Opinión

El nacionalismo de las vacunas

El nacionalismo de las vacunas

El nacionalismo de las vacunas

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Transcurridos diez meses desde la aparición del primer brote del nuevo virus que ha puesto literalmente al mundo de rodillas, las señales más recientes para el control de la pandemia apuntan a la disposición en un plazo muy corto de tiempo, de las vacunas necesarias para inmunizar a las personas y detener la propagación incesante del SARS-CoV-2. Ello es alentador sin duda y representa un enorme esfuerzo de la ciencia y de los especialistas habida cuenta de los tiempos que habitualmente se requieren para el desarrollo de vacunas seguras y eficientes, y cabe insistir, en lo novedoso del virus. A la fecha no se cuenta con la información certera de su origen, comportamiento y alcances reales, y sin embargo los especialistas han avanzado a pasos agigantados en su estudio.

La crisis de salud pública que el coronavirus ha supuesto es claramente de dimensiones exponenciales, solamente comparables en términos históricos con la pandemia de la segunda década del siglo XX, popularmente conocida como la “gripe española”, pero que ha subrayado otras crisis que ya venían sucediendo en ese mismo campo de la salud, como la hipertensión, la diabetes, la obesidad, etc., y lo más lamentable de todo ello, que dichos problemáticas de salud están relacionadas con las profundas disparidades económicas y sociales imperantes en nuestros tiempos, de enormes privilegios de unos cuantos frente a la pobreza y limitaciones de amplias mayorías en los países y entre ellos. Y ya metidos en ese tema, es imposible dejar de mencionar las otras crisis aparejadas: la económica y la política, caracterizadas fundamentalmente por la pérdida masiva de empleos y el estancamiento de la actividad en el primer caso, y la polarización y la ausencia de solidaridad en la segunda. De manera que en esta tormenta política, económica y social por la que atraviesan todos los países, la noticia de la posible disposición de vacunas no es solamente una buena noticia sino un signo de esperanza. Por ello, pensar que la distribución de las vacunas pudiera servir de herramienta para la consecución de ciertos intereses o la atención privilegiada de países y personas, además de decepcionante, no haría sino subrayar que aprendimos poco o casi nada de las crisis gemelas a las que nos referimos en la columna anterior.

La OMS ha dicho una y otra vez que las vacunas y los tratamientos ante la Covid19 deben comenzar por proteger a los más vulnerables en todos los rincones del planeta por encima de una tendencia que ya se asoma, a la que califica de “nacionalismo de las vacunas”. El director de esa organización, ha señalado de hecho, que “si bien existe un deseo entre los líderes de proteger primero a su propia gente, la respuesta a esta pandemia debe ser colectiva.” El argumento es simple pero contundente si se piensa en que, como lo sostiene Tedros Gebreyesus, debe evitarse la repetición de situaciones como las observadas al inicio de la pandemia en distintos países en su búsqueda por asegurar equipos médicos como ventiladores y mascarillas, entre otros, acaparando materiales e irrumpiendo las cadenas globales de producción y suministro, y complicando al máximo los esfuerzos de combate a la pandemia. De ahí que insista en que la “forma más rápida de poner fin a la pandemia y reabrir las economías es comenzar por proteger a las poblaciones de mayor riesgo en todas partes, en lugar de a la población entera de solo algunos países.” (“La OMS advierte contra el nacionalismo de las vacunas”, IPS, 21agosto2020, www.ipsnoticias.net)

Retomando lo dicho en colaboraciones anteriores, una nueva normalidad no debe consistir simplemente en regresar a la situación de antes de la pandemia. Reconstruir con igualdad debe ser la premisa.

gpuenteo@hotmail.com