Opinión

El Instituto, a tres meses de la conversión a un centro COVID

El Instituto, a tres meses de la conversión a un centro COVID

El Instituto, a tres meses de la conversión a un centro COVID

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Han pasado un poco más de tres meses de que el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, fuera convertido de ser un hospital de tercer nivel que atiende diversos problemas de alta especialidad en medicina del adulto, a un hospital de exclusiva atención a pacientes con COVID. Esto implicó un trabajo exhaustivo de adecuación de áreas, de protocolos, de sistemas y hasta la forma de circulación interna en el Instituto. Planeación cuidadosa que requirió semanas de reuniones de análisis. Tener pacientes con COVID al mismo tiempo que enfermos de los que normalmente atendemos, con diversas enfermedades graves, complejas y que confieren inmunosupresión, no era opción, por lo que empezamos por vaciar el Instituto dando de alta a los pacientes que así se podía, hasta lograrlo por completo, por ahí del 10 de abril.

Inició entonces la era COVID. Se reformuló la estructura interna del Instituto. Se colocaron monitores en todas las habitaciones para poder seguir la evolución de los pacientes en buena parte a distancia. Había que atender enfermos lo mejor posible, pero al mismo tiempo, proteger al personal. Las camas de terapia intensiva crecieron de un número inicial de 14, a un total de 60. Se llenó rápidamente y cama que se desocupa, es utilizada de inmediato por quien viene en la fila. La respuesta del personal es de admirar. Los residentes de medicina interna y de otras especialidades abocados a la atención de enfermos con guardias de 24 horas. Muchos de los especialistas ya de base, enlistados para hacer guardias en los sectores de internamiento, incluyendo los fines de semana. Algunos optaron por enviar a sus familias con los padres o suegros para evitar el contacto personal, por estar atendiendo enfermos. Se vistieron de pies a cabeza con los equipos de protección personal. Son incómodos, pero necesarios. Hay que poner su nombre en la bata o una fotografía para que los enfermos los reconozcan. No hay familiares con los enfermos, la comunicación con ellos es por teléfono. Sales de la guardia cansado, frustrado y con miedo a haberte contagiado, para llegar a tu casa a enterarte que alguien opina que a los médicos solo les interesa que bienes les pueden quitar a los enfermos.

La forma de hacer medicina cambió. El interrogatorio y la semiología deja de ser importante para el diagnóstico, ya que todos los pacientes tienen el mismo. La exploración física se dejó a un lado, para depender de la tecnología. Todos los pacientes son similares. La mayoría hombres de mediana edad, muchos con obesidad. En la clínica los parámetros respiratorios se convierten en el dato importante. En el laboratorio son los datos que sugieran inflamación. Es una nueva enfermedad de la que sabemos poco y entendemos menos. Hay desde quien pasa la infección asintomático, hasta quienes desarrollan un cuadro gravísimo de inflamación sistémica que es imposible de detener. La literatura se ha inundado de descripciones clínicas, mecanísticas y de propuestas terapéuticas sin fundamento. La desesperación por hacer algo hace que se tambaleé la convicción científica de muchos. Se quiere hacer algo, pero antes está el juramento hipocrático de “primero no dañar”. Puede salir peor el remedio que la enfermedad.

En consecuencia, parte importante del personal de investigación se aboca al desarrollo de proyectos para tratar de entender la enfermedad y encontrar algún medicamento que sea útil. En el primer mes se someten al comité de ética e investigación en humanos más de 30 proyectos y así ha continuado cada mes. El comité pasa de sesionar cada quince días a prácticamente diario, para que el análisis y en su caso aprobación de proyectos sea expedita. En especial si son ensayos clínicos porque después viene el trabajo que se requiere para obtener la autorización por COFEPRIS. Por primera vez en la historia del Instituto hay varios ensayos clínicos controlados que buscan incorporar a los mismos pacientes, que obviamente solo pueden entrar a uno, por lo que nos vemos en la necesidad de implantar sistemas novedosos para evitar problemas éticos.

Tres meses y la preocupación aumenta. La pandemia no cede, no da tregua, pero no podemos dejar más tiempo sin atención a la diversidad de enfermos que veíamos antes. No hemos hechos trasplantes renales, ni hepáticos en todo ese tiempo. Tenemos clínicas de enfermedades complejas como lupus eritematoso, glomerulonefritis o enfermedades de la coagulación, por mencionar algunas y no hemos visto a los enfermos. Hay cantidad de pacientes que requieren cirugías complejas que no se han podido programar. Hemos recurrido a la teleconsulta para resolver algunos problemas. Entonces llegamos a la conclusión. No podemos seguir siendo un centro solo COVID. Tenemos que empezar la reconversión hacia un hospital híbrido. Así, empiezan las reuniones diarias de Directores desde hace un mes, todo por videoconferencia y con un comité ampliado para analizar y planear cuidadosamente el regreso. Liderados por nuestro Director General, médico humanista que se cansa, pero no se detiene. Que está profundamente preocupado porque el regreso no genere un foco de contagio para el personal o nuestros enfermos. Así que hay que cuidar todos los detalles. Un mes de planeación para empezar con apenas el 10% de lo que hacíamos antes. Poco a poco, con pinzas, cuidando cada detalle. No avanzaremos más hasta sentirnos completamente seguros.

El Instituto reafirma su vocación y el amor por la patria que le imprimió su fundador el Dr. Salvador Zubirán. Con la frente en alto seguimos luchando contra la pandemia, pero sabemos también que nuestros enfermos nos esperan. Con la calidad humana que lo caracteriza, seguirá innovando en la atención de enfermos para bien de la salud, en la investigación científica para seguir generando conocimiento que será de utilidad a la salud y en la enseñanza que produce los profesionales de la salud que caracterizan a este lugar y que salen de él para nutrir las filas de atención médica a lo largo y ancho del país.

Dr. Gerardo Gamba

Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM.