Opinión

El PRI tenía un resorte

El PRI tenía un resorte

El PRI tenía un resorte

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Los autoritarismos, tanto los viejos y consolidados como los que se están haciendo, no tienen un libreto predeterminado, su destino es obra del contexto, los actores y sus decisiones. Por eso hay ejemplos de autoritarismos que se abren —aunque sea tímidamente— y otros que inexorablemente se cierran. Los primeros pueden llevar a procesos de apertura, los segundos a dramáticas asfixias políticas. En medio un montón de escenarios empantanados o de pequeños avances exasperantes. Pero todo depende y siempre conviene mirar la historia.

En algún lugar de nuestro pasado, por ejemplo, al interior del autoritarismo del PRI y de sus expresiones presidenciales encarnadas en Díaz Ordaz y Luis Echeverría, la respuesta a las demandas de una sociedad diversa era la simulación, la teatralidad y la represión; su trato con los disidentes de derechas o de izquierdas era el hermetismo, con la secreta ilusión de que se trataba de grupos que muy pronto acabarían arrumbados en alguno de los baúles de la historia. Y es que los autoritarismos quieren eso: creen que encarnan no sólo una mayoría electoral, sino una mayoría orgánica y social y, por añadidura, se creen hechos para muchos años; mientras sus adversarios son accidentes, minorías no significativas, no representan al pueblo y merecen ser excluidos de las decisiones publicas más importantes.

Así nos fue en 1968 y durante la primera mitad de los años setenta: un periodo sordo en el que se hacía política con mucho miedo. Pero aquel autoritarismo tuvo una mutación desde su interior; una mutación política animada por Jesús Reyes Heroles (entonces Secretario de Gobernación), al cabo apoyado por el presidente López Portillo. Entonces apareció un nuevo resorte: en lugar de enfrentar a todos esos nuevos grupos con las pócimas autoritarias, se les ofreció un lugar en la Constitución, la Ley y el poder público.

Está por hacerse la historia política de ese cambio al interior de la coalición priista de hace cuarenta años, pero el cambio que ocurrió realmente y que tuvo una multitud de efectos democratizadores es ya un hecho documentado por los historiadores.

Pero fíjense bien en el contexto de aquel autoritarismo; prescindamos de la ridícula votación presidencial de 1976 a la cual asistió solo y su alma el candidato del PRI, llevándose, él solo, el cien por ciento de los votos. Ahora prestemos atención a la Cámara de Disputados (80 por ciento priista) y de Senadores (100 por ciento priista), ninguna gubernatura fuera del PRI y muy escasos presidentes municipales de oposición. Pues aun así, frente a esa aplastante mayoría, el resorte surgió, se instaló y funcionó: resultó que para aquel añejo autoritarismo fue más importante lanzar un mensaje de convivencia y concordia para un México que ya se anunciaba muy plural.

Todo esto vino a cuento en un seminario de discusión celebrado el jueves pasado en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y que se llamó así: “90 Años del PRI: pasado y presente” en el cual abundaron las similitudes y comparaciones entre aquel, viejo régimen, y el nuevo, el que se abre paso después de las elecciones de 2018.

La abultada votación del año pasado, favorable en un 53 por ciento a la candidatura de López Obrador (nada comparable con los viejos tiempos del PRI, que le ofrendaban el 70 o el 80 por ciento) ¿es la mojonera que indica el inicio de una nueva hegemonía a las del viejo estilo o más bien es un episodio en la fluctuante marcha de las votaciones plurales mexicanas? ¿El nuevo gobierno se siente un gobierno normal, en un concierto democrático o ha venido a imponer un nuevo orden completamente distinto porque es el portador de una misión superior? ¿Podrá hacerlo? ¿Estamos en un preludio autoritario? ¿Cómo reaccionará la oposición? ¿Cómo reaccionará el PRI después de sus elecciones internas de este domingo? ¿El PRI se alineará con el poder que se asume a sí mismo como poder del pueblo, tantos años abandonado? Y lo más inquietante: ¿cómo reaccionará Morena ante una oposición razonada y organizada? ¿Tendrá la capacidad de producir su propio resorte y asimilar lo importante de “los adversarios” o lo suyo es ningunear, fingir diálogo, utilizar con velocidad su mayoría diga lo que diga y haga lo que haga la pluralidad activa de la nación?

Alguna vez el PRI sacó reservas y tuvo la sabiduría para poner su política al servicio de un acuerdo con los demás, con la diversidad, a pesar de contar con una mayoría indiscutible. En los tiempos modernos ¿Morena será capaz de alzarse y elaborar ese resorte?

ricbec@prodigy.net.mx

@ricbecverdadero