Opinión

El estado criminal

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Se contempla la reapertura de actividades sociales y económicas de acuerdo con una clasificación que toma en cuenta “los ingresos generados para las familias”, lo que les permitirá ser consideradas prioritarias. De esta manera, industrias mineras, automotriz, de la construcción y hasta cerveceras reiniciarán, mientras que otras actividades se preparan para abrir sus puertas. López Obrador sostuvo que la decisión “tiene que ver con las facultades del gobierno federal” y un “proceder profesional y científico”, alejado de intereses particulares que coloca por delante “el bienestar del pueblo”. Con estas argumentaciones, aprovechó para dar inicio a sus —prohibidos por la ley— actos anticipados de campaña en el sureste del país. La ambición de los gobernantes se manifiesta cuando anteponen sus cálculos políticos a la vida de las personas.

La responsabilidad de lo que suceda será exclusiva del Estado, en una situación donde no existen vacunas, ni tratamientos efectivos contra la enfermedad. Además, diversas investigaciones con datos oficiales, como la del Instituto de Física de la UNAM sostienen que lo peor de la pandemia está por llegar porque la curva de contagios se muestra en pleno crecimiento y en pocas semanas alcanzará su pico máximo, mientras que la Universidad La Salle, con ayuda de Inteligencia Artificial, estima el pico de contagios para el 24 de junio, con 37 mil muertes y 80 mil hospitalizados para octubre, por su parte, el Instituto Tecnológico de Massachusetts prevé con base en modelos matemáticos, un incremento de 132,501 muertes para el 1 de septiembre.

En su documentada obra El Estado Criminal (Península, 1995), el médico francés, Yves Ternon, afirma que en las sociedades contemporáneas aparecen nuevos conceptos de destrucción, no contra los Estados y sus ejércitos sino contra los pueblos, lo que proyecta al Estado como un sujeto de infracción. El pensador analiza los genocidios y sostiene que se configuran casos inéditos de “eliminación por un Estado de grupos constituidos por sus propios ciudadanos”. Es un tipo de acción latente “como consecuencia de una epidemia” y un castigo para “grupos minoritarios que han desafiado a otro mayoritario”, imponiéndoles su ideología y modelo de sociedad. El peligro de estas manifestaciones de la intolerancia, radica en los enormes recursos a disposición del Estado para enfrentar los problemas que le plantean grupos humanos que son percibidos como un obstáculo para la realización de sus objetivos. Son crímenes que derivan de una forma de despotismo que busca imponer a la sociedad su particular manera de concebir la realidad.

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