El mundo del arte es cada vez más elitista, pequeño y con una mayor polarización entre entre elite y marginados. Está surgiendo una crisis del currículum y la trayectoria en artistas irrelevantes becarios del Sistema Nacional de Creadores, SNC, del FONCA, quienes cultivan un mercado fuera del ecosistema del arte y sin posibilidad de repercusión internacional o revisión nacional postmortem; a esto se suma el desplazamiento de artistas jóvenes por el redescubrimiento de veteranos de los sesenta o setenta y el surgimiento de un horizonte pos-curadorial por la disminución de presupuestos para proyectos institucionales.

En las pocas curadurías que hay, se está pasando de desepistemologizar al arte a partir del Arte de Crítica Institucional —cómo en las curadurías de Georges Didi-Huberman y el programa del MUAC de Cuauhtémoc Medina— a la sistematización de la información por internet y la realización de una “arqueología en tiempo real” del arte actual. Algunas curadurías se están redirigiendo a la revisión académica rigurosa que anule el actual exceso de exposiciones “temáticas y críticas”.

Durante la caída del mercado el arte en 1989, se pasó de golpe del auge de la pintura Neoexpresionista, la Transvanguardia y Neomexicanismo a la revisión del Arte Conceptual, Minimalismo, Arte Povera, video, instalación, performance, Arte Sonoro, etc. Un distinto revisionismo está surgiendo como un paradójico Formalismo Crítico que conlleva la re-epistemologización de los procesos estéticos y formales del arte y su articulación discursiva con su entorno sociopolítico y cultural.

Más que un reinicio pos-COVID-19, se está generando una inusitada negociación histórica entre esferas equidistantes que procuran la solidez discursiva de artistas como moneda global de negociación entre un grupo de poder y otro. Esto se demuestra en que el primer mundo cada vez depende más de artistas foráneos para renovar su arte contemporáneo y el arte posperiférico requiere de la legitimación y mercado de Estados Unidos y Europa.

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