La brutal represión en Colombia desde hace dos semanas -el último balance no oficial habla de 31 muertos- tiene una mano negra en la sombra: el expresidente Álvaro Uribe, que es quien maneja los hilos del gobierno títere de su discípulo: Iván Duque.

Lo dejó claro el propio Uribe en un tuit que publicó el pasado lunes, justo un día después de que el presidente Duque anunciara a la nación que retiraba su polémica reforma tributaria, otro intento del gobierno de echar sobre la sacrificada clase media y trabajadora el peso de la crisis que está dejando la pandemia, en vez de que, por una vez, sea la minoría privilegiada y los grandes empresarios los que paguen más impuestos.

Visiblemente irritado por lo que entendió como una claudicación del gobierno ante las protestas ciudadanas, Uribe le repasó la lección a Duque sobre cómo debe actuar ante estas situaciones de crisis.

En su mensaje en Twitter expuso sus cuatro mandamientos para neutralizar la revuelta ciudadana, y que se resumen, básicamente, en devolver a las Fuerzas Armadas su antiguo papel de fuerza represora del Estado, con legitimidad para disparar a matar.

Pero la orden más enigmática y desconcertante fue el último punto: “Resistir la Revolución Molecular Disipada”.

Dado el impacto que tiene todo lo que dice o escribe Uribe, es probable que en las horas siguientes miles de colombianos corrieran a googlear esa enigmática y desconocida revolución. Es probable también que lo hiciera el propio Duque y que llegara a la misma inquietante conclusión: las “moléculas” son los ciudadanos; lo que el Estado debe “resistir” es la embestida de esos ciudadanos, que no responden a ningún líder y que es difícil perseguirlos porque, cuando la masa se separa, cada uno se esconde en su casa, se disipa.

Desde el mismo lunes, Colombia entró en una espiral sangrienta de acción-reacción, especialmente en Bogotá y Cali, mientras la sociedad contempla escandalizada las imágenes de policías disparando y de manifestantes con pancartas que ponen “Nos están matando”. El último en caer, Lucas Villa, de 37 años, tras recibir tres balazos mientras se manifestaba en la ciudad de Pereira.

La “solución" neonazi a la protesta ciudadana.

La estrategia siniestra de Uribe no es en realidad una idea que haya surgido de la mente del político ultraderechista, condenado en 2020 por la Corte Suprema, por intentar sobornar a un testigo para que mintiera ante un tribunal y negará que tiene vínculos con escuadrones de la muerte de organizaciones paramilitares.

Quien le abrió la mente fue un ideólogo neonazi chileno, llamado Alexis López, convencido de que la verdadera amenaza para subvertir el orden no procede ya de la guerrilla o los narcoterroristas, sino del pueblo; y es, según sostiene, una amenaza mucho mayor, puesto que es horizontal (no tiene líder visible ni está jerarquizada).

Según explica Juanita León, directora del portal político colombiano La Silla Vacía, “lo que hace López es una tergiversación de varios filósofos franceses del siglo XX”, como Jacques Derrida, Michel Faucault y Félix Guattari, autor del texto “La revolución molecular”, cuyo título se apropió para su oscura teoría. En este contexto, el neonazi chileno avala la legitimidad de los gobernantes para ordenar a las fuerzas del orden que hagan lo que esté en sus manos para reprimir la protesta, incluso abrir fuego, si es necesario, como defendió Donald Trump durante los disturbios por la muerte de George Floyd en 2019, o como defendió Sebastián Piñera durante los disturbios por la brutal desigualdad social en Chile, también en 2019.

En menos de un año, el neonazi chileno ha sido invitado dos veces a la Universidad Militar Nueva Granada, de Colombia, para explicar por qué el movimiento Black Lives Matter o la revuelta chilena son tan peligrosas y lograron doblegar al Estado. Colombia está siendo arrastrada a un conflicto civil, donde el enemigo “molecular y disipado” es el pueblo, alertó López… y mandos militares, y Uribe y su marioneta Duque mordieron el anzuelo, que es lo que pretendía el neonazi chileno, tras fracasar en su país.

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