Opinión

El peligro de la libertad intelectual

El peligro de la libertad intelectual

El peligro de la libertad intelectual

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Con el nombre que titula esta entrega, en enero de 1950 la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en colaboración con la UNESCO, que por entonces dirigía Jaime Torres Bodet, organizó una mesa redonda de tema muy singular en el marco del Tercer Congreso Interamericano de Filosofía.

Participaron en aquella discusión pensadores fundamentales para la historia mexicana de las ideas: Samuel Ramos, José Vasconcelos y José Gaos, entre otros. Un joven recién egresado de la carrera de filosofía, Leopoldo Zea, fue elegido como relator de aquellas mesas y él mismo se encargó de prologar y publicar las memorias del Congreso en una edición ya olvidada de la UNAM, que salió de la imprenta en 1952.

El tema era sin duda novedoso e incluso se prestó a confusiones. La idea original, como lo recordaría mas tarde el Doctor Zea, era la de preguntarse con suma valentía y honestidad si el creciente poder e influencia de los intelectuales podría acaso comportar algún peligro social o una amenaza para el concepto de la democracia y de la libertad misma. Si acaso la producción de saberes al servicio o promovidos desde el poder, podría llegar a deformarse para alimentar los discursos del fanatismo, la exaltación nacionalista, el temperamento bélico, el exterminio étnico y los impulsos genocidas que se presentaron en la primera mitad del siglo XX:

Se tenía en cuenta para ello la experiencia reciente de los horrores del exterminio nazi, las purgas del stalinismo en la Unión Soviética, o el anticomunismo feroz del macartismo que se gestaba en los Estados Unidos, y que en todos los casos contaron con el auspicio, la inspiración y aún la complicidad de pensadores y científicos de talla, o bien de escritores reputados.

“El pensamiento —reseña Zea—como un arma de dos filos que lo mismo podría servir para construir que para destruir. La Segunda Guerra Mundial había puesto de manifiesto esta responsabilidad no sólo de los filósofos sino de los intelectuales en general”.

Con todo, hubo quienes le dieron la intención contraría al título de marras y optaron por referirse a “la libertad intelectual en peligro”, lo cual es una cosa muy distinta y permitía entonces disertar —de manera más bien previsible— alrededor de la siempre legítima defensa de la libertad intrínseca de la creación artística y del pensamiento intelectual frente a las amenazas de los autoritarios y los censores. La imaginación frente al poder, que no el poder de la imaginación para deformar al poder. Tal era el dilema de los convocados a esta mesa.

José Vasconcelos, sabio, contundente, provocador y enemigo de toda autocomplacencia, no se dejó ganar por la confusión. El gran constructor de las instituciones culturales mexicanas, quien había tomado la decisión racional y consciente de simpatizar con el fascismo europeo y había sido, por lo tanto, histórica y moralmente derrotado, abordó en su disertación el sentido original del tema para el que había sido llamado.

Entiéndase por lo demás que cuando Vasconcelos se refiere al “hombre” quiere decir en algunos caso al “ser humano” —por aquel entonces la corrección de un lenguaje incluyente y no sexista no estaban en el orden de sus preocupaciones— y en otros casos la palabra “hombre” alude más bien a una exaltación de lo “varonil” que ayer y hoy califica como machista.

“Debe ser el filósofo —señaló— ante todo un hombre, y por lo mismo, afrontar todas las contingencias del hombre. A la hora de responder de sus actos ha de responder como hombre y no como filósofo, es decir, sin alegar privilegios propios de doncellas tímidas: desde que pudiese acogerse a un fuero, perdería autoridad moral”.

Regreso al tema original y por demás oportuno del Congreso de 1950 ¿Puede la actividad intelectual, directa o indirectamente, convertirse en el salvoconducto que alimenta o legitima la tentación autoritaria inmanente a todo ejercicio del poder carente de contrapesos?

La pregunta cobra nuevo sentido en los primeros meses del nuevo gobierno mexicano, en los que percibo la aparición de nuevas figuras intelectuales, con fuerte presencia mediática y marcado activismo en redes sociales, cuyas simpatías por el presidente y lo que representa se esmera en la descalificación a priori de aquellos que le critican.

No argumentan, pontifican. No debaten, colocan en la picota de la degradación moral a los críticos del nuevo régimen: el peligro de la libertad intelectual, la libertad intelectual en peligro. Releamos a Gaos, a Vasconcelos y a Samuel Ramos para entender mejor a lo que nos podríamos estar enfrentando.

@edbermejo

edbermejo@yahoo.com.mx