Opinión

El Palacio por la ventana

El Palacio por la ventana

El Palacio por la ventana

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Mañana se cumple un año.

Otra vez el Zócalo infatigable, resistente, simbólico, propio; de nuevo la versión infinita del sermón, cuya insistencia construye la nueva República de la Palabra, la nación del discurso, el reconocimiento y a un tiempo encarnación de la superioridad moral del pueblo indefinido e indefinible pero siempre presente en el verbo.

Y el verbo se hizo voto y habitó entre nosotros, dice el nuevo libro.

Un año de la victoria sin ningún general “Pirri” para atenderla o calificarla. Hace doce meses las urnas nacionales se cubrieron de gloria.

Ahora no importan los nubarrones de las descalificadoras, ni las opiniones —de seguro— interesadas y malévolas, podridas de origen, venales, de cualquier analista, columnista u observador del juego; nada valen ni el disenso, ni la crítica.

Todo es alegría porque el reino del bien se ha instalado en la tierra, al menos en esta, convertida en ruda aduana migratoria del gobierno de los Estados Unidos, porque se puede ser valiente con todos menos con quien tiene el mango y la sartén de la mano y al primer grito pone a temblar hasta el Hemiciclo a Juárez con los ecos del tratado Mc Lane-Ocampo; no vaya siendo a estas alturas de la vejez cuando nos vengan las viruelas.

El planeta le ha dado la vuelta al sol trescientas sesenta y cinco veces y el buen pueblo mexicano ha girado otras tantas en torno de su nuevo sol, sin pensar nada más allá de la hipnótica cucharada cotidiana del deslumbramiento palabrero, aturdido por los cánticos reiterativos en el mantra anti corruptor y la palabra modesta de quien busca simple austeridad y toma ejemplo hasta del “mínimo y dulce” Francisco de Asís, para lograr el reino de la justicia por encima o sin el estorbo de la ley.

Mañana, como dice Joaquín Sabina vamos a perder los alamares, es el aniversario del triunfo y el aprendizaje de cómo la ciencia no es necesaria.

El gobierno, como una simple extensión de los afanes electorales, permite comprender esas definiciones de la Cuarta Transformación Nacional asentada en el gran estribillo, la suprema intuición, los reflejos felinos, rápidos, como la invisible velocidad del ala de un chupamirto:

Nos lo ha dicho ufano el Señor Presidente poco antes de extinguir la única vela en su gozoso pastel de aniversario:

“Eso de que la política es el arte y la ciencia de gobernar no es tan apegado a la realidad; la política tiene que ver más con el sentido común, que es el menos común, eso sí, de los sentidos…

“…La política tiene que ver más con el juicio práctico, la política es transformar, hacer historia, es un oficio noble que permite a la autoridad servir a sus semejantes, servir al prójimo. Esa es la verdadera política”.

No lo dijo más claro Miguel de Cervantes cuando hizo gobernador al rústico Sancho Panza, quien así decía al recibir el cargo:

—“Vos, Sancho, iréis vestido parte de letrado y parte de capitán, porque en la ínsula que os doy tanto son menester las armas como las letras, y las letras como las armas.

—“Letras —respondió Sancho—, pocas tengo, porque aún no sé el A, B, C; pero bástame tener el Cristus en la memoria para ser buen gobernador. De las armas manejaré las que me dieren, hasta caer, y Dios delante.”

Sin embargo, al verse en la primera grave dificultad, ante la amenaza de una invasión, Sancho respondió así:

—¡Ármese luego vueseñoría, si no quiere perderse y que toda esta ínsula se pierda!

—¿Qué me tengo de armar —respondió Sancho—, ni qué sé yo de armas ni de socorros? Estas cosas mejor será dejarlas para mi amo don Quijote, que en dos paletas las despachará y pondrá en cobro; que yo, pecador fui a Dios, no se me entiende nada destas priesas”.

Pero en fin, ninguna relación tienen las letras del siglo de Oro con la intuitiva operación política del actual gobierno, cuyas hachas presupuestarias y marros administrativos, nos llevan de un salto al otro mientras la popularidad del gran líder se confirma y sostiene.

Habrá mariachis y sones, lo cual nos recuerda aquella noche inicial con sus vaporosos perfumes del humo copalero, esa fiesta mitotera (el mitote es una expresión antigua de los mexicanos (del náhuatl mitotiqui’danzante’, de itotia’bailar’)para el festejo perdurable, cuya originalidad le dio forma a los proyectos iniciales del gobierno, los cuales no han variado, así haya sido necesario esperar casi siete meses para tener ya aprobado el Plan Nacional de Desarrollo, el cual nada significa ni ahora ni nunca, porque no ha tenido jamás plan alguno importancia más allá del reiterativo proyecto de las cosas no cumplidas, pues si se hubieran logrado los fines de todos los planes habidos en nuestra historia, nos cantaría otro gallo y ni ganso se cansaría, porque estaríamos, tiempo ha, instalados en la gloria, el progreso, la justicia, el desarrollo, la riqueza justa, la soberanía plena, sin sustos ni sombrerazos de los vecinos del norte quienes han forzado una política pública contundente ( la única), con un solo manotazo en la mesa.

—¿Quieres oír la risa de Dios?

--¡Cuéntale tus planes!

Esa política pública nos ha llevado a ser la nueva policía migratoria de los Estados Unidos. Al menos así lo marca y recalca el líder del Congreso de los diputados, Porfirio Muñoz Ledo, de cuyas manos se deslizo la Banda Presidencial ahora en el pecho del Señor Presidente.

Pero por la ya dicha política, ahora recibimos un mínimo regalo cuya brevedad no le quita el fulgor diamantino del símbolo, porque sabe usted, allá en las lejanas tierras de Oriente, en Cipango, para ser preciso, el Gran Emperador del Mundo, Mr. Donald Trump ha felicitado al canciller mexicano, Marcelo Ebrard, por el fulgurante sellamiento fronterizo de la zona chiapaneca, el cual dificulta el paso de miserables en busca de mejor vida, sin importar el riesgo de encontrarse con la muerte como les sucedió, muchos kilómetros más arriba a los salvadoreños, Óscar Alberto Martínez Ramírez y su hija, Valeria, tan pequeña como una sílaba, quienes hicieron verdad aquel título de Luis Spota cuando escribió su novela; porque ellos también “murieron a la mitad del río”.

Pero MR. Trump ha puesto su divina palma en la espalda de Mr. Ebrard y le ha dicho, “…good boy, very good…”, y él ha enviado rápido a los medios su fotografía con el sinodal (pícale, Fabián…) cuya severidad se ha conmovido en el examen al cual México fue sometido voluntariamente para su certificación en 45 días, los cuales ya se agotan.

Nada empaña esta fiesta, nada en verdad. Ni las advertencias de un crecimiento enano, ni las recomendaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos sobre los derechos de la infancia agraviada por la clausura de las guarderías y el cambio de programas,

Bueno, ni siquiera el informe anual de la ya dicha comisión, cuyo texto no llega al Palacio Nacional sino se estanca y diluye en la burocracia de la oficina de Alejandro Encinas quien nada ata y muy poco desata en la materia de los DH, en el Palacio de Covián. Total de palacio a palacete.

Hoy los ojos miran el inicio formal de las operaciones de la Guardia Nacional, cuyo simbólico arranque es en los terrenos del Campo Marte, dios de la Guerra y la milicia, después del estéril y bizantino debate sobre el mando civil cuya pírrica victoria (otra vez General Pirri), se pensó asentada en el parlamento abierto.

—¿Abierto de qué?

—Pregúntele usted la respuesta a Taibo II. Él sabe de esas cosas.

EXILIO. Mucho nos dio el exilio español. Pero luego, además de su herencia intelectual nos dejaron a sus hijos y nietos. Y a veces, “Ay” Nanita.

Rafael Cardona

rafael.cardona.sandoval@gmail.com

elcristalazouno@hotmail.com