Opinión

El Colegio Nacional y Rufino Tamayo

Con motivo del 30 aniversario luctuoso del pintor Rufino Tamayo, y en el marco de la mesa que este 28 de junio se realiza en su honor, El Colegio Nacional comparte con los lectores de "Crónica" algunos fragmentos del discurso de ingreso del artista mexicano a esta institución.

El Colegio Nacional y Rufino Tamayo

El Colegio Nacional y Rufino Tamayo

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
Fragmentos del discurso de ingreso de Rufino Tamayo a El Colegio Nacional.

Rufino Tamayo (1899- 1991) Foto: INBAL.

Celebro vivamente que las puertas de El Colegio Nacional se abran el día de hoy a hombres cuya experiencia sirve a nuestra cultura […] Esta excepcional circunstancia otorga un significado particular al hecho de pertenecer a esta comunidad intelectual en el presente momento de mi larga vida pictórica.

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Esta consideración me honra, como me honra recordar que entre los fundadores de esta comunidad que congrega la universalidad del saber, Diego Rivera y José Clemente Orozco representaron, hace casi medio siglo, a la pintura, y que a mí me toca representarla ahora.

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Siempre pensé que la pintura debe nacer de una exploración incansable y estar en abierta comunicación con todo lo que afecta a las demás actividades humanas y a la realidad. Así será una expresión verdaderamente universal. Hoy encuentro una clara resonancia de esas ideas en este lugar presidido por el doble espíritu de la libertad y la universalidad del conocimiento. Libertad que se alcanza gracias al saber, pero también, como he comprobado largamente con el ejercicio de la pintura, saber que se alcanza gracias a la libertad y que, siendo una expresión personal genuina, alcanza también una significación universal. Una afinidad profunda me une a esta comunidad, si es éste el espíritu que la sustenta y que de ella emana.

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El encuentro de sí mismo al que debe aspirar todo artista en sus inicios nace entonces de la rebeldía, de la insatisfacción con lo dado y, sobre todo, con el destino que nos imponen la sociedad y los mayores. Se construye y se crea a riesgo de destruir lo que se hereda, lo que se ama. Hasta una herencia, por rica que sea, debe rehacerse y renacer en nuestras manos.

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El arte nos provee de nuevas visiones de la realidad y ejercita así nuestra imaginación y nuestra comprensión, tantas veces ansiada, de nuestro papel en el mundo. Nos permite entender qué somos y, sobre todo, qué podemos llegar a ser de acuerdo con nuestra naturaleza.

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Hoy estamos ante la necesidad de volver al humanismo, de combatir la deshumanización provocada por la técnica, la inflexibilidad de las ideologías y el exceso de racionalismo, fenómenos que han invadido las propias manifestaciones artísticas.

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El artista, como cualquier ciudadano, debe participar vivamente en el desarrollo de la sociedad a la que pertenece. Su actividad, por particular que sea, no lo exime de sus compromisos sociales.

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Creo en el oficio, en el paciente cultivo de las facultades y la técnica, pero también en la pintura como una forma de felicidad, como un instrumento para la vida y un acto diario como caminar o comer. Es algo que, ejecutado por la libertad, libera. Y lo hace porque es una forma de conocer, un acto de comprensión.

Hoy, para mí, una prueba de sus aspiraciones universales y de su infinita capacidad de comunicación y de relación con todo lo humano, es este acto que me integra, significativamente, a esta alta comunidad del saber de México.