentables a la vista. Para que las haya se necesita demanda. Y también condiciones institucionales. Hay muy poco de las dos.

Por eso, los recientes datos sobre el comportamiento de la economía no sorprenden. Tenemos una reactivación en el tercer trimestre del año, pero menor a la que hubiera sucedido con un rebote natural: la economía mexicana cayó 17% en el segundo trimestre y recuperó 12.5% en el tercero. Con esas cifras, 2020 apunta para una caída de 8.6% en el Producto Interno Bruto (de hecho, sólo una improbable recuperación superior al 20% hubiera evitado los números negativos).

Pero hay otros elementos, que nos hablan de los límites de la recuperación económica. Si atendemos a las cifras de comercio exterior, encontraremos que las exportaciones no petroleras ya están en los niveles anteriores a la pandemia. Es el único sector en el que se ve clara mejoría. En cambio, las importaciones, tanto de bienes de capital como de bienes de consumo, siguen hundidas.

Eso significa tres cosas. Una, que en contra de lo que se pronosticaba hace dos años, el modelo económico sigue dependiendo de la dinámica del sector exportador y, por lo tanto, de la demanda externa. Otra, que tanto el consumo como la inversión nacional se están apachurrando, arrastradas por el bajo nivel de gasto público, la inexistencia de apoyos sociales productivos y la escasez de decisiones de inversión, dado el entorno económico y político. La tercera es que, en esas circunstancias, tener un superávit en la balanza comercial es lo de menos.

Además, todo ello es indicador de un asunto que debería preocupar a quienes, desde el gobierno federal, apuestan a una mejor distribución del ingreso y de las oportunidades. Las unidades económicas de exportación, que es la parte de la economía que está funcionando, se concentran geográficamente en las zonas más ricas del país -el norte y las grandes metrópolis-, mientras que las regiones más pobres suelen estar estrictamente dirigidas al mercado interno, que es el que tiene la demanda desplomada. Dejar las cosas a su dinámica se traducirá en una mayor desigualdad regional y social.

Para completar el panorama, tenemos una inflación general bajo control -no podía ser menos en una situación de recesión prolongada-, pero si bien la tasa a precios absolutos sube poco, está habiendo un cambio en los precios relativos. Los bienes necesarios, y en particular los de la canasta alimentaria, están subiendo más rápidamente que los otros. Y hay un bien cuyo precio ha tenido un desplome: el trabajo. Las remuneraciones medias están a la baja en casi todos los sectores (en parte debido al aumento del trabajo a tiempo parcial). En esta crisis el capital ha perdido, pero el trabajo ha perdido más.

Y como en el gobierno creen que todo va bien, seguirá la misma política económica de austeridad que lo único que logrará es que todos pierdan, menos uno de los sectores que ya estaba ganando, y que no regresemos a donde estábamos hasta el final del sexenio.

El presidente López Obrador ha demostrado una y otra vez que el manejo de la economía no es lo suyo. Lo suyo es el olfato político. Y es con éste, no con ninguna agarradera basada en hechos, que pronostica la rápida vuelta a las condiciones económicas anteriores a la pandemia. En términos políticos no importa que ese regreso no vaya a pasar; lo que importa es que su popularidad se cayó con el cierre económico de primavera y se recuperó parcialmente con el retorno a las actividades. Si se mantiene la esperanza de mejoría económica, así sea vana, también se mantienen las condiciones para mantener la mayoría política. Ahí está el detalle.

Nada más por eso, independientemente de cómo se comporte la pandemia, va a estar muy difícil regresar al semáforo rojo. Aunque la OMS regañe al gobierno de México.

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