Opinión

El melodrama presidencial

El melodrama presidencial

El melodrama presidencial

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El quehacer político nacional se parece cada vez más al presidente López Obrador. Desordenado, bravucón, con los sentimientos exacerbados. Melodramático, pues.

Acechado acaso por una salud frágil, que lo puede sacar de la jugada en cualquier momento, o ansioso porque nada detiene el paso del tiempo y su administración ya comenzó su segunda mitad, el presidente López Obrador se ha vuelto cada vez más caprichoso.

La forma por demás atrabancada en que maneja su propia sucesión al interior de Morena, la conformación de su equipo fichando políticos de otros partidos, el gasto innecesario de la Revocación de Mandato, su afán de recomponer los organismos internacionales e incluso su obsesión de reescribir la historia a imagen y semejanza de lo que él y su esposa creen,  conforman un cuadro preocupante, intrincado para cualquier analista político y que requiere sin  duda la participación de profesionales de la salud mental para encontrarle la cuadratura al círculo.

Los aspirantes a sucederlo deben estar pasando las de Caín tratando de interpretar las señales de lo que López Obrador quiere y no quiere, que le gusta, de qué manera se puede ganar una estrellita o una nota laudatoria. Otros aspirantes, que no dependen tanto de la buena voluntad del mandatario, se esmeran por encuadrar la conducta presidencial dentro de una estrategia política con pies y cabeza, no como un alebrije mitad monstruo, mitad muñeca, que no obedece a ningún sistema conocido sino a eso denominado estilo personal de gobernar.

Entre sus caprichos más recientes está su afán de rescatar del desprestigio mundial al presidente de Cuba Miguel Díaz-Canel que tuvo el atrevimiento de venir a México a hablar de libertad, democracia y derechos humanos cuando en realidad es un porro al servicio de Raúl Castro, un cuadro avanzado de la dictadura cubana que no merece, ni de lejos, las deferencias con las que lo trató el gobierno mexicano.

Dentro de muy poco el país caerá en la órbita de otro de los caprichos de AMLO, la consulta nacional de Revocación de Mandato que es innecesaria, cara y peligrosa. Como buen aficionado al melodrama, López Obrador quiere que la gente haga patente el cariño que le tiene y que él diga, apenas conteniendo el llanto, “Amor con amor se paga” que es una de sus frases lucidoras.

La Revocación de Mandato es un capricho porque no aparece en ninguna de las listas de demandas ciudadanas. La gente anda en otras cosas como las vacunas, el regreso a clases, conseguir empleo, librarse de los asaltos y en ninguna sobremesa sale, de manera natural, el tema de la Revocación, que por cierto comienza ser replicada por otros congresos lo que puede derivar en una pachanga.

No es que al arranque del sexenio el presidente haya sido un estratega frío, calculador que se transformó es un político atrabancado, desordenado, ansioso. Pero su miedo a un revés de la salud o a que el sexenio decline sin haberse ganado un lugar en la historia, lo han vuelto caprichoso y quiere hacer las cosas simplemente porque nadie las ha hecho antes. Una de las vertientes del poder es que las cosas se hagan como el poderoso quiere y a él le gusta sentir que tiene el mando para hacer lo que se le pega la gana, como cambiar estatuas de lugar, cambiarle de nombre a las calles, exigirle perdón al reino de España y desafiar al gobierno de EU invitando a nuestras fiestas patrias al  cubano Díaz-Canel.