Sí el incendio hubiese ocurrido en la catedral de San Patricio de Nueva York, en vez de en la catedral de Notre Dame de París, puede que a estas alturas estaríamos hablando de un monumento imposible de reconstruir, colapsado en su totalidad.

No habían pasado más que unos minutos desde que las imágenes del templo en llamas empezasen a recorrer el mundo a través de las redes sociales, cuando Trump escribió en su cuenta de Twitter: “Qué horrible ver ese fuego enorme en la catedral de Notre Dame de París. Quizá se podrían usar aviones cisterna para apagarlo. ¡Hay que actuar rápido!”.

Bajo la lógica del mandatario republicano, la peligrosa combinación de urgencia, ocurrencia y autoritarismo habría acabado en un desastre mucho mayor. ¿Quién le explica a un presidente-empresario megalómano, con los ojos pegados a la imagen del monumento más visitado por los turistas, que descargar toneladas de agua desde aviones es como arrojar bombas sobre sus muros?

Para evitar posteriores críticas en las redes, Seguridad Civil de Francia publicó un tuit en el que explicaba que los aviones cisterna se usan para apagar incendios forestales, ya que, tanta cantidad de agua sobre la piedra hace que aumente su peso al absorber la humedad y acabaría por colapsar toda la estructura.