Opinión

El brexit, serio aviso para euroescépticos y también para europeístas

El brexit, serio aviso para euroescépticos y también para europeístas

El brexit, serio aviso para euroescépticos y también para europeístas

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Cuando el 23 de junio de 2016 los británicos decidieron, por un margen mínimo, abandonar la Unión Europea, lo hicieron con un profundo desconocimiento de qué supone realmente abandonar el club comunitario. Tres años y medio después, y con casi un año de retraso, ya sabemos que el proceso ha sido un martirio tanto para los que estaban a favor de “recuperar la soberanía” como para los que se dieron cuenta del grave error que se acababa de cometer.

También entonces, varios opinadores lenguaraces, profesionales o aficionados, pronosticaron que el referéndum del brexit abriría el camino para que otras naciones donde ya entonces el populismo estaba en franco aumento apostaran por abandonar la UE. Hubo quien prácticamente pronosticó el pronto desmembramiento de la Unión, del mercado común y del Espacio Schengen, que permite volar entre los países del club comunitario sin visas ni ­pasaportes.

Yo personalmente ya entonces mostré mis dudas sobre esta teoría. Porque aunque es cierto que, para mayor dificultad, en aquel momento la UE pasaba por la sacudida de la crisis de los millones de migrantes que trataban de alcanzar las costas de Italia o de Grecia, no podía imaginar un escenario tan apocalíptico.

Y eso era sin saber todavía que el proceso de desconexión entre Londres y Bruselas haría caer a una primera ministra, ­Theresa May, y que la fecha de la salida debería aplazarse hasta en dos ocasiones; esto, sumado a las dificultades que primero May y luego Boris Johnson han sufrido para aprobar su proyecto de ley del brexit.

Pronto se vio claro que aplicar el artículo 50 del Tratado fundacional de Lisboa y abandonar la Unión Europea no sería nada fácil, y tres años y medio después me atrevería a decir que el sufrimiento de los británicos sirve de lección para más de uno y de dos para que lo piensen dos veces antes de atreverse a querer para sus ciudadanos lo que les ha ocurrido a los británicos.

El tormento de las negociaciones pormenorizadas con los líderes europeos en Bruselas y la agonía de buscar los respaldos necesarios para aprobar dentro del país el acuerdo alcanzado es un mar de lágrimas que nadie en su sano juicio querría replicar.

Y me atrevería a decir que ésta es la realidad, porque hace tiempo que ninguno de los grandes populistas de extrema derecha —o también de extrema izquierda— menciona la posibilidad de abandonar la UE. Salvini en Italia o Marine Le Pen en Francia pueden gritar y gesticular tanto como quieran contra Bruselas, pero dar el paso de prometer un ‘itexit’ o un ‘frexit’ ya es muy distinto.

El corriente más bien apuesta por la confrontación, como cuando precisamente Salvini, siendo secretario de Interior italiano, antes del cambio de gobierno, envió a Bruselas unos presupuestos que sabía perfectamente que eran inaceptables para la Unión Europea. Esto, porque también sabía que aunque la UE contempla procesos sancionadores contra aquellos países que incumplan sus directivas, hasta la fecha no los ha aplicado a nadie y se ha limitado a abrir expedientes y dar advertencias.

Sabiendo que la estrategia de los populistas, visto el desastre que es —y peor que será— el brexit, es la de desgastar a la UE desde dentro, Bruselas haría bien en empezar a considerar la opción de aplicar las sanciones que sus estatutos contemplan. Así, demostraría a los populistas que es capaz de aplicar con ellos la misma mano dura que ha aplicado con los negociadores británicos, que más de un día deben haberse echado a llorar en la cama después de una de­sesperante jornada de negociaciones con una contraparte que no tenía ninguna necesidad de dar su brazo a torcer.

marcelsanroma@gmail.com