Opinión

El punto de no retorno hacia la fraternidad y el progreso: La educación científico-tecnológica-social

El punto de no retorno hacia la fraternidad y el progreso: La educación científico-tecnológica-social

El punto de no retorno hacia la fraternidad y el progreso: La educación científico-tecnológica-social

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Vivimos en una sociedad global en la que los problemas y conflictos, si bien han sido enfrentados a veces de una manera más reactiva que proactiva, el pensamiento creativo y la acción innovadora se han abierto paso a través de la superación de una ficticia o artificial división de saberes, como la que ha prevalecido través de los años entre la ciencia y tecnología.

La relación entre ambas ramas del conocimiento ha considerada o bien de subordinación o bien de independencia, pero no de interacción intrínseca, pero hoy la realidad demanda su complementariedad desde campos transdisciplinarios, uniéndose en lo que el mundo contemporáneo hoy concibe como Tecnociencia, mediante la cual con nuevas formas de investigación permita responder ya no a los intereses y en beneficio exclusivo de los grupos sociales y de los países más fuertes, sino por una mejor calidad de vida de los grandes sectores de la población mundial que viven en situación de vulnerabilidad, pobreza y marginación.

En este contexto la Tecnociencia implica un reajuste más profundo de índole socioeducativo, incluso entre lo teórico-abstracto y lo práctico-concreto:

La educación tecnológica, teniendo como antecedente inmediato la educación técnica (saberes especializados para destrezas prácticas de una mano de obra operativa calificada), ha resultado ser la respuesta formativa a nivel superior de las demandas del mercado laboral y de la actividad económica, que demandan mayor calidad de herramientas, dispositivos y procesos, lo que, como principio y por encima de las fuerzas competitivas y la búsqueda de ganancias, deberían orientarse a la facilidad y simplificación de las tareas humanas, para que con menor esfuerzo y tiempo se logren mejores resultados al servicio del bien común.

Por su parte, la educación científica ha buscado que el educando se familiarice con los conceptos y métodos de esta actividad, desarrollando sus capacidades intelectuales para subsecuentes estudios especializados sobre las diferentes disciplinas científicas, con aspiraciones de integrarse a una comunidad docta, con sus respectivos beneficios, prebendas y de un estatus social privilegiado, sin embargo, consideramos que es deber de todo científico compartir y aportar a la cultura de la humanidad el cúmulo de conocimientos adquiridos, practicados y enriquecidos que se ordenan en principios, leyes y teorías, como herencia cognitiva del desarrollo, tanto de la macroeconomía como de la vida cotidiana de las personas.

Es por ello que la Tecnociencia, como interacción y complementariedad de investigaciones y resultados, debe contribuir, incluso a temprana edad de los educandos, al pensamiento lógico-complejo, con prácticas pedagógicas y métodos didácticos propios y adecuados del nivel y modalidad educativa de que se trate, pero con un sentido social y ético, como lo propone su vertiente de Estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad que abarca un campo transdisciplinar de estudios sobre los efectos e impactos culturales, políticos, económicos, biológicos y ecológicos del conocimiento científico y la innovación tecnológica.

Así, la educación tecnocientífica y social en la educación básica, media y superior, permitirá el desarrollo del pensamiento alternativo lateral, que se emplea de manera imaginativa, lógica y creativa en la resolución innovadora de problemas y la implantación de soluciones posibles, fuera de cualquier ortodoxia rígida y lineal, con lo que ya no podemos seguir siendo apáticos o minimizar ante nuestros educandos las grandes reflexiones contemporáneas sobre el destino de la humanidad como lo es, por ejemplo, el transhumanismo, mediante el cual se logra concebir a cada etapa o estado de la humanidad (v.gr. el tiempo de pandemia de la COVID-19) como algo transitorio, no concluido y siempre perfectible, reconociendo aquellos elementos endógenos y exógenos que obstaculizan y ponen límite a su propia potencialidad.

Más allá del futurismo utópico o distópico, propio de la “sociedad de riesgo” que se le ha atribuido a la Tecnociencia y a sus Estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad, sin ellas no podríamos comprender todo el progreso que hemos alcanzado y menos aún el planear, dirigir y controlar el devenir y el futuro de la humanidad, toda vez que coincidiendo con Nick Bostrom, podemos afirmar que estamos ante un movimiento cultural, intelectual, educativo y ético encaminado a mejorar la esperanza de vida, la capacidad intelectual, las funciones corporales del sistema inmunológico (tan imprescindibles hoy), e incluso el estado de ánimo, los sentimientos y el autocontrol, eliminando los aspectos no deseados y no necesarios de la condición humana, pero reivindicando siempre la democracia, la libertad y el respeto a la persona en su dignidad, igualdad, singularidad y diversidad.

Twitter: @UlisesLaraCDMXFoto: Cuartoscuro