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Ecos de la marcha (una recopilación de las voces de mujer)

Lejos de los reflectores, que suelen ser atraídos por las mujeres que ejercen violencia durante las manifestaciones, las voces de miles de mujeres quedaron allí, en calles y Zócalo de la capital. Esta es una recopilación de las mismas

Ecos de la marcha (una recopilación de las voces de mujer)

Ecos de la marcha (una recopilación de las voces de mujer)

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

“No quería marchar pero no saben la impotencia y el dolor que siento…”, fue un comentario escuchado durante la marcha del 8M. Mamás con sus pequeños, grupos de amigas, abuelitas con sus nietas, familias enteras y otros cientos de mujeres salieron a protestar para gritar su enojo por las violencias que han sufrido durante sus vidas.

“No solo gritamos por nuestras muertas, también por las sobrevivientes que seguimos aquí, teniendo que arriesgarnos para exigir justicia a las autoridades”, relatan un par de chicas frente de un bloque tapizado con denuncias públicas de agresores. Muchas de ellas aseguran recurrir a la exposición como último recurso pues están desesperadas de que sus denuncias queden archivadas, como es común respecto a violencia de género, mientras que quienes las agredieron continúan libres.

Todas las manifestantes tienen una historia, algunas la escriben en carteles que exhiben durante la marcha, otras imprimieron las fotos y nombres de sus agresores para pegarlos en los muros y vallas metálicas que rodeaban las calles del Centro Histórico.

“Me violó mi padre y su familia no me creyó”, “hoy marcho para que mi hija crezca libre”, “hubiera querido que mi mamá fuera la última”, rezaban cartulinas que mujeres sostuvieron en alto durante toda la tarde, buscando atraer las miradas de los transeúntes curiosos que miran despectivamente las pintas y los vidrios rotos.

Se colocaron varios “tendederos” de denuncias a lo largo del trayecto, todos repletos de historias desgarradoras. “Yo lo hablo porque a mi amiga le da pena todavía, este sujeto la acosó y violentó. A él no le ha pasado nada. Te quiero hermana, estoy aquí para ti”, gritó una chica alrededor de una fogata hecha para quemar hojas con las fotos de acosadores y violadores. Después de gritar el nombre del agresor y su delito, las demás chicas replican con frases de apoyo y abrazos, pues el amor y acompañamiento entre mujeres se han vuelto un factor clave para el movimiento feminista. “Yo si te creo, porque todas tenemos una amiga que ha sufrido algún acoso o ataque sexual, sino es que nosotras mismas lo hemos enfrentado”, asegura una chica.

A pesar de la pandemia y la intimidación derivada de las veintiún imputaciones a feministas por participar en la pasada marcha del 8M, el perímetro entre Revolución y Zócalo se llenó por completo de pañuelos verdes y morados. “Me da más miedo que me maten que el COVID”, declara una adolescente.

Sin embargo las historias que cargan aún más dolor e impotencia son las de familiares de víctimas y sobrevivientes de intentos de feminicidio. Tal es el caso de dos mujeres que buscaban difundir la foto de los hombres que han intentado asesinarlas en dos ocasiones distintas, ambas han sido desplazadas de su hogar y viven con miedo de que algo les pase; publicitar los rostros y nombres de sus agresores es su última esperanza para obtener justicia.

“Noe Cervantes Ramirez y Marcos Molina García tienen siete carpetas de investigación en su contra, pero no proceden. Ellos atentaron contra nosotras dos veces, la última en 2018 cuando incendiaron nuestro carro para quemarnos”, relatan a Crónica. La primera vez que quisieron matarlas fue en 2015, disparando en el brazo a una de ellas, causándole daño permanente. En aquella primera ocasión acudieron a la Fiscalía e incluso conversaron directamente con la fiscal Ernestina Godoy. Más de cinco años después su caso sigue impune.

Me cuidan mis amigas

El segundo tema que imperó en las conversaciones fue el temor a las autoridades y su constante defensa a hombres acusados por violencia de género. La incongruencia entre los mensajes públicos que da la SSC y los cientos de granaderos que rodeaban las calles provocó aún más inconformidad entre las feministas.

“No me cuida la policía, me cuidan mis amigas”, fue el lema que repitieron una y otra vez después de ser rociadas por gas lacrimógeno o al ser golpeadas por los objetos que lanzaban por detrás de las vallas

A pesar de que el gobierno de Sheinbaum aseguró que solo asistirian policías mujeres y sin armas, se vislumbraban cientos de uniformados que en su mayoría eran hombres y que agredieron constantemente a las mujeres, incluyendo a menores de edad. Una niña de 15 años fue encapsulada frente a Palacio Nacional, liberada horas después por las mediaciones entre las organizaciones civiles; pequeñas en brazos también fueron gaseadas.No solo en gritos se vió el enojo contra los elementos de seguridad, en las paredes y en los carteles se veía reflejado también. “Ellos cuidan las paredes ¿y dónde estaban cuando me violaron”, confiesa entre lágrimas una mujer.