Opinión

El Palacio amurallado

El Palacio amurallado

El Palacio amurallado

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

“El hombre que se encierra entre cuatro paredes acaba por perder la facultad de asociar las ideas y las palabras”, escribió Julio Verne en Viaje al centro de la tierra. El aislamiento del presidente López Obrador respecto de la realidad cada vez resulta peor. Se construye versiones complacientes, a menudo saturadas de falsedades, que replica a diario. Se rodea de aplaudidores que le celebran sus dichos o que, si le expresan reparos o verdades, no tienen éxito alguno. Ahora, el muro alrededor de Palacio Nacional corrobora el retraimiento del presidente y su rechazo a las exigencias de las mujeres.

La pandemia puso en suspenso el ascendente movimiento feminista que se expresó hace un año en las manifestaciones que, por todo el país, amalgamaron rabia y dolor junto con el entusiasmo y la convicción de millones de mujeres. El 8 de marzo pasado fue el punto de inflexión de por lo menos cuatro grandes cambios.

1. La proverbial subordinación de las exigencias feministas, hasta entonces por lo general ubicadas detrás de otros temas y urgencias, fue reemplazada por su colocación definitiva en el centro de los asuntos públicos. A la violencia, que se encuentra en el tuétano de nuestra sociedad, ahora se le reconoce como especialmente alevosa y ruin cuando afecta a las mujeres.

2. El 8 de marzo de 2020 fue emblemático, además, porque muchas de las mujeres que tomaron la voz y las calles abandonaron el mutismo que por miedo, resignación y aislamiento, habían soportado desde siempre. Para una gran cantidad de sus protagonistas, las marchas de ese día y el paro nacional del 9 de marzo fueron sus primeras experiencias en acciones colectivas. Se sabían solidarias unas con otras pero juntas, en los gritos y silencios de aquellas jornadas, se reconocieron con orgullo como parte de una misma causa.

3. La causa de las mujeres siempre ha sido transversal a toda la sociedad pero hace un año se reafirmó como el más vigoroso movimiento de nuestros días. No hay bandera política ni rezago social capaces de congregar una convicción tan extendida, tanto entre las mujeres como en la otra mitad de la sociedad. Ningún partido, ningún líder o grupo, tienen la adhesión amplia y decidida con la que cuenta la lid por los derechos de las mujeres.

4. Hay un nuevo feminismo. Se trata de una corriente arraigada en las históricas luchas por los derechos políticos de las mujeres (reivindicados el 8 de marzo desde hace 111 años gracias a Clara Zetkin), apuntalada en el esfuerzo de las feministas de los años 60 y 70 del siglo XX y afianzada en el empeño de millones de mujeres que en las décadas recientes han batallado para estudiar, trabajar, ganarse el respeto de todas y todos y también de sí mismas. Ese nuevo feminismo está nutrido por la certeza de las mujeres más jóvenes que, a diferencia de otras generaciones, ven al respeto a sus derechos (y a las exigencias correspondientes) como un asunto natural.

Cada uno de esos grandes cambios tiene sus dificultades. Todos hablan de mujeres y derechos pero la violencia contra muchas de ellas, las dificultades laborales, el insuficiente respaldo estatal y social o la utilización de mujeres para cubrir cuotas y apariencias, son agravios de todos los días. En México algunas de las obligaciones del Estado con las mujeres (estancias infantiles, medicamentos para padecimientos graves, entre otras) han sido canceladas o son regateadas. El gobierno federal despliega un feminismo de oropel.

El recelo del presidente ante las demandas del feminismo pone a las mujeres que simpatizan con su gobierno ante un dilema ineludible. Respaldar a López Obrador implica desdeñar las reivindicaciones de las mujeres. Las inconsecuencias de Morena, en ese tema, son vergonzosas. Docenas de legisladoras de ese partido se fotografiaron con pañoletas verdes y aplaudieron la venturosa legalización del aborto en Argentina. Pero en México se niegan a impulsar con seriedad esa medida. Si Morena quisiera, tan sólo con los votos de sus senadores y diputados podría aprobar hoy mismo el derecho de las mexicanas al aborto en todo el país. El presidente dice que ese tema debe ser motivo de una consulta pública. Los derechos de las personas no se someten a plebiscito pero los legisladores, y especialmente las legisladoras y las militantes de Morena, callan ante ese despropósito.

El movimiento feminista se cohesiona en torno a demandas básicas (rechazo y castigo a la violencia, en primer término) y más allá de ellas adquiere variadas expresiones e inflexiones. En el año reciente el encierro impuesto por la pandemia desalentó las movilizaciones en las calles pero se ha desarrollado un poderoso y creativo movimiento cultural. Numerosos colectivos (con demasiada frecuencia designados con “a”, como si la realidad se modificara cambiando algunas expresiones del lenguaje) mantienen redes de ayuda, alientan y multiplican denuncias de abusos, producen videos, podcasts, libros y páginas en línea, se apoyan en Zoom para ofrecer cursos y compartir experiencias, hacen de los recursos digitales una palanca para trascender el encierro y ejercer esa amalgama de identidad, complicidad y solidaridad que los hombres no siempre comprendemos y que se llama sororidad.

El feminista, como todos los grandes movimientos de la historia, tiene flancos estridentes que, sobre todo en esta era de tuits y videos instantáneos, llegan a tener más notoriedad que las acciones e inquietudes de las grandes mayorías de las mujeres. Hay grupos violentos que toman la causa feminista como pretexto para enfrentar al poder político y que en ocasiones deslegitiman y/o sabotean al grueso del movimiento de las mujeres. Aunque con frecuencia son destempladas e incluso irracionales, las acciones de esos grupos rabiosos han sido vistas con simpatía por muchas mujeres para quienes, en ese caso al menos, el fin justifica los métodos violentos. Quienes sostienen esa apreciación olvidan que el propósito de tales grupos organizados para el atropello no es reivindicar la causa de las mujeres sino el enfrentamiento con el Estado.

Para evitar que esos grupos maltraten la fachada de Palacio Nacional, el gobierno colocó un aparatoso muro. El asalto de grupos violentos podría evitarse con una acción policiaca inteligente y decidida. Sin embargo el muro que hoy rodea a Palacio Nacionales es mucho más desproporcionado que cualquier dispositivo de contención que se haya colocado en otros gobiernos. Ese muro es una metáfora de la incapacidad del presidente para entender a la sociedad y de su rechazo a las mujeres.

La muralla que circunda a Palacio es un desafío a las y los violentos pero, sobre todo, refuerza el desdén que López Obrador ha expresado hacia las demandas feministas. Su defensa del impresentable Félix Salgado Macedonio, acusado de abuso sexual por varias mujeres, estableció un deslinde respecto del cual no hay retorno posible. El “ya chole” del presidente irritado con las agraviadas por la candidatura de Morena en Guerrero, desemboca en el muro alrededor de Palacio. La muralla es ofensiva porque subraya la política de puertas cerradas a las mujeres y sus exigencias.

A López Obrador le gusta establecer símbolos de su conducta y obsesiones. El alcance simbólico del muro deja un mensaje desastroso. Ese muro enfatiza su ignorancia y desinterés por la causa de las mujeres. El presidente ni las ve, ni las oye. No quiere que se acerquen. No es temor a las mujeres como algunos dicen. Se trata de puro, simple y mezquino desdén.

El muro fue rápidamente convertido en memorial, gracias a las mujeres que pintaron los nombres de centenares de mexicanas que han sido víctimas de violencia. Esa ha sido otra derrota simbólica del presidente.

El muro de lámina cerca al edificio palaciego en donde el actual presidente ha querido vivir y gobernar. Es un presidente aislado. Igual que los peores gobernantes en la historia mexicana López Obrador ha decidido ser, para decirlo con la acertada expresión de René Avilés Fabila, el gran solitario de palacio.

ALACENA: Este día, todos los días

Cada día en México son asesinadas más de 10 mujeres (10.2, en promedio). De esos, 2.57 casos son considerados como feminicidios. Cada día se presentan 45.2 denuncias de violación y hay 601 casos de violencia familiar. Cada día, 157 mujeres presentan denuncias por haber sufrido lesiones dolosas y 4 niñas son víctimas de corrupción de menores. Todos esos son datos para 2020 del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Este 8 de marzo, pero todos los días también, tiene que recordarse esa abominable realidad.