Opinión

El buen modelo democrático de nuestro país

El buen modelo democrático de nuestro país

El buen modelo democrático de nuestro país

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En el mundo que las democracias (como garantes de la libertad e igualdad) están siendo puestas a prueba. El brexit, Donald Trump, Jair Bolsonaro, cierto tipo de gobiernos y decisiones que se están tomando a través de los mecanismos de democracia que muchos años y en algunos casos sangre, nos han costado alcanzar. Pero también reflejan un hartazgo de las sociedades a ciertos modelos que no han dado de sí, que no han logrado resolver temas como la ­desigualdad y en todo caso la acentúan. Hartazgo con una clase política, cansancio de las mismas recetas, de los mismos rostros, de la permanente promesa de crecimiento o cambio. México se vuelve claro ejemplo, con los niveles ofensivos de inseguridad, con “monstruos” que reflejan que algo en la sociedad está podrido, que ven en otros nombres la tan cacareada esperanza para por fin, respirar otros aires.

Por ejemplo, respecto de las medidas reguladas a nivel local hay que precisar que en el caso de México, al ser un país federal y a fin de armonizar el análisis con otros países que comparten este tipo de sistema político, se optó por hacer un análisis a nivel estadual que implicó promediar las puntuaciones obtenidas por las regulaciones de los 32 estados federativos. Algunas deficiencias en regulaciones de estados específicos relacionadas con las sanciones y el establecimiento de mandatos de posición hicieron que si bien se obtuvieron puntuaciones altas, no en todos los casos fueron determinantes.

Existe una discrepancia permanente entre lo que pretende alcanzar el modelo democrático, como garante de participación en la cosa pública, pero cuando se observan los lastimosos niveles de desigualdad social no se logra entender qué es lo que no se entiende. Esto debilita el andamiaje institucional en un país de enormes deudas, termina por minar todo lo que suene a “burocracia” (en el término peyorativo), termina por hundirnos en esa espiral que han visto pasar generaciones.

Por eso el debate sobre el tipo de Estado que necesitamos se vuelve más necesario que nunca, pero un Estado que requiere un rostro humano, que rescate los valores de la democracia como mecanismo de respuesta a las necesidades más apremiantes.

En el pasado inmediato, con los resultados de las elecciones federales, quedó manifiesto que hartazgo existe, que hay un cansancio por las respuestas institucionales a los problemas públicos, que quienes gobiernan, que quienes lo van a hacer a partir del 1 de diciembre tienen la enorme oportunidad de humanizar a la cosa pública, que se pueden aplaudir todos los actos de austeridad por el deterioro que tiene la clase política, pero si ésta no termina por redundar en beneficios verdaderos, la oportunidad habrá pasado por alto. Nuestra democracia está a prueba. Todos los estamos.

Luis David Fernández Araya

Economista

@DrLuisDavidFer