Opinión

En defensa de la democracia

En defensa de la democracia

En defensa de la democracia

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La izquierda, como tal, tropieza desde hace mucho. La derecha también, desde siempre, que ni qué, pero ahora resulta que ésta, en algunos países de América Latina, abre las puertas hacia un concepto más democrático. Digamos que se trata de una derecha más lite, frente a una izquierda corrupta, radicalizada, autoritaria, improvisada, sin conceptos claros, apegada a un discurso ideologizado, repetitivo y polarizador.

También hay derechistas como el presidente Jair Bolsonaro de Brasil, que es el negativo de la fotografía de algunos de izquierda. Por esto, a Mario Vargas Llosa no le queda más que apoyar a Keiko Fujimori, a quien ha combatido siempre, para la segunda vuelta de las presidenciales en Perú, porque será más factible defender la democracia con ella como presidente que con el izquierdista Pedro Castillo, que ha ganado la primera vuelta electoral.

Castillo es un personaje aterrador: “de izquierda extrema en lo económico y de derecha extrema en lo social". Se trata de un hombre cercano a la Iglesia católica en lo relacionado con el matrimonio homosexual, el aborto o la educación sexual. No están los tiempos para eso. En lo económico lo inspiran Evo Morales y Rafael Correa, ambos expresidentes de Bolivia y Ecuador respectivamente. Un desastre.

Vargas Llosa escribe:

"Tengo el convencimiento absoluto de que si Castillo, con semejantes ideas, llega a tomar el poder en la segunda vuelta electoral, dentro de un par de meses, no volverá a haber elecciones limpias en el Perú, donde en el futuro, aquellas serán una parodia, como las que organiza de tanto en tanto Nicolás Maduro en Venezuela para justificar su régimen impopular” (El País, domingo 18, 2021)

Incluso, el Premio Nobel, cree que podría haber “un golpe de Estado militar a corto plazo” debido al izquierdismo desaforado (y derechista) de Pedro Castillo.

En Ecuador, por lo pronto, sucedió algo inesperado. En la segunda vuelta de las presidenciales, el 12 de abril, fue elegido presidente Guillermo Lasso, después de que en la primera vuelta le fue fatal: apenas obtuvo el 19% de votos.

Lasso es conservador, ¡banquero!, pero moderó su discurso, buscó a los jóvenes, a las feministas, a los ambientalistas y a la comunidad LGBTI, grupos electorales a los quienes el Izquierdista Rafael Correa y su candidato, Andrés Arauz, (ver “Votar por la democracia” de la analista internacional Brenda Estefan en El Universal, martes 20 de abril, 2021) no habían considerado. Esperemos que Guillermo Lasso deje entrar aires de democracia, en un país extenuado por la impopular presidencia de Rafael Correa y luego de Lenin Moreno. Los grupos de izquierda moderada terminaron por apoyarlo, incluso aquellos que estuvieron, al principio, en su contra.

Correa y su partido, Alianza País, habían acaparado el poder. Rafael Correa se metió con el Poder Judicial mediante sentencias que él dictaba desde el Ejecutivo. Desde su silla presidencial atacó a sus críticos, vilipendió a la sociedad civil, a los medios de comunicación, alimentó una constitución a favor de él, modificó el Código Penal y atentó con ello a los derechos humanos.

Sounds familiar ¿No?

El presidente López Obrador, amigo de Evo Morales, en una de sus últimas andanzas y ocurrencias, transformado en la máxima autoridad moral del país, no confía, debemos colegir, en los ministros de la Corte de Justicia, algunos promovidos por él mismo, y sólo confía en el ministro presidente, Arturo Zaldivar. Sin él, que también es amigo suyo, no se podrá renovar el Poder Judicial.

Para el máximo moralista de México, la mayoría de los integrantes de la Suprema Corte proceden del “antiguo régimen” y se necesita que “los jueces, los magistrados y los ministros, estén al servicio del pueblo”. O sea, no de las leyes y de la impartición de la justicia sino del pueblo. El camino es ampliar el mandato de Arturo Záldivar. Ayer, en la Cámara de diputados esta extensión fue orden del día de los diputados morenistas, que en número sobrepasan a los diputados de la oposición, como se sabe. Que se quede Zaldívar dos años más, dicen a coro, dirigidos por el presidente de la república.

Creo que debemos todos, en todos lados, volver a los conceptos que implica la democracia, estudiarla a fondo como Alexis de Tocqueville analizó la democracia de los Estados Unidos en su La democracia de América (1835 el primer volumen; 1840, el segundo). Examinar qué implican Derecha e izquierda, dos términos antitéticos, que han interesado y puesto a girar al mundo desde que ambas nociones nacieron en Francia en 1789, justo al iniciarse la Revolución Francesa, y definieron una manera de proceder políticamente.

Para Norberto Bobbio (Derecha e izquierda, 1999), “el significado que se ha querido dar a la díada, desde un principio, sigue siendo “útil” y “servible”. Jamás me atrevería a rebatir al gran pensador italiano. Pero el meollo estriba en que los latinoamericanos han mezclado y a veces confundido los términos y que no pocos líderes los han tergiversado.

Mantener los poderes ejecutivo, legislativo y judicial en sana distancia y libertad es lo progresista, lo democrático, lo que se requeriría de una izquierda comme il faut.

Abusar del Poder Ejecutivo para inmiscuirse en los otros dos poderes y atentar, además, contra los órganos autónomos de un país, como las agresiones del presidente López Obrador dirigidas al Instituto Nacional Electoral (ya no se diga haber convertido a la Comisión Nacional de Derechos Humanos en el eco del primer mandatario) no son medidas ni de izquierda ni democráticas sino, más allá de conservadoras, resultan, a todas luces, tiránicas.