Opinión

El consejo técnico escolar

El consejo técnico escolar

El consejo técnico escolar

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Los consejos técnicos escolares (CTE) existen desde hace mucho tiempo, pero en los últimos diez años, más o menos, comenzaron a convertirse en auténticos espacios de deliberación y reflexión del colectivo docente.

Es cierto que no todos los CTE operan de la misma forma. Hay algunos muy activos y eficaces y otros que, lamentablemente, tienen un desempeño mediocre. Es presumible, sin embargo, que en la mayor parte de las escuelas estos órganos tengan un adecuado funcionamiento.

Funcionan bien cuando existe un director con fuerte liderazgo o cuando se ha desarrollado entre los docentes una fuerte identidad de grupo. En francés se dice esprit de corps, espíritu de grupo, lo que significa que los docentes están comprometidos genuinamente con el desempeño educativo de la escuela.

Es verdad que en muchas escuelas (pienso por ejemplo en las escuelas multigrado), por sus carencias materiales, los CTE no pueden funcionar del todo. Pero en escuelas preescolares, primarias y secundarias que tienen un funcionamiento regular es deseable que posean un CTE y que éste contribuya a fortalecer la actividad académico-educativa.

Porque el objeto principal de los CTE es cómo conseguir el aprendizaje de los alumnos, de preferencia, el aprendizaje de todos los alumnos. En ellos pueden tratarse algunas cuestiones administrativas, pero éstas no deben ser la ocupación sustancial de los consejos.

La investigación educativa ha demostrado que en las escuelas donde existe un colectivo docente fuerte, los aprendizajes de los alumnos se elevan significativamente; pero no sólo eso, la actividad del colectivo sirve también para elevar el orgullo institucional y la autoestima profesional de los profesores.

Un factor clave para lograr el éxito de los CTE es el de­sarrollo de un ambiente de confianza mutua entre el profesorado. En el trabajo de grupo, lo que debe prevalecer es el diálogo y el intercambio racional, inteligente y maduro entre personas que se saben adultas y que, por lo mismo, son capaces de dejar de lado los sentimientos propios de infantes como la envidia y la competencia negativa.

La confianza mutua debe ser completa y ha de prevalecer sobre las inseguridades personales. Por ejemplo, dado que el corazón de la vida escolar es la práctica docente, es deseable que el CTE enfoque sus esfuerzos para mejorarla, pero no habrá mejora si los maestros no acuden a la evaluación de esa práctica.

No me refiero a evaluación formal, sino a la evaluación informal que se realiza entre pares, cuando un maestro pide a otro que observe su trabajo en el aula y que, enseguida, le haga sugerencias para mejorarla.

También los CTE pueden trabajar colectivamente sobre la evaluación diagnóstica de los alumnos que generalmente se realiza al inicio del año escolar. Asimismo, es deseable que los resultados de Planea Censal (que avalúa escuela por escuela) sean discutidos en el pleno del CTE. En fin, los maestros pueden organizar cursillos para todos o hacer lectura colectiva de documento o reportes de investigación que sean útiles para mejorar el aprendizaje. Así, hay mucho qué hacer todavía con estos organismos.

Gilberto Guevara Niebla