Opinión

Embajadas al mejor postor

Embajadas al mejor postor

Embajadas al mejor postor

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La práctica no es nueva, más bien es una tradición en la vida política de los Estados Unidos; sin embargo, en los círculos diplomáticos en Washington y sobre todo entre el personal del Departamento de Estado, hay alarma porque en la administración del presidente Donald Trump se ha incrementado considerablemente el número de embajadas que se dan como premio. El mandatario las está otorgando a quienes donaron dinero a su campaña o lo están haciendo para su reelección y sobre todo para aquellos que aportaron grandes cantidades para las festividades con las que celebró su llegada a la Casa Blanca.

Una investigación periodística reveló que entre aquellos que donaron más de 350 mil dólares para la ceremonia y fiestas de la Toma de Posesión del presidente, al menos 14 fueron luego nominados para ser embajadores. Algunos de ellos sin la más mínima calificación para representar a su país en el extranjero, lo que ha dado por resultado que, al menos seis de ellos, están aún sin ser ratificados por el Senado, a pesar de que éste está compuesto por una mayoría republicana.

Un buen ejemplo de lo incapacitados que están algunos donantes millonarios para ser embajadores, es Doug Manchester, un magnate de Bienes y Raíces en San Diego, California, que donó un millón de dólares a la causa Trump y fue elegido para representar a Washington en Las Bahamas, donde coincidentemente posee una flamante residencia vacacional.

En su audiencia de confirmación ante el Senado, Manchester aseguró que las islas Bahamas son un protectorado o territorio estadunidense. Es cierto que alguna vez fueron propiedad de Gran Bretaña, pero desde 1972 son una nación independiente y soberana. Su única conexión con Estados Unidos es que se localiza cerca de las costas de Florida. Finalmente, su nominación fue hecha a un lado y ahora se sabe que ofreció una fuerte donación, pero sin suerte, a cambio de la confirmación senatorial.

Entre otros donantes que consiguieron sede diplomática con dinero, están el embajador ante el Reino Unido, Robert Wood “Woody” Johnson IV, propietario de los Jets, el equipo de futbol americano de Nueva York, así como el hotelero Gordon Sondland, dueño de la cadena de hoteles Provenance, que si bien al principio era crítico de Trump, cuando éste ganó, le donó un millón para las fiestas y hoy es embajador ante la Unión Europea con sede en Bruselas.

Desde 1950, dos tercios de las embajadas estadunidenses han sido para diplomáticos de carrera y un tercio para los designados políticos, pero bajo el presidente Trump, se estima que es 50 y 50, de acuerdo con la Asociación Americana del Servicio Exterior (AFSA).

Actualmente, luego de dos años de Trump en el poder, de las 250 embajadas que Estados Unidos tiene alrededor del mundo, todavía hay 52 sin titular, incluyendo las de algunos países que son estratégicamente muy importantes para Washington, como Paquistán, Qatar, Jordania, Filipinas y Japón. Tampoco hay embajador en lugares como Honduras y Venezuela, demostrando el poco interés de Trump por la situación social, económica y política en esas naciones.

En México, luego de un año con el puesto vacío, Trump, como sabemos, por fin se decidió por Christopher Landau, un abogado washingtoniano, sin experiencia diplomática otra que ser hijo de un exembajador en tres países latinoamericanos, pero quien habla español perfectamente y, hay que reconocerlo, muestra gran respeto por nuestro país y desde su llegada se ha dedicado a aprender y conocerlo.

Los embajadores, dijo alguna vez el escritor británico Henry Wotton en el siglo XVII, “son hombres honestos a los que se les envía al extranjero para mentir e intrigar en beneficio de su país”. Solía ser cierto, y eso que no había correo electrónico. Y es que, por su misma naturaleza, la diplomacia involucra una comunicación constante y secreta entre el embajador y su gobierno, pero en la actualidad los buenos embajadores se dedican también a promover a su país, comercial, turística y culturalmente y a proteger a sus ciudadanos.

El trabajo no sólo implica vivir en residencias lujosas pagadas por impuestos, cenas de gala y recepciones con champagne y bocadillos. Ya quedó atrás la imagen del embajador de cierta edad, dado al golf y al trago. La incorporación de mujeres en el servicio exterior cambió eso en todo el mundo. Hoy día se requiere preparación y experiencia y es obvio que muchos de los designados por Mr. Trump, tienen dinero, pero no los requisitos.

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