Opinión

El proceso de ensamblaje de las políticas públicas

El proceso de ensamblaje de las políticas públicas

El proceso de ensamblaje de las políticas públicas

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
Carlos Ricardo Aguilar Astorga*
 

A más de un año de la llegada del nuevo gobierno federal, las expectativas sobre las formas de gobernar han suscitado acalorados debates sobre lo que el aparato administrativo está efectivamente realizando; desde luego que las cargas valorativas  no han estado ausentes, sino que parecen ser el invitado principal.

Parte importante de lo que se discute sobre lo que hace o no el gobierno, deriva del manejo de la información que el Jefe del Ejecutivo realiza por las mañanas y que al parecer no tiene contentos a muchos sectores que lo han visto más como una evasiva a temas que al tratamiento comunicativo que merecen los asuntos prioritarios.

Luego de 12 meses de la nueva administración, es turno de operativizar el Plan Nacional de Desarrollo (PND) que, desde su aparición hace unos meses, trajo consigo confusiones sobre cuál de las versiones del documento era la adecuada, lo que generó críticas sobre la idea de planeación del Ejecutivo federal.

Si bien el mensaje del Presidente es “hacer las cosas bien”, poco se informa —y mucho menos comunica— sobre “cómo” se va a corregir “eso indeseable” que se pretende cambiar.

Una revisión breve del PND permite observar que es un texto difícil de comprender en tanto el diseño, implementación y evaluación de las políticas públicas que pretende ofrecer. Desde luego que allí vienen plasmadas las ideas generales del proyecto político del Ejecutivo; sin embargo, su sectorialidad tendría que arrojar mayores luces que permitan analizar, reflexionar, indagar, pero también participar e involucrar al público reflexivo.

Mucho se habla sobre las virtudes de la participación ciudadana, pero parece que su manejo a nivel gubernamental presenta dificultades en su implementación; también es cierto que los agentes gubernamentales cuentan con cualquier cantidad de limitantes que les imposibilitan muchas de sus tareas.

Queremos mayor participación pero los mecanismos parecen ser más nominales que reales y aunque se ha avanzado considerablemente en lo normativo, los pendientes son todavía muchos. Es cierto que venimos de entornos autoritarios y que la variable tiempo por sí misma no soluciona el problema, empero ¿qué pasa cuando un proyecto de nación no sólo queda atrapado en la moralidad de sus palabras, sino que limita la explicación de su operatividad efectiva? ¿Existe una racionalidad de la información que se está limitando o es que ni siquiera hay? O, peor aún, ¿se construye un discurso específico para que sea lo que posibilite la implementación de las políticas sectoriales? La política, en efecto, es moral, pero también es efectividad de la acción pública.

Debemos a Eugene Bardach (1977) un estupendo análisis de los juegos de poder implícitos en toda política pública, específicamente en la implementación. El profesor emérito de la Goldman School of Public Policy destaca efectos adversos y los clasifica en cuatro tipos generales: 1) desvío de recursos, 2) desviación de los objetivos  estipulados en el mandato original, 3) resistencia a los esfuerzos explícitos, generalmente institucionalizados para controlar el comportamiento administrativamente y 4) la disipación de energías personales y grupales en los juegos que de otro modo podrían canalizarse hacia una acción programática constructiva.

De algún modo, el combate a la corrupción ha ocupado un lugar central en el actual gobierno y no es para menos, el desvío de recursos monetarios y naturales ha sido lacerante en nuestro país; sin embargo, surgen hipótesis sobre el carácter politizado de la estrategia. Los objetivos del PND son de vital importancia, pero si no hay claridad en las formas de su ejecución, éstos sin duda, tenderán a dispersarse; aquí la discusión de las metas e indicadores de los programas sectoriales es vital para alcanzar dichos cometidos. Del lado del gobierno y de sus opositores existe una clara tendencia a controlar administrativamente sectores conquistados que, al no compartir un proyecto común, propician resistencias administrativas que no favorecerán a ninguno, y que, por el contrario, recentralizan las decisiones. Finalmente, el cuarto factor adverso del que nos habla Bardach, tiene que ver con la disipación de energías donde sale a flote quien no se limite en hacer perder al otro.

Cualquier gobierno sabe que la implementación eficiente de un PND depende “de las maniobras de un gran número de actores semiautónomos, cada uno de los cuales trata de acceder a elementos del programa que no están bajo su control mientras intentan extraer mejores términos de otros actores que buscan acceso a elementos que sí controlan” —Bardach E. (1977) Implementation Games. MIT—. Dicho de otro modo, el repliegue del Ejecutivo federal puede explicarse por el miedo racional a perder elementos que no controla y a perder aquellos que sí tiene. Es aquí donde el propio fuego amigo cobra sentido y las elecciones internas de Morena son claves para mantener o perder diferentes grados de control interno y externo.

En esa coyuntura, las variables de política (politics) parecen ocupar buena parte de las energías presidenciales, mientras que el ensamblaje de las políticas (policy) tienen un fuerte déficit, posiblemente por considerarse neoliberales; sin embargo (como enfatiza Bardach), son indispensables y mutuamente dependientes. A esta dualidad hay que sumarle la importancia y su relación con sistemas de juegos de poder que de manera laxa se interrelacionan.

En esa tesitura, resulta preocupante que el tema de los programas sectoriales que han de poner en marcha el PND y de la redefinición de los programas institucionales, esté prácticamente en el desconocimiento colectivo, incluso de los adversarios del hoy partido en el poder.

Frente a estos déficits de información, pero sobre todo de discusión, la Universidad Autónoma Metropolitana se ha dado a la tarea de proponer mesas de discusión sobre aspectos esenciales para el devenir de la política en su conjunto.

En la segunda semana de diciembre de este año, la UAM está convocando a trabajar en mesas para discutir el PND no solamente al interior de nuestras cinco unidades, sino con la asociatividad necesaria con agentes gubernamentales y de la sociedad civil.

Mucho se presta atención a los problemas presupuestales de este año y al escenario complejo del siguiente; temas como la aprobación presupuestal, la contracción económica, recesión técnica, etcétera; dan cuenta de que el tema financiero absorbe las energías analíticas limitando la reflexión sobre el ensamblaje de las políticas, sus contenidos y sus posibles alcances.

Puesto que el 31 de diciembre de 2019 es la fecha límite para tener los Programas Sectoriales del PND, estamos a tiempo para debatir y aportar elementos que permitan mejores diseños, implementación y evaluación de las políticas públicas.

*Profesor-investigador adscrito al Departamento de Procesos Sociales de la Unidad Lerma Universidad

Autónoma Metropolitana

c.aguilar@correo.ler.uam.mx