Opinión

El Anarquismo y el Plan Nacional de Desarrollo

El Anarquismo y el Plan Nacional de Desarrollo

El Anarquismo y el Plan Nacional de Desarrollo

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Bertrand Russell, en su obra Los caminos de la libertad (1918), escribió “Los anarquistas sostienen que el criminal es producido por las malas condiciones sociales, y desaparecería en un mundo creado como ellos quieren.”

El Premio Nobel de Literatura, inglés, nacido en una familia aristocrática, pensador liberal, dedicó buena parte de su obra a las cuestiones sociales y morales en un mundo sometido a un cambio acelerado producto de los odios acumulados en el siglo XIX, que explotaron en la primera y segunda Guerras Mundiales (el genocidio más espantoso de la humanidad que se prolongó por treinta años).

Russell fue un permanente inconforme, cuya obra es muy poco apta para mentes rígidas y estructuradas. Respecto a la filosofía política, en el libro citado, expuso las etapas históricas del socialismo, el anarquismo y el sindicalismo y trató temas relacionados con el gobierno, la ciencia y la cultura en el socialismo. En 1946, según confiesa en la tercera edición, el anarquismo que profesaba en los años veinte le pareció un arrebato juvenil, poco sustentado por la realidad.

Nuestra época —especialmente las generaciones llamadas por su relación con la informática Z y millennials— se inclina al anarquismo. El ideal de la sociedad sin gobierno, en la que el individuo es dueño total de sus actos y libre frente a cualquier poder. El trabajo forzado por la necesidad de allegarse de lo indispensable para la vida —propio de una sociedad capitalista— debe abolirse y todos los hombres recibir una renta básica para la sobrevivencia, que aumentaría la productividad social.

La tercera ola de liberación de la humanidad latente en el internet y las redes sociales —que por ningún motivo deben ser censuradas— permiten a los jóvenes acceder sin intermediación alguna a los mayores logros imaginables en cualquier campo de la creatividad humana. El Estado de­saparece y la bandera de este proceso es la inutilidad de los bancos centrales emisores de moneda que pueden ser fácilmente sustituibles por el bitcoin.

Las plataformas informáticas que sustituyen a los servicios tradicionales, el trabajo a distancia, la realidad virtual y la sensación de ubicuidad que produce el chateo a distancia (estar en dos lugares al mismo tiempo) fortalecen la idea de libertad vinculada con movimientos políticos, sociales, artísticos, culturales y económicos, cuyo atractivo principal es lo efímero y la carencia de compromisos a largo plazo.

En este escenario, la semilla del anarquismo rinde frutos. Todo lo estructurado debe ser sustituido por una relación directa entre las personas. Todo lo que no le convenga al individuo en un momento determinado es sinónimo de ­corrupción y el gobierno debe garantizar que todos reciban un mínimo vital sin que haya relación con el mérito, el talento o el esfuerzo. La igualdad de oportunidades propia del liberalismo debe ser sustituida por la igualdad de retribuciones.

Una vez garantizado el mínimo vital, con las necesidades básicas satisfechas, el incentivo para delinquir desaparecerá y surgirá una solidaridad social espontánea. Este supuesto —anarquista en su esencia— sirve de base para la disminución de la inseguridad y del crimen organizado en nuestro país, conforme a lo propuesto en el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2024.

Todo es paradisíaco y atractivo hasta que alguien impulsado por su egoísmo y su deseo de sentirse superior a los demás impone un orden autoritariamente. La clase trabajadora o la raza aria fueron la justificación para que una minoría determinara el rumbo de la nueva sociedad, que en nombre de la libertad la suprimió.

El anarquismo fue la semilla de los totalitarismos genocidas del siglo XX por dos razones: la desilusión de sus defensores que rápidamente cayeron en cuenta que la solidaridad estatal, la abolición del salario con inspiración capitalista basado en la competencia y en el talento individual, no suprimía la ambición del ser humano y la formación de una vanguardia con orígenes en estos movimientos antisistémicos que se concibió como LA vía de superación del egoísmo del individuo.

La lectura del Plan Nacional de Desarrollo preocupa por su contenido anarquista y su gran potencial de generar desilusión en los próximos años, cuando la realidad de la naturaleza humana se manifieste en una criminalidad no controlada con la expansión del gasto social y los grupos clientelares se conviertan en células de denunciantes y perseguidores de adversarios y enemigos inexistentes que provocaron el fracaso.

El escenario es pesimista si se adiciona a la exaltación del rencor entre las clases sociales y el nacionalismo de libro de texto. La bomba molotov —arma favorita de los anarquistas— está preparada. Esperemos que las nuevas circunstancias del mundo, una mayor institucionalización y el recuerdo del gran genocidio humano sean el freno para que los movimientos cargados de odio no recuperen su fuerza destructora. El movimiento anarquista fue uno de los puntos de partida hace un siglo.

Profesor del INAP

cmatutegonzalez@yahoo.com.mx