Escenario

El muñeco diabólico: Espantosos juguetes para Black Mirror

En Hollywood debería haber una señal de advertencia que diga: El abuso de los remakes es nocivo para la salud del séptimo arte

El muñeco diabólico: Espantosos juguetes para Black Mirror

El muñeco diabólico: Espantosos juguetes para Black Mirror

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En Hollywood debería haber una señal de advertencia que diga: El abuso de los remakes es nocivo para la salud del séptimo arte. En estos tiempos en los que la creatividad de unir el pasado con el presente a través de remakes o secuelas vence a la originalidad, lo menos que se puede esperar es que los realizadores ofrezcan un filme entretenido. No obstante, al salir de ver El muñeco diabólico, remake de Chucky, el muñeco diabólico (1988) uno tiene la sensación de haber perdido el tiempo.

Esta vez Chucky, con un aspecto más robótico, muy alejado del terrorífico juguete de 1988, desde el comienzo trata de plantear que no será igual que el filme que lo inspira. Aquel filme ochentero dirigido por Tom Holland unía el vudú y el terror para hacer temible a un muñeco que detrás de su aspecto inocente estaba habitado por el alma de un asesino en serie, ahora nos presentan que la maldad del muñeco se debe a una acto de venganza de un empleado vietnamita que, tras ser echado por baja productividad, deshabilita los protocolos de seguridad de los muñecos Buddi.

Estos juguetes se convierten en un fenómeno debido a su desarrollo tecnológico y Karen (Audrey Plaza) hace un esfuerzo importante para conseguirle un muñeco a su hijo Andy (Gabriel Bateman), con el propósito de darle algo de compañía a ese chico solitario. Lo raro comienza cuando el muñeco, autodenominado como Chucky, comienza a actuar a imagen y semejanza de Andy, e intenta cumplirle todos sus deseos. Su sistema electrónico comienza a entender sus dichos de forma literal y entonces comienzan a aparecer muertas las personas a las que Andy muestra cierto resentimiento.

Caray, la premisa suena bastante interesante por los giros que plantea el nuevo filme. Habrá que reconocer que el cineasta noruego Lars Klevberg hace un inmenso esfuerzo por mostrar una identidad nueva del personaje, mucho más fresca y hasta crítica; sin embargo, el intento queda opacado por una serie de desafortunadas decisiones, por ejemplo, los errores de guion que hacen muy poco convincentes las decisiones de los personajes, todo se vuelve obvio y forzado y en lugar de mostrar un filme entretenido, tenemos una película en la que se muestran casi literalmente los hilos dramáticos que mueven a esos títeres de personajes sin gracia ni empatía.

Más aún, el filme se empeña en usar el humor negro como uno de sus elementos más destacados y nos quieren mostrar a un Chucky que inspira miedo a partir de su inteligencia artificial altamente desarrollada, pero la combinación de ambos propósitos queda infinitamente atrás pues lo cómico se siente patético y lo inteligente se siente estúpido.

Hay un halo de agradecimiento por tener en la voz del muñeco a Mark Hamill y al excelente Brian Tyree Henry, pero por lo demás el filme se va quedando sin fuerza pronto. A esta película se le acaba la batería muy pronto, y al final nos deja con la sensación de haber visto un espantoso episodio de Black Mirror.

Niñero por accidenteDirector:
Julien Guetta (Francia, 2018)

En el cine francés debería haber una señal de advertencia que diga: Las películas Hollywood no deberían ser nuestra fuente de inspiración (menos las comedias). En los últimos años, cada vez que una comedia francesa llega a las salas de cine (salvo sus honrosas excepciones), en lugar provocar entusiasmo y alegría, se siente un dejo de tristeza por ver al cine comercial francés conformarse con copiar las formulas del cine de EU. Esta vez nos traen la historia de Alex, de 43 años, quien dirige un servicio de remolque y que un día ayuda a una joven con su automóvil y pasa la noche en su casa, pero por la mañana ella desaparece dejándole tres niños. Una comedia de situaciones que poco aporta.

Mejor que nuncaDirectora:
Zara Hayes
(Gran Bretaña, 2019)

Sumado a los vacíos de originalidad, también llega otro filme que muestra otro vicio del cine actual. El de tomar a actores consagrados para ponerlos en situaciones burdas que ofrecen comedias innecesarias. Martha (Diane Keaton) vive en una residencia de ancianos y, animada por su compañera Sheryl (Jacki Weaver), decide montar un equipo de animadoras con sus compañeras. Pero lo que comienza siendo un hobbie se acaba convirtiendo en algo más serio cuando deciden presentarse a una competición. Para ello, contratan a una joven (Alisha Boe) que se encargará de entrenarlas. Lo que debería ser una película en la que se muestre que nunca es tarde para cumplir los sueños, se convierte en un manojo de secuencias de humor anticuado, insuficientes para generar emotividad.

Leto: Un verano de amor y rockDirectro: Kirill Serebrennikov (Rusia, 2018)

Pero no todo es tan malo este fin de semana. Kirill Serebrennikov retoma la historia real de los músicos Viktor Tsoi y Mike Naumenko, para retratar cómo se concebía la escena rockera en la Rusia de la Guerra Fría. El filme nos ubica en Leningrado a principios de los 80, cuando un grupo de jóvenes desafió las rígidas tradiciones soviéticas para buscar sus modelos en Occidente —Lou Reed, David Bowie, Iggy Pop, Marc Bolan, Blondie—, y allanar el camino para los severos cambios culturales que vendrían después. Con un blanco y negro entrañable, Leto es una pieza que nos recuerda el valor de la música, en tiempos en los que nos hemos olvidado de su capacidad de revolucionar el pensamiento.