Opinión

El desafío de las juventudes universitarias de 1929: el ejercicio de la autonomía

El desafío de las juventudes universitarias de 1929: el ejercicio de la autonomía

El desafío de las juventudes universitarias de 1929: el ejercicio de la autonomía

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Singulares desafíos se nos presentan en esta etapa de la vida de nuestro país, en que la Transformación va más allá de la palabra vana y del estilo contemporáneo que se imponen como una moda discursiva, concibiéndose mejor como un principio de acción consciente y colectivo que involucra a todos los actores sociales y políticos del país.

En las grandes renovaciones de la estructura social de nuestro país para la mejora de la condición humana, tanto en lo material como en sus valores y normas, a partir de la educación, las juventudes impelentes e innovadoras han estado a la vanguardia de la concretización de las grandes aspiraciones democráticas, lo que sin duda ha impactado sensiblemente en las demás estructuras y actores de nuestro país.

La UNAM, como alma mater de esa juventud estudiantil universitaria, es el cockpit no sólo de esos movimientos, sino del rumbo que ha tomado, a través de ellos, la educación pública universitaria, la investigación científica y humana, y la difusión de la cultura de la Nación Mexicana.

Próxima a cumplir 90 años en el mes de julio, la autonomía de la máxima casa de estudios requiere ser evocada a la luz del análisis que cada quien pudiera hacer sobre los acontecimientos y actores que han contribuido a su consolidación, honrando su memoria y su legado.

En el artículo anterior hablamos del Día del Estudiante en México, cuya conmemoración se lleva a cabo a partir de la huelga de hambre que los universitarios decidieron realizar el 23 de mayo de 1929 en protesta por los cambios de la política educativa que se imponía desde la Secretaria de Educación Pública, seguida de movilizaciones estudiantiles brutalmente reprimidas, lo que derivó en un encuentro entre el Jefe del Ejecutivo y el Comité de Huelga, en cuyo pliego petitorio, por acuerdo entre las partes, se incluiría el tema de la autonomía, presentado, finalmente, al Congreso de la Unión.

Es en la XXXIII Legislatura, en su período extraordinario de sesiones, de fecha cuatro de junio de 1929, donde se establece como uno de los puntos para debate la iniciativa por la que se le facultaba al presidente de la República expedir la ley para la Universidad Nacional Autónoma, así como para reformar o derogar las disposiciones legales anteriormente establecidas.

En los argumentos tanto del Secretario de Educación (quien acudió para dar a conocer la postura del Ejecutivo Federal), como en la de los diputados, se establecía que la autonomía era una de las más grandes aspiraciones de la juventud mexicana, ya que con ella podrían contar con un ambiente de libertad para desarrollar sus facultades y exponer abiertamente sus ideas. Además, con la autonomía el estudiante no estaría sólo en el aula, sino en actividades de investigación, en contacto con el pueblo para desarrollar propuestas de solución a los grandes problemas nacionales. Con la autonomía, de igual manera, la cultura mexicana, en formación, encontraría también su perfeccionamiento, acercándose a las necesidades y aspiraciones del ser humano.

Sin embargo, siendo la autonomía el resultado de los movimientos estudiantiles, también se planteaban serias dudas sobre el papel de los alumnos en el ejercicio de ésta, negándole su carácter transformador y copartícipe de su edificación; se argumentaba que, por su rebeldía, inexperiencia, inmadurez, desorientación, y, en el mejor de los casos, por su ingenuidad, la libertad que implicaba la autonomía, debería otorgarse paulatinamente y bajo la tutela del Estado, para evitar que los universitarios con su “arrogante indisciplina” pudieran hacer mal uso de ella y convertirla en libertinaje, en anarquía.

Finalmente, agotado el debate, la iniciativa fue aprobada por unanimidad con 146 votos, sin embargo, aún quedaba en el ambiente la incertidumbre sobre el presupuesto que recibiría la naciente Universidad Nacional Autónoma; la organización de su sistema de enseñanza y de su forma de gobierno, y del tipo relación que se debería establecer con el Estado, lo cual se iría perfilando en la Ley Orgánica del 26 de julio de 1929.

Así, diríamos que, a manera de colofón, con esta frase concluiría esa histórica XXXIII Legislatura: ¿Sabrá el nuevo organismo realizar su fin? Lo esperamos y lo veremos.