Escenario

El mordaz y monumental Billy Wilder

La Cineteca Nacional le rinde homenaje a su obra en el ciclo Clásicos de la Pantalla Grande, y Crónica recuerda su historia

La Cineteca Nacional le rinde homenaje a su obra en el ciclo Clásicos de la Pantalla Grande, y Crónica recuerda su historia

El mordaz y monumental Billy Wilder

El mordaz y monumental Billy Wilder

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Billy Wilder ha sido uno de los mayores genios del séptimo arte, principalmente conocido por sus ácidas y corrosivas comedias. Era un cineasta leal a su sentido del humor, mismo que cambió la forma de entender el alma humana en el Hollywood más glorioso. Una de los motivos por el que llegó a tener una gran fama, era porque se la pasaba hablando de sus colegas directores contemporáneos, sin pelos en la lengua:

“Seguro que es un gran director, un gran artista; pero, por lo que a mí se refiere, no consigue mantenerme despierto”, dijo al referirse a Michangelo Antonioni; “Comprendo sin dificultad por qué Godard ha podido por sí solo exterminar varias empresas productoras”, se lanzó contra Jean-Luc. Luego dijo esto contra Jean Cocteau: “Existe una asociación internacional de ese tipo de críticos también capaces de extasiarse ante el asno muerto de Cocteau envuelto con telas, encima de un piano”.

En un diálogo de la serie Dr. House, el personaje encarnado por Hugh Laurie dice que “la presunción sólo sirve para quien la puede sostener”, y éste era el caso de Wilder: Mostró su genialidad en todos los géneros que abordó, desde el cine negro hasta el drama social, pasando por el suspense o la sátira hollywoodense. Maestro en la ­narración fílmica, en la construcción de tramas y situaciones, en la escritura de chispeantes e ingeniosos diálogos y en establecer una mirada cáustica al mundo que lo rodeaba, Wilder permanece como uno de los personajes más talentosos que ha conocido la historia del cine.

Billy, cuyo nombre real era Samuel Wilder, nació en Sucha (Austria), el 22 de junio de 1906. Era hijo de Eugenia y Max Wilder, quien dirigía una cadena de cafeterías. Familiarmente fue llamado Billy desde niño a causa de su obsesión infantil con la figura de Buffalo Bill y el western, sintiendo predilección por las películas de Tom Mix y William S. Hart.

Tras concluir sus estudios secundarios, Wilder comenzó a estudiar Derecho en la Universidad de Viena, pero abandonó las clases de leyes para trabajar como redactor en varios periódicos austriacos y posteriormente, como reportero en una publicación berlinesa.

Fue en Alemania, y en el año 1929, cuando Billy Wilder comenzó a coquetear con el mundo del cine al escribir una buena cantidad de guiones para películas germanas, entre ellas El reportero del diablo (1929) o Emilio y los detectives (1931). En esta primera etapa coincidió con personajes posteriormente importantes en el cine de Hollywood como Robert Siodmak, Fred Zinnemann o Edgar G. Ulmer.

La subida al poder del totalitarismo hitleriano en Alemania obligó a Wilder, debido a su procedencia judía, a huir del país y asentarse en Francia, lugar en donde continuó trabajando como guionista y dirigió su primera película, titulada Curvas peligrosas (1934). Pronto decidió dar el salto a los Estados Unidos, acompañado por otro exiliado germano, el actor Peter ­Lorre, con quien compartió apartamento californiano.

En 1933 adaptaron su guion de Ihre Hoheit Befiehlt (1931) llamándolo Adorable. Fue la primera vez que un trabajo de Wilder se rodó en Hollywood. Esta etapa como guionista alcanzó su mayor cúspide creativa al formar equipo con Charles Brackett, con quien inició su colaboración en la comedia de Ernst Lubitsch, La octava mujer de Barbazul (1938). Lubitsch se convirtió en el autor más influyente en la carrera de Billy Wilder.

En el año 1942, Billy Wilder debutó en Hollywood como director con la comedia El mayor y la menor, un filme protagonizado por Ginger Rogers y Ray Milland al que siguió durante los años 40 por obras maestras como Pacto de sangre (1944), una excepcional muestra de cine negro, o Días sin huella (1945), soberbia descripción del problema del alcoholismo.

La década de los 50 resultó extraordinaria para el realizador austriaco. Prácticamente todos sus títulos son imprescindibles para entender la capacidad como autor de Wilder, aunque las películas más redondas de este periodo son El ocaso de una vida (1950), Infierno 17 (1953), Testigo de cargo (1957), que adaptó un relato de Agatha Christie, y Una Eva y dos Adanes (1959), sin olvidar cintas como El gran carnaval (1951) o Sabrina (1954).

Piso de soltero (1960) se convirtió en uno de sus títulos más populares, y en el más galardonado de su carrera, con el que conquistó los Oscar. En los años posteriores el ritmo de producción de sus películas descendió, pero la calidad de las mismas se mantuvo a gran nivel gracias a títulos (algunos de ellos muy infravalorados) como Uno, dos, tres (1961), Irma, la dulce (1963), Bésame, tonto (1964) y Por dinero, casi todo (1966). El guion de este último filme le dio su última nominación a los Oscar.

Con el tiempo, Billy Wilder comenzó a cansarse del cine de la época y rara vez se sentó en la silla de director. Títulos tan disfrutables como la atípica La vida privada de Sherlock Holmes (1970), ¿Qué ocurrió entre tu padre y mi madre? (1972), Primera plana (1974) y Fedora (1978) merecen una justa revaluación.

Tras filmar su última película, Buddy Buddy (1981), con la pareja Jack Lemmon y Walter ­Matthau, Billy Wilder decidió retirarse definitivamente del cine, dejando para el amante del séptimo arte una impresionante filmografía.

El 28 de marzo del año 2002 Billy Wilder falleció a la edad de 95 años, aunque no fue como lo esperaba: “Yo quiero morir a los 104 años, completamente sano, asesinado de un tiro por un marido que me acabara de pillar, in fragranti, con su joven esposa”, decía. Está enterrado en el Westwood Memorial Park, de Los Ángeles.

Hace unos días la Cineteca Nacional comenzó una retrospectiva en su honor como parte del ciclo Clásicos de la Pantalla Grande, que proyectará su obra hasta el mes de noviembre.