Opinión

El administrador de la muerte

El administrador de la muerte

El administrador de la muerte

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

¿Cuántas vidas salvó el doctor Hugo López-Gatell al gestionar la crisis COVID-19? Esa es la pregunta básica que debe hacerse una vez que la nueva normalidad esté plenamente asentada. ¿Es injusto hacer esa pregunta? No, el doctor conocía las responsabilidades de su cargo y el entorno presupuestal, de salud pública y de las peculiaridades del Presidente de la República en turno.

La primera parte de la respuesta no le es desfavorable, pues decenas de miles pudieron ser atendidos gracias a la reconversión hospitalaria que ordenó. Sin duda, la gestión de López-Gatell procuró atención a los pacientes afectados por el nuevo virus y salvó muchas vidas. Pero hay una duda de fondo a resolver para saber si ese logro inicial se vio revertido. Allí está la verdadera y final evaluación de López-Gatell (LG de aquí en adelante). No es un asunto estadístico, sino que se refiere a la muerte, ¿el doctor la contuvo?

Es imposible no rebasar la línea de los 30 mil decesos en el país y lo haremos a una velocidad de muerte que, previsiblemente, es aún relevante en el caso mexicano. Entre 350 y 450 muertos al día. La línea de los 30 mil decesos no es ya una referencia por inevitable; los objetivos posibles y el punto de evaluación ahora están sobre el límite de los 40 mil muertos. Con mala gestión de la reapertura o de un segundo brote anual, la línea se moverá hasta los 50 mil.

A raíz de esto, la evaluación de LG tiene suficientes elementos para configurarse. Lo que en un principio se nos presentó como la cifra de muertes que el COVID-19 habría de provocar sin tomar medidas drásticas, es ahora nuestro horizonte deseable. No hay una sola actividad humana en la que esto sea loable; la regla general es penalizar que el resultado sin tomar acciones se transforme en el horizonte deseable. Y en este caso lo que estaba en juego eran vidas.

LG se convirtió en la práctica en un administrador de la muerte. Su obsesión geométrica por el aplanamiento, que no logró en el momento que hubiera sido útil, sólo funcionó para garantizar un periodo extendido de contagios y decesos. Un panorama de hospitales sin saturar (siempre y cuando no se piense en todos los pacientes de otras enfermedades que se quedaron sin servicio), tampoco es algo útil si no hay una reducción en la pérdida de vidas. Y eso es lo más crítico, que todo apunta a que la gestión de LG sólo incidió en la forma como se presentaron los decesos sin ir directo al fondo del asunto: evitar que ocurrieran. En el gran costal de muerte que ya implicaba el COVID, LG fue metiendo la mano y sacando su contenido poco a poco.

LG, como administrador de la muerte, podrá decir siempre que este resultado era inevitable. A diferencia de un hombre de estado y de gobierno, el mal administrador gestiona lo que ya considera una realidad inalterable. Y la muerte COVID-19 para LG parece ser algo que se le ha ido acumulando sin alterarlo. Si pronosticaba 8 mil muertes y luego 20 mil y luego 35 mil, era sencillamente porque la muerte no dejaba de aparecer en su costal y ante eso había que modificar la pizarra para sus conferencias de prensa.

Y aun pensando que el administrador de la muerte pudiese tener razón en la inevitabilidad, entonces los márgenes de la muerte, los pocos decesos que se le lograran arrebatar a la pandemia, serían valiosos uno a uno. Y el problema es que la gestión de LG no estuvo dirigida nunca a esto. El cubrebocas era inútil (claramente porque un solo mexicano, el Presidente, no deseaba ponérselo), los mensajes confusos sobre la pandemia (salga, guárdese) y las maromas por justificar lo que ese mismo mexicano deseaba que sucediera, contrarrestan por si sola la reconversión hospitalaria. Generaba servicios médicos al mismo tiempo que enfermos.

Y el terco negacionista del cubrebocas sigue allí, dando maromas que ya no causan gracia a nadie cuando sus propios invitados al TalkShow de las 19 horas lo desdicen.

Los comentarios adicionales que deben aparecer al pie de página en la evaluación a LG no son un secreto para nadie: ¿Sabe decirle que no al Presidente? ¿Qué efecto puede producir de continuar asignado a la gestión del COVID-19? ¿Las demás responsabilidades, la que no realiza por emergencia, sino las habituales, padecen de esta misma vocación por el negacionismo?

La evaluación de LG ya vendrá y no será novedad que sea reprobatoria. El COVID-19 se queda entre nosotros; su senda de muerte también y, por ahora, tenemos quien la administre, la grafique y la comente todos los días.