Cultura

Enrique González Martínez, poeta contra la estética superflua de fin de siglo

Ramón López Velarde dejó escrito sobre el autor de El libro de la fuerza, la bondad y del ensueño: “González Martínez, siempre sincero, parece descubrir el más hondo seno de su psiquis cuando pide a un cuerpo desnudo y a un alma sin ideas, sus ojos, para ver con ellos la vida”.

Ramón López Velarde dejó escrito sobre el autor de El libro de la fuerza, la bondad y del ensueño: “González Martínez, siempre sincero, parece descubrir el más hondo seno de su psiquis cuando pide a un cuerpo desnudo y a un alma sin ideas, sus ojos, para ver con ellos la vida”.

Enrique González Martínez, poeta contra la estética superflua de fin de siglo

Enrique González Martínez, poeta contra la estética superflua de fin de siglo

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Al centro de pugnas ideológicas y literarias, Enrique González Martínez, impulsó la transformación del fenómeno poético en México. El médico, político, diplomático, traductor y poeta, para quien la poesía es “sobre todo contemplación, emoción recordada en tranquilidad”, nació el 13 de abril de 1871 en Guadalajara, Jalisco, donde se incorporó al Liceo de Varones que fuera escuela de su padre, para estudiar posteriormente en la Preparatoria del Seminario Conciliar. Se graduó en la Escuela de Medicina en 1893. Fue miembro fundador de El Colegio Nacional en 1943.

A la edad de 25 años, en 1895, llegó a Sinaloa, donde ejerció durante 15 años como médico rural; fue profesor adjunto de fisiología, colaboró en la revista Bohemia Sinaloense, de Julio G. Arce y publicó posteriormente Preludios en la imprenta Retes de Mazatlán.

Instalado en Mocorito en 1905, donde fue prefecto político y secretario general del gobierno estatal, su arduo trabajo cultural realizado de forma paralela, contribuyó a que esa comunidad fuera reconocida como La Atenas de Sinaloa.

Fue en esa tierra donde publicó libros como Lirismos, en 1907, texto en el que González Martínez rinde homenaje a Manuel José Othón y a Paul Verlaine. En1909 fue editado Silenter, y en 1911, Los senderos ocultos, volumen que contiene su poema “Tuércele el cuello al cisne”, considerado un auténtico manifiesto contra la estética de fin de siglo.

En relación con los títulos mencionados, el escritor Jaime Torres Bodet, quien fuera integrante de El Colegio Nacional, afirmó que éstos “fueron los libros donde González Martínez se halló a sí mismo. ¿Qué valores nuevos traía su autor? Desde luego, una voluntad esencial de abandonar ciertas galas superfluas: las que había difundido, en América, el triunfo del modernismo”.

Una vez publicados sus primeros libros poéticos, dejó atrás la medicina para residir en la Ciudad de México, donde fue subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, durante el periodo de Victoriano Huerta. En 1914 fungió como secretario del Gobierno del Estado de Puebla.

Conocedor de distintos idiomas y traductor, el autor del poema “El sembrador de estrellas”, fue ministro plenipotenciario de México en Chile, Argentina, España y Portugal.

Miembro del Ateneo de la Juventud —del que posteriormente fuera presidente—, en 1912, ese año fundó la revista literaria Argos y se desempeñó como editorialista en el diario El Imparcial. Con Ramón López Velarde y Efrén Rebolledo, dirigió la revista Pegaso en 1917.

Ingresó en 1932 a la Academia Mexicana de la Lengua y en 1942 al Seminario de Cultura Mexicana. Fallecida su esposa Luisa en 1935 y su hijo Enrique en 1939, escribió en 1944 el primer tomo de su autobiografía El hombre del búho y el segundo, titulado La apacible locura, en 1951.

En relación con El hombre del búho, Xavier Villaurrutia escribió que este texto revela: “una virtud sencilla y clara pero no por ello fácil de alcanzar y, sobre todo, de guardar. Nos referimos a la adecuación natural de la prosa al pensamiento y al sentimiento del hombre que recuerda y que escribe no para escribir mejor, sino para mejor recordar”.

Inserto en polémicas entre los poetas modernistas como Amado Nervo, Efrén Rebolledo o Luis G. Urbina y los posmodernistas como López Velarde, Juan Tablada, en su primer período, o Carlos Pellicer, Enrique González Martínez, considerado modernista con influencia del simbolismo francés, es también ubicado como el poeta de la transición que articula con eficacia ambas corrientes.

Ramón López Velarde dejó escrito sobre el autor de El libro de la fuerza, la bondad y del ensueño: “González Martínez, siempre sincero, parece descubrir el más hondo seno de su psiquis cuando pide a un cuerpo desnudo y a un alma sin ideas, sus ojos, para ver con ellos la vida; cuando quiere dar la ingenuidad de sus asombros al sol, al aire y a las rosas; cuando anhela que lo punce el espino, que la hoguera del día lo consuma, que un viaje de azoramientos le dé ocasión de contemplar todo en un pasmo primitivo”.

Enrique González Martínez —sobre quien José Emilio Pacheco afirmó que “hizo proezas de absoluta maestría en la más honda línea elegiaca española”—, autor de Babel, falleció en la Ciudad de México el 19 de febrero de 1952.