Opinión

El otoño ya empezó

El otoño ya empezó

El otoño ya empezó

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En su informe COVID-19 del día de ayer, The Economist se ocupa del “exceso de mortalidad” en el mundo (ese concepto fúnebre que compara el número de muertes que ocurren en un periodo normal, frente al número de muertes que están ocurriendo realmente durante la pandemia).

La indagatoria del semanario inglés exhibe dos graficas: una “v” invertida, que es la forma que adopta la curva de fallecimientos en Europa Occidental, y la compara con la “s” de América Latina. La “v” invertida muestra que luego de llegar a una cumbre, el daño europeo descendió casi a cero hasta julio. La “s” en cambio, muestra un pico y un descenso muy pausado pero que no acaba nunca en América Latina: acá, la muerte “adicional” sigue su marcha.

Pero el escenario se ennegrece porque llega el otoño y con él las enfermedades respiratorias, tan parecidas en sus síntomas al COVID-19. Una “sindemia” como la llaman los expertos que aparece en un escenario peor: nuestra economía ya se ha derrumbado; nuestros ahorros (los que teníamos) se han ido; el personal de salud está ya exhausto y el cansancio depresivo afecta ya la mente de millones. Pero no es todo.

Les tengo una muy mala noticia adicional: las fuerzas que se suponía iban a provocar una recuperación rápida, a partir de julio, también se debilitan. La semana pasada conocimos un montón de datos que así lo muestran.

En su actualización de cifras sobre la inversión total, el INEGI confirma que, al empezar julio, llevábamos cayendo siete trimestres al hilo y que si quisiéramos recuperar el golpe (sólo ser los mismos que éramos en mayo de 2019), tendríamos que escenificar un crecimiento del 38 por ciento real. Misión imposible en este año y también, imposible para el primer trimestre de 2021.

El hecho se refleja en el cogollo del crecimiento: la inversión en el sector de la construcción creció sólo 1.1 por ciento de junio a julio, después de haber caído 19 por ciento en abril. O sea que la recuperación es insignificante. Y si abrimos el comparativo anual, es decir junio-junio, el descenso es del ¡29.1 por ciento! El gasto público—-como sabemos— no ha venido en auxilio al crecimiento pues primero está la austeridad.

Pero fijémonos en la gran apuesta del Presidente, o sea, el T-MEC y la recuperación estadunidense. También ha comenzado a cansarse, demasiado pronto.

En junio cantábamos aleluyas porque el vecino pudo crear 4.8 millones de empleos, pero resulta que en agosto pudo ofrecer nada más que 1.4 millones. Es decir: acabará el 2020 y los norteamericanos estarán a ¡40 millones de los 51 millones de empleos que perdieron durante la pandemia! Falta locomoción.

Ahora echemos un vistazo al Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington que, a mediados de mes, presentó sus proyecciones globales para todo 2020. Sus matemáticos (hasta hoy infalibles) nos dicen que el número de muertos en el mundo por la pandemia alcanzará 2.8 millones. Pero lo más inquietante: 1.9 millones, la mayoría, fallecerán entre septiembre y diciembre de este año malhadado. Y México se halla en un lugar sobresaliente de esa tabla estadística a la vuelta de la esquina. Lo que quiero mostrar con estos números tan fundamentales, no es el futuro, al contrario. Se trata de las tendencias en el presente. No son una especulación sino la certeza de una situación que está ocurriendo ante nuestros ojos.

Y lo hago con toda intención.

Porque el oficialismo —a punta de silencio, torpeza o de mensajes ambiguos— ha querido transmitir la idea de que “ya paso lo peor”, que los semáforos adquirirán el anhelado tono amarillo o verde en las siguientes semanas y que, en suma, el gobierno lo logró.

Pero cuando hacen eso, cuando se autoengañan diciendo que todo va mejor, nuestras autoridades provocan conductas masivas que relajan los cuidados en un momento de incremento de los riesgos. De esa manera, el inevitable segundo golpe que depara la pandemia, se convertirá en una pesadilla mayor, algo que podríamos evitar con una corrección sensata en la política sanitaria, intensificando las precauciones y con mensajes más prudentes.

Pero el otoño, ya empezó.