Cultura

En México la violencia hacia las mujeres está muy arraigada: Carla Rippey

Entrevista. Las artistas la confrontan de varias maneras, organizándose en colectivas y haciendo acciones en conjunto, como las manifestaciones del 8 de marzo, dice

En México la violencia hacia las mujeres está muy arraigada: Carla Rippey

En México la violencia hacia las mujeres está muy arraigada: Carla Rippey

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Carla Rippey (Kansas, 1950) es una artista visual estadounidense que participó en varios movimientos históricos de los años 60 y 70 del siglo XX: la lucha feminista en Boston, Estados Unidos; el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, en Chile; el Infrarrealismo y la generación de Los Grupos.

Radicada en México desde 1973, hoy Rippey administra el blog Tú de mí, yo de ti, donde participan mujeres artistas, y trabaja en una serie de dibujos y libros sobre su infancia.

–¿Eres una artista feminista?

–Creo que casi todas las mujeres artistas nos consideramos feministas. Hay artistas en cuyos discursos las reivindicaciones feministas son centrales, como en la obra de Mónica Mayer y Lorena Wolffer, por ejemplo, y muchas otras en que el feminismo es un trasfondo que es parte de nuestra identidad y está presente en la obra de maneras menos aparentes.

También hay épocas en que el tema del feminismo está más al centro de la conversación social; estamos en un momento así ahora, y a finales de los 60 y principios de los 70 también hubo mucha discusión, revaloración y acción en cuanto al feminismo y el papel de las mujeres en la sociedad. Creo que se logró mucho en ese primer periodo, pero ha resurgido el tema porque hay actitudes y condiciones sociales que perjudican a las mujeres que no se han erradicado todavía.

Además en México hay una problemática muy arraigada de violencia hacia las mujeres que las artistas de hoy han confrontado de varias maneras, organizándose en colectivas y haciendo acciones en conjunto, por ejemplo, las manifestaciones del 8 de marzo.

Trato de hacer mi parte administrando un blog de mujeres artistas en sus talleres (hay un consejo colectivo de mujeres que toma las decisiones sobre el blog). El blog se llama Tú de mí, yo de ti, https://mujeresartistasenred.blogspot.com/, y el concepto salió de las actividades del grupo de mujeres artistas Entre Minas. Tenemos ya más que 50 entradas sobre mujeres artistas, curadoras e investigadoras en sus procesos de trabajo.

Sumando, una vez al entrevistarme me preguntaron, “¿Podría haber hecho tu obra un hombre?” Y contesté, “No, pero tampoco otra mujer”. Es decir, las mujeres artistas en general entendemos que todas merecemos vivir en condiciones de respeto, seguridad e independencia. Ya contando con eso, lo que define el trabajo de una artista es su idiosincrasia personal, y lo que trabaja cada una por medio de su obra puede ser muy diferente, dependiendo de sus circunstancias, vivencias, y carácter.

–¿Hizo serigrafía cuando trabajó para The New England Free Press, en Boston?

–The New England Free Press publicaba material relacionado con la izquierda en ese momento. Una de sus publicaciones claves fue “Our Bodies, ourselves” (“Nuestros cuerpos, nuestras vidas”), un manual de auto conocimiento y cuidado para mujeres, armado por el colectivo feminista Bread and Rosas. Mi trabajo en la editorial fue manejar las prensas de offset y fui muy mala, en parte porque estaba empezando a sufrir un hipertiroidismo que me impedía concentrarme bien.

Me frustraba mucho no poder hacerlo bien ¡porque quería probar que las mujeres podíamos hacer el trabajo normalmente hecho por hombres! Había otras mujeres trabajando conmigo que sí fueron muy buenas impresoras de offset, por cierto. No recuerdo como llegué allí pero probablemente por alguien de mi escuela, un college experimental de la Universidad Estatal de Nueva York.

Por otro lado, aprendí serigrafía casera y más que nada hacía carteles para bailes y marchas de mujeres.

–En Chile, ¿hizo serigrafía?

–Sí, para el partido de izquierda con el cual trabajaba, el MIR. Era imposible estar en el Chile de Allende y no involucrarse en la política de una forma u otra. Hasta en los autobuses la gente se ponía a discutir.

–¿México fue una opción de exilio o de seguir trabajando?

– Nunca pensé en estar aquí como un exilio, siempre tenía la opción de regresar a mi país, pero México me era más interesante. Llegué porque era el país de mi marido (nos conocimos en la universidad y nos casamos en Chile, donde estudiaba él un posgrado) y al separarnos no quería que mis hijos estuvieran en otro país lejos de su papá, y además ya estaba construyendo mi carrera como artista aquí.

–¿Cómo era el colectivo de grabado Molino de Santo Domingo, en Tacubaya?

–Mi cuñado Juan Pascoe me llevó al Molino donde hubo un taller de grabado en un gran galerón y por pagar una cuota podría ir uno a trabajar; también tenía talleres particulares para artistas. Trabajé allí en el taller grande. Como no tenía tórculo me sirvió de mucho y conocí a otros artistas del medio.

La directora del Molino era una refugiada de la Guerra Civil de España y aprendí mucho de esa lucha gracias a ella. El lugar pertenecía a un ex secretario de Educación Pública y al morir, sus herederos lo cerraron como espacio cultural y lo volvieron una fábrica.

–¿Qué técnicas descubrió al llegar a México?

–Ya en la universidad había tomado clases con Luis Camnitzer, el crítico y artista visual uruguayo, quien asesoró mi tesis sobre la intersección de arte y política. Aprendí a grabar en Chile y aprendí mucho más en el Molino y de libros. Cuando no pude trabajar en el Molino, por tener bebés en casa, empecé a trabajar en grabado en madera.

Lo que México me dio más que nada fue un ambiente creativo lleno de posibilidades. En 1978 empecé a trabajar con el colectivo Peyote & la Compañía, parte del fenómeno de Los Grupos, y con el director del grupo, Adolfo Patiño, empecé una colaboración creativa que después se volvió una larga relación. A finales de los sesenta, estaba trabajando mucho con collage, pero me mantenía vendiendo grabados.

De 1980 a 1985 viví en Xalapa con mis hijos y era la encargada del taller de grabado de la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana. En Xalapa empecé a dibujar de fotos en grafito sobre papel, que ha sido central a mi producción desde entonces; otra faceta que desarrollé a partir de la comercialización de la fotocopia laser fue la producción de libros de artista con transferencia de fotocopias a papel japonés y nepalés.

–¿Cómo conoció al escritor Roberto Bolaño?

–Fue en México. Alguien lo llevó a la oficina de mi marido y él a su vez a la casa. (…) Fuimos muy amigos y participé en las reuniones de formación del Infrarrealismo. Hice la imagen de portada de su primer libro publicado, que sacó mi cuñado Juan Pascoe con la editorial de impresión a mano Martín Pescador, que de hecho todavía existe. Y después intercambiábamos cartas durante años, pero ni tenía dinero para ir a España a verlo ni él para regresar a México. Bolaño tomó la decisión de no volver a México, quizás para no desbaratar la escena de recuerdos tan fecundos para sus novelas.

–Hoy, ¿qué temas y materiales le interesan trabajar?

–Tengo varios proyectos actualmente, voy terminando una serie de dibujos y libros de artistas relacionados con mi infancia. Empecé con fotografías que tomaba mi papá, quien fue fotorreportero mucho tiempo. Entonces tengo una infancia bien documentada.

Lo que me interesaba explorar fue el imaginario de los niños, o más bien, de las niñas. Del juego entre ser inocentes, salvajes o casi civilizadas y de existir, en parte, en sus propios mundos. El papel tapiz de mi infancia tiene una presencia grande en la obra y luego integré imágenes de internet de niños y animales.

Otro proyecto tiene que ver con lo más lejano posible a estas intimidades: imágenes de los exploradores del siglo XIX de los lugares más desolados de la tierra, el Antártica y el Ártico, y de la luna en el siglo XX. Este proyecto apenas lo comienzo, mientras tanto estoy dibujando asteroides y reliquias de distintas civilizaciones.

Tengo otro proyecto desde hace tiempo de dibujar mujeres detenidas en los años treinta en las delegaciones de la Ciudad de México, de fotografías desgarradoras de los hermanos Casasola.