Opinión

El tigre y el coronavirus

El tigre y el coronavirus

El tigre y el coronavirus

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
Lamentable atmósfera ésta que, de acuerdo con el diagnóstico del presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, Ricardo Monreal, deriva de una “crisis de desinformación".

Al igual que cuando en los últimos sexenios los gobernantes se ufanaban de que “mejoró la economía” y uno se sentía impulsado a preguntar “¿la economía de quién?”, ahora es menester indagar las causas de la desinformación.

Y, la verdad, este entorno revuelto ha derivado de una multiplicidad de factores, entre los cuales los atribuidos al equipo de ataque al coronavirus —científicos, técnicos, funcionarios, voceros y el amplio espectro de trabajadores de la salud—, son los menos.

Por delante está la actitud de una oposición desatinada, veleidosa e insolidaria, y de sus voceros oficiosos en los medios, que con talante sectario atienden únicamente lo que les conviene y reafirma sus odios y prejuicios.

Desatinada, porque denota un ánimo rencoroso y revanchista no contra el presidente López Obrador ni el titular de Salud, Jorge Alcocer, o el subsecretario y vocero Hugo López-Gatell, sino de 30 millones de mexicanos que en 2018 decidieron alzarle la canasta.

Peor todavía, semejante ánimo confronta a más de la mitad de la población nacional. La inmensa porción en condiciones de pobreza porque fue víctima de exclusión durante décadas. El tigre, del cual ya se dijo que sería insensato soltarlo.

En lugar de mostrar solidaridad con la nación ante la tragedia y trabajar e intentar recuperarse para competir electoralmente en buena lid, la oposición se ha empecinado en torpedear el gobierno con todos los recursos a su alcance.

Inconstante, ofuscada, a lo largo de esta azarosa etapa se ha afanado en llevar la contra, en ocasiones a despecho no sólo de criterios de instituciones y expertos internacionales sino aun de sus propias posturas políticas del pasado reciente, sin sonrojarse.

Con este triste comportamiento, los más destacados antagonistas de la 4T han fingido no entender las explicaciones oficiales sobre la evolución, manejo y dolorosas consecuencias de la pandemia.

Tal como con sorna lo hizo ver López Gatell en su comparecencia virtual ante senadores, en respuesta a la panista Alejandra Reynoso, de quien excusó su ignorancia en temas de salud ya que es comunicóloga y experta en relaciones internacionales.

Le dijo que como especialista en el tema ella debe saber que entraña todo un reto de comunicación el explicar en forma reiterada y que nomás “no se quiera entender”.

Si bien López-Gatell empleó la ironía y respondió con filo político, demostró siempre deferencia, delicadeza y respeto a la legisladora Reynoso. Trato éste que estableció la misma diferencia entre día y noche respecto al que en un medio recibió la diputada por Morena, María de los Angeles Huerta del Río:

“Vividora del erario con inmunidad de diputada”, “pobre diabla”, con antecedente de haber dicho “estupideces” y haber sido captada “roncando con la corpulenta figura escurrida en su curul”, “chaquetera de oficio”. Una catarata de agravios por cuenta de todo un líder de opinión.

Es cierto. No es que las explicaciones sobre la COVID-19 sean incomprensibles, sino que no se quiere entenderlas.

Llevamos meses de una crítica feroz a la totalidad —sí, la totalidad— de planes, acciones y omisiones orientadas a enfrentar una enfermedad nueva, sin cura ni vacuna, que ha causado estragos en el mundo entero.

Mientras las autoridades y los trabajadores de la salud —del más modesto al más encumbrado— luchan para tratar de reducir el impacto de la peste, un concierto mediático sabotea de hecho esos esfuerzos.

En los inicios del problema los críticos exigían ¡confinamiento, ya!, ajenos a las explicaciones sobre el previsible desgaste de la población por el encierro, tal como la realidad se ha encargado de demostrarlo en las últimas semanas.

Reclamaron, también desde el inicio, y persisten en su obcecación, el levantamiento de pruebas clínicas, asidos a la suposición de que esto es conveniente para conocer la evolución de la pandemia, desdeñosos del debate global sobre la muy dudosa utilidad, amén de la imposibilidad práctica, de tales valoraciones.

Cuando de cubrebocas se ha tratado, los sistemáticos contradictores han puesto oídos de artillero a la recomendación científica de usarlos de modo obligatorio en aglomeraciones, no así en espacios despejados.

Y, en procura de darle verosimilitud a la necedad, senadores panistas llegaron a la extravagancia de usar mascarillas, no para mostrar una frase de protesta sino para conjurar sus miedos, en la telecomparecencia del vocero de la estrategia sanitaria.

Si de infectados y defunciones hablamos, el antiobradorismo desliza infatigable, aún allende las fronteras, la especie de ocultamiento deliberado, cifras maquilladas y otras argucias, con penosos recalentados por cuenta de Claudio X. González y otros sedicentes mexicanos contra la corrupción.

Así, han propalado la versión de muertos al triple, de una inmensa cifra negra, indiferentes a explicaciones sobre protocolo y registro de decesos, recolección de muestras biológicas, demora de pruebas y resultados y consolidación de estadísticas.

O, si el tema del día son los pronósticos sobre el punto más alto de contagios de la enfermedad, opinadores devenidos epidemiólogos objetan fechas, ritmos de contagio, estados, modelos de proyección, todo.

A punto apenas de empezar a salir de la cuarentena, los malquerientes del gobierno configuraron un colosal enredo con la operación del semáforo de desconfinamiento.

En el vacío cayeron las explicaciones relativas a que este aparato será diseñado y manejado por el gobierno federal; pero mostrará sus colores en diverso orden, en función de la intensidad de la pandemia en cada estado, zona conurbada o región del país.

Tarde se les hacía para la reclusión anticipada y no muestran prisa ahora para dejar el encierro e ir, así sea con temor y riesgos, al rescate de una economía en riesgo de desastre.

No hay peor sordo que el que no quiere oír, reza el refrán, y eso es lo que está demostrando la enclenque oposición. Mezquina actitud cuyos resultados son, en efecto, la confusión y el desconcierto social.

aureramos@cronica.com.mx