Opinión

El muro nuestro de cada mañana

El muro nuestro de cada mañana

El muro nuestro de cada mañana

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Frente a la total y abarcadora figura presidencial, presenciamos un hilo de cambios que se desenrolla rápidamente y que modifica la actitud y la perplejidad de (casi) todos los demás. En parte por eso, este texto no versa sobre el primer mandatario, sino sobre el resto, muchos que somos “los demás”.

¿Recuerdan? Hace muy pocos meses, una buena batería de políticos, actores sociales, periodistas, intelectuales se dirigían al gobierno federal para aconsejar, con la esperanza de propiciar acercamiento y un moderado aprendizaje presidencial. ¿Resultados? Cercanos a cero.

Luego emergió una pequeña pero significativa avanzada de analistas “equidistantes” con su balanza bien calibrada: un reconocimiento, una ilusión ofrecida por el gobierno y en seguida, una alerta, una crítica adjunta. Bien: cada vez es más claro que esa mesura tan exacta es imposible mantener.

Un tercer pelotón es el de los críticos sin concesiones, y aquí el ovillo se deshace en más y más posturas: por un lado los duros razonables que escogen lenguaje y sus batallas y por otro, los frontales lo mismo en el fondo que en la forma, mientras más áspera y tajante mejor.

Pues bien, a estas alturas ya es bastante claro que el Presidente sabe sin fisuras ni dobleces lo que va a hacer (en el terreno político que para él, es lo mero importante). Sus decisiones no son “errores”, ni palos de ciego. Nos guste o no, sabe bien a donde va y qué es lo que quiere, y está en su voluntad subrayar, diariamente, todo lo que nos separa.

Si esto define grosso modo las circunstancias actuales ¿qué es lo que a “los demás” les queda por hacer?

Machacar en la polarización es una opción muy difundida, pero me temo que los radicales que la encabezan no han caído en cuenta que precisamente eso es lo que quiere la estrategia dominante. Caen en su garlito pues a querer o no, confirman todos los días, ese ustedes y nosotros en el que está metida la sociedad mexicana, con un efecto adicional: el espacio del “centro” queda cada vez más hueco y sin política.

En ese escenario los valores elementales de la convivencia se disuelven. Autonomía, objetividad, verosimilitud o imparcialidad están mal vistos: son superfluos ante la prisa y la aceleración.

Pongamos el caso de los medios de comunicación (los que no están alineados) y que aún no pueden encontrarse ni dar respuesta al desconcierto informativo provocado por las benditas redes y la variada tecnología. Los medios se hacen menos ecuánimes y cada vez más militantes en busca de nichos leales y seguros, reproduciendo un día sí y otro también, el libreto de la confrontación binaria e imparable.

Y eso no es lo peor: en la continua evaporación del centro, cada vez menos ciudadanos preservan el interés genuino por conocer lo que piensan aquellos, los que se hayan en el otro lado o los que no están en ninguno de los extremos.

Subrayo: no hablo del centro que existió durante la hegemonía tecnocrática (pos-crisis y antes de 2017) sino del centro que se abre en la presente situación y que por eso mismo, no tiene más que ser profundamente político.

Es el centro de quienes no se sienten salvadores ni quieren formar parte de ninguna gran transmutación, sino de los que buscan cambios sin poner en riesgo lo que de todos modos fue construido (los servicios y los institutos de salud; el servico exterior mexicano; las redes de la conservación ambiental, las elecciones limpias y bien hechas).

Ese centro ha de ser políticamente enérgico aunque su bandera sea la moderación. Un centro con capacidad para leer el discurso populista y darle una respuesta hilvanada, más allá del “caso por caso”. Una pulsión racional frente a las emociones voluntaristas y al cabo, incumplibles.

De la lucha de “los demás” contra los buenos, salen beneficiados los demagogos, mientras que nadie parece interesado en conducir sus aspiraciones a través de las instituciones democráticas, que pierden utilidad y sentido.

A cualquier parte que miremos, de sur a norte y casi sin excepción, vemos escenarios de odio, enfrentamientos, extremismos, polarización, competencia brutal, descarnada y mentirosa. Casi en todas partes, los radicales se imponen sobre los centristas, de modo que el acuerdo y la negociación dejan de ser opciones valiosas en sí mismas.

Un centro con mucho discurso que no estoy seguro si saldrá adelante. Pero si seguimos en esta vorágine neciamente confrontada, son millones de personas las que se quedarán sin espacio, sin representación y sin voz mirando, impávidos, cómo se edifica nuestra irreconciliable división; el muro nuestro al que somos convocados cada día.

Presidente del Instituto de Estudios para la Transición Democrática

ricbec@prodigy.net.mx

@ricbecverdadero