
El 16 de abril de 1964, en medio de un aguacero brutal, el monolito de Coatlinchan, que por décadas los mexicanos han identificado como Tláloc, llegó, en un camión especialmente construido para soportarlo, a la Ciudad de México, para ir a su destino final, el Museo Nacional de Antropología. El hecho es de sobra conocido por muchos mexicanos, pero en aquel logro está la otra gran vocación de Pedro Ramírez Vázquez, su capacidad estratégica, que lo llevaría a presidir el Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de la Ciudad de México.
“Esas son las cosas en las que nadie se fija”, reflexiona Javier Ramírez Campuzano, hijo del arquitecto. “Detrás de una empresa como los Juegos, como los museos, hay una capacidad de gestión, de resolución de problemas muy importante. Él conocía muy bien el sistema, y la mejor manera de aprovecharlo. Por eso los Juegos costaron tan poco: recursos como los alojamientos de la Villa Olímpica, los camiones, cientos, que sirvieron para los traslados de las delegaciones, formaban parte de proyectos de obra y servicio público que se ocuparon los días que duraron los juegos y que luego se reintegraron al servicio para el cual habían sido planeadas”.
Y tiene razón: tambos rellenos de cemento para marcar la curva del techo en la construcción de la Alberca Olímpica; inventar inflables con forma de piñatas, cuando nadie hallaba la solución de cómo trasladar piñatas al extranjero. ¿Ingenio? “¡Ingenio mexicano!”, ríe el hijo de Pedro Ramírez Vázquez.
“Pero lo cierto es que fue como un gran director de orquesta, con una gran capacidad de organización, preocupado al mismo tiempo por mantener muy en alto la imagen de México, y salvando, al mismo tiempo, los delicados detalles de unos Juegos Olímpicos”, porque, no hay que olvidar, eran los efervescentes años sesenta del siglo pasado.
La anécdota cuenta que, al saber que el presidente Gustavo Díaz Ordaz le asignaba la presidencia del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos, en sustitución de Adolfo López Mateos, el arquitecto replicó: “Pero señor Presidente, yo no sé nada de deportes, nunca he competido en ninguno”. Díaz Ordaz respondió: “No lo queremos para que compita, y no importa que no sepa nada de deportes, porque estoy seguro de que sabrá rodearse de los mejores asesores para que todo salga a la perfección”.
Ramírez Vázquez estuvo a la altura del encargo: fue la entrada plena de México en la modernidad del siglo XX; fue la prueba de que nuestro país había crecido y estaba a la vanguardia. De hecho, México no había hecho presencia mundial de gran envergadura desde ¡las fiestas del Centenario de Porfirio Díaz!
Aún se conserva, en el enorme archivo de Pedro Ramírez Vázquez, la invitación a los Juegos, que nunca fue enviada, para Sudáfrica. Con tacto y habilidad, el arquitecto eludió la decisión que ya se había tomado en el Comité Olímpico Internacional: con la asistencia de Sudáfrica, los Juegos mexicanos habrían sufrido el boicot de más de 40 países, que se oponían al apartheid.
En ese mismo archivo, está una fotografía, muy famosa: aquella que muestra, en el podio de triunfadores, a los deportistas Tommie Smith y John Carlos con las manos en alto y enguantadas de negro, manifestándose en defensa de los derechos civiles de la población afroamericana de Estados Unidos. Pero esa copia, está dedicada de manera especial: “Gracias, Pedro, por tu positivo involucramiento social en los Juegos”.
“Pensaron en boicotear los juegos”, narra Ramírez Campuzano. “Pero intervino a favor Jesse Owens, y los convenció de que era mejor estar que no estar. Después, a mi padre le pidieron que sacaran de la película oficial la escena del saludo del Black Power, pero él no lo hizo: era un trabajo estrictamente documental y así lo permitió. Salió airoso, y hasta logró que compitieran las dos Alemanias en plena Guerra Fría, y que la República Popular China aceptara participar: a la hora del desfile, Occidente vio el rótulo “Taiwan”, cuando apareció la delegación china… pero abajo, y en caracteres chinos, decía “República Popular China”. Así, hilando muy fino y con habilidad, lo logró”. (BH)
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