Opinión

El primer (¿o tercer?) informe de AMLO

El primer (¿o tercer?) informe de AMLO

El primer (¿o tercer?) informe de AMLO

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

*Pablo Xavier Becerra Chávez

Según AMLO, el mensaje que leyó el día primero por la mañana es su tercer informe porque considera que el de sus 100 días y el del primero de julio fueron el primero y el segundo. Sin embargo, el informe que entregó por la tarde al Congreso decía con toda claridad Primer Informe de Gobierno, de acuerdo al artículo 69 constitucional. Esto habla de la confusión que tiene el Presidente entre sus fantasías y la realidad. Lo mismo ocurrió cuando habló del supuesto Instituto Para Devolver al Pueblo lo Robado, que en realidad no se llama así en la ley, sino Instituto de Administración de Bienes y Activos.

El mensaje presentado como tercer informe, en realidad es una colección de frases y datos que cotidianamente ha dado en sus conferencias mañaneras y en sus mítines diarios. En los hechos se trató de una “mañanera plus”, frente a un público con invitados especiales (representantes de los poderes Legislativo y Judicial, del sector empresarial y el gabinete en pleno), en la que no faltaron los chascarrillos de costumbre.

La columna vertebral del planteamiento presidencial es que su gobierno ha iniciado la cuarta transformación de la vida pública de México, que constituye un verdadero cambio de régimen. Su componente decisivo es la separación del poder económico y el poder político, que conduce a que ahora el gobierno representa a todos los mexicanos, sin distinción de riqueza, religión, orientación ideológica o sexual. Pero eso no demuestra la supuesta separación entre poder político y económico. En realidad no ha habido acciones decisivas en este sentido. El conjunto de la política económica no ha cambiado y no se han castigado los casos de contubernio entre el gobierno y algunos sectores del empresariado típicos del pasado reciente. En las primeras filas del evento estaban los empresarios más poderosos del país, algunos de ellos integrantes del consejo asesor del Presidente, aplaudiendo sin mayor problema.

Un segundo componente del supuesto cambio de régimen, según AMLO, es que ya existe un estado de derecho, en el que supuestamente se aplica el ideal juarista: “al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”. Lamentablemente eso está muy lejos de ser realidad. Las consultas patito; el memorándum presidencial que ordenaba a algunas dependencias públicas no aplicar la reforma educativa; la convocatoria adelantada para el reclutamiento de personal para la Guardia Nacional, antes de que se aprobara la reforma constitucional respectiva; la declaración del propio AMLO en el sentido de que él opta por la justicia sobre la ley; el nombramiento de funcionarios que no cubren los requisitos de ley, o la modificación de la ley para que sus amigos puedan ser nombrados, entre muchos otros casos, muestran el gran desprecio del Presidente por la ley.

Como parte de este estado de derecho, según AMLO, el Poder Ejecutivo ya no interviene en las decisiones de los otros poderes y de los organismos autónomos. Lamentablemente no ha sido así. Durante estos meses, el Presidente no se ha cansado de presionar al Legislativo y al Judicial, así como de presionar y hostilizar abiertamente a los organismos autónomos. Acerca de las presiones al Poder Judicial, el ejemplo más fuerte es la renuncia de la magistrada presidenta del Tribunal Electoral de la Federación, operada, según los testimonios conocidos, por el consejero jurídico del Presidente y el presidente de la Suprema Corte.

Por lo que hace a las presiones sobre los organismos autónomos, el caso más notorio fue la amenaza de procesar al presidente de la Comisión Reguladora de Energía porque se atrevió a disentir de las propuestas presidenciales para consejeros de la misma. El resultado final fue su renuncia y el nombramiento de incondicionales al Presidente como consejeros. Igualmente se recuerda la destitución fulminante del titular del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social por atreverse a criticar la política de austeridad. También han sido notables las críticas presidenciales al Instituto Nacional Electoral, al que se acusa de despilfarrador y de no garantizar elecciones democráticas.

Otro componente de la supuesta cuarta transformación sería que apenas en este gobierno se empieza a transitar a una “verdadera democracia”, en la que desaparecerán los fraudes electorales, que supuestamente hasta hoy han sido tolerados por las instituciones electorales actuales. El problema es que, si la visión presidencial fuera cierta, entonces no  podría explicarse el triunfo de AMLO en la elección de 2018.

En esta lógica del renacer democrático, AMLO espera que el Congreso apruebe ya la revocación del mandato y la eliminación del fuero constitucional. El problema es que la revocación tal como él la ha propuesto es inadmisible en un sistema democrático. Quiere un procedimiento que le permita hacer campaña a la mitad de su gobierno. En ningún país la revocación es solicitada por el Presidente, sino que es un derecho de los ciudadanos. Sobre la ­desaparición del fuero constitucional hay que tener mucho cuidado porque puede hacer muy vulnerables a los gobernantes.

Sorprendió la rudeza innecesaria al final contra la oposición y la prensa crítica, sus “adversarios” los “conservadores”, los “reaccionarios”, que están “desquiciados” y están “moralmente derrotados”. Para un presidente que empezó diciendo que su gobierno representa a todos los mexicanos, sin distinciones de riqueza o religión, este ataque a la oposición es simplemente una provocación. Meter a toda la oposición y a los críticos en el saco de los “conservadores” es una trampa conceptual que tiene la finalidad de equiparar a AMLO con Juárez en su lucha contra los conservadores del siglo XIX, que por lo visto es su periodo histórico preferido. Su planteamiento de que están “moralmente derrotados”, apoyado en una referencia a Juárez simplemente está fuera de lugar. Además, resulta ridículo que lo diga “con respeto”, que no se entienda como un “acto de prepotencia”, cuando en realidad es precisamente un acto de prepotencia. Confirmamos que cuando AMLO dice “con todo respeto” es porque a continuación viene un insulto.

*Profesor-investigador del Departamento de Sociología y del Área de Investigación sobre Procesos Políticos de la Unidad Iztapalapa la Universidad Autónoma Metropolitana.